Conoce al rey Salomón
El rey Salomón fue hijo del rey David y de Betsabé, ungido como soberano de los hebreos e instruido por su padre en sus obligaciones, en detrimento de Adonías, su hermanastro mayor, que era el aspirante a la sucesión al trono de Israel. Cuando muere el rey David y teniendo el apoyo de su madre, Salomón procedió a eliminar a sus adversarios políticos, destacando a su hermanastro Adonías y el general Joab, comenzando un reinado que tuvo gran periodo de paz, así como buenas relaciones con los países cercanos, desarrollándose en lo político, económico y en lo cultural.
Más sobre el reinado de Salomón
La seguridad interna y un gran control de las vías de comunicación, hicieron que creciese el comercio hebreo, de forma especial el de los caballos, que desde Cilicia se transportaban a Egipto.
Para fomentar la actividad comercial, Salomón lo que hizo fue construir una flota que contaba con base en el puerto de Esionguéber, junto a Elat, a orillas del mar Rojo, consolidando el poder político de Israel en la región casádose con una de las hijas del faraón de Egipto y estrechando los lazos de amistad con Hiram I, rey de la ciudad de Tiro.
El buen momento económico, ayudó a que el monarca levantara en Jesusalén el templo que David proyectó para dar cobijo al Arca de la Alianza y su rico palacio real.
Los gastos de la corte, como otras obras públicas se sufragaron con un régimen tributario pesado que se sustentaba en una reforma administrativa que lo que hacía era dividir el país en doce distritos que tenían una extensión según fuera más o menos fertil el suelo y la facilidad de las comunicaciones.
En los últimos años de vida de Salomón, el aumento de la presión fiscal y los muchos cultos a divinidades foráneas que introdujeron las muchas mujeres extrajeras que tuvo el monarca, lo que hicieron fue crear un malestar.
Ese sentimiento popular estalló en el reinado de su hijo y sucedor, Roboam, que fue incapaz de evitar la la rebelión de diez de las doce tribus hebreas (todas excepto las de Judá y Benjamín) y la posterior escisión del país en dos reinos: el de Israel, al norte, con capital en Siquem, y el de Judá, al sur, con capital en Jerusalén (929 a.C.), que siguieron luego una evolución independiente, cuando no hostil. Un buen rey que ha pasado a la historia por su buena labor.
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