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Estos son los nombres que no podrá usar el nuevo Papa: el motivo por el que están ‘prohibidos’

  • Janire Manzanas
  • Graduada en Marketing y experta en Marketing Digital. Redactora en OK Diario. Experta en curiosidades, mascotas, consumo y Lotería de Navidad.

La elección de un nuevo Papa siempre está rodeada de un gran simbolismo, especialmente en lo que respecta a los nombres. Más allá de la figura que asuma el liderazgo espiritual de más de 1.000 millones de católicos, hay un detalle que muchos observan con especial interés: el nombre que elegirá el nuevo pontífice. Este acto, lejos de ser anecdótico, representa una declaración de intenciones y marca el tono del papado que está por comenzar. Se trata de una costumbre que ha evolucionado a lo largo de los siglos, y que refleja tanto la continuidad como el cambio dentro de la Iglesia.

Con la reciente muerte del Papa Francisco el pasado 21 de abril, la atención mundial se centra nuevamente en Roma, donde se ha convocado al Cónclave para nombrar a su sucesor. En este proceso, una vez elegido el nuevo pontífice, se le hace una pregunta crucial: ¿acepta usted esta elección? Y, acto seguido, debe indicar el nombre que llevará a partir de ese momento. Aunque pueda parecer un simple formalismo, esta decisión encierra profundas implicancias históricas, teológicas y políticas. Pero, ¿puede el nuevo Papa llamarse como quiera? La respuesta es más compleja de lo que parece.

Los nombres ‘prohibidos’ para el nuevo Papa

Desde que el Papa Juan II decidió cambiar su nombre de nacimiento en el siglo VII, Mercurio, por uno que no evocara a deidades paganas, todos los pontífices han adoptado un nuevo nombre al asumir su cargo. Esta tradición se convirtió en una forma de representar el inicio de una nueva etapa espiritual, algo así como una «muerte» simbólica de la identidad anterior y un renacimiento bajo una misión divina. A lo largo de los siglos, este gesto se ha consolidado como una poderosa declaración de principios.

El nombre elegido no es arbitrario. Muchos escogen nombres de santos, Papas anteriores o figuras que representan virtudes que desean emular. Por ejemplo, Francisco eligió su nombre inspirado en San Francisco de Asís, dejando claro su enfoque en la humildad, la austeridad y la preocupación por los pobres. Mientras, Juan Pablo I unió dos nombres en homenaje a Juan XXIII y Pablo VI, reflejando su admiración por ambos predecesores.

Formalmente, no hay una lista oficial de nombres vetados por el Vaticano. Sin embargo, hay una serie de nombres que, por razones de respeto, connotaciones negativas o conflictos históricos, simplemente no se han vuelto a usar o nunca han sido elegidos. Uno de los casos más evidentes es el de Pedro.

Considerado el primer Papa y pilar fundamental de la Iglesia, ningún pontífice ha tomado el nombre de Pedro II. ¿Por qué? Porque se cree que sólo puede haber un Pedro. Adoptar ese nombre sería interpretado como arrogante o incluso una usurpación simbólica de la figura fundacional del catolicismo.

Otro nombre que jamás se ha utilizado es Jesús. La razón es obvia: por motivos teológicos y devocionales, sería impensable que un Papa asumiera el mismo nombre que el hijo de Dios. Lo mismo ocurre con nombres como María o José, que aunque no están prohibidos, se consideran demasiado sagrados o íntimamente ligados a otras figuras esenciales del cristianismo como para ser tomados por el líder de la Iglesia.

Además de los nombres sagrados, también se evita adoptar aquellos vinculados a figuras heréticas, cismáticas o antipapas; es decir, personas que reclamaron el trono papal sin una elección válida. Por ejemplo, el nombre Felipe lo utilizó un antipapa en el siglo XI, y desde entonces ningún Papa legítimo ha optado por él.

Lo mismo ocurre con nombres de como Clemente XVI o Lucio II, que tienen connotaciones polémicas o confusas debido a su uso por antipapas o por referencias esotéricas, como en el caso de la supuesta «Profecía de San Malaquías».

Incluso nombres que han sido utilizdos por algún Papa anterior pueden caer en el olvido si su legado fue controversial. Bonifacio, por ejemplo, es un nombre históricamente cargado por las tensiones con la monarquía francesa y por eventos oscuros durante la Edad Media. Y aunque ha habido Papas llamados Sixto, nadie ha querido ser el Sixto VI, probablemente por el juego de palabras que genera, más propio de una broma que de un liderazgo espiritual.

Los más populares

A lo largo de los más de 2.000 años de historia del papado, algunos nombres han sido repetidos muchas veces. Juan lidera la lista, con 23 papas que lo han escogido. Le siguen Gregorio (16), Benedicto (16), Clemente (14), Inocencio (13), León (13) y Pío (12). Esta repetición no es casual: muchos pontífices buscan rendir homenaje a figuras previas cuyo legado admiran, o establecer una conexión con etapas particulares del catolicismo.

El uso reiterado de ciertos nombres no sólo obedece a una tradición devocional, sino también a una lógica política y simbólica. Escoger un nombre que ya ha sido usado puede transmitir continuidad, estabilidad o respeto por una época considerada dorada de la Iglesia. Por eso, aunque el nuevo Papa puede elegir cualquier nombre, muchos optan por nombres cargados de historia, con significados consolidados y fáciles de reconocer por los fieles.