Vega: “A veces, Vega me importa un pimiento; yo soy Mercedes por encima de todo, y mi público lo sabe”
Vega está en una mesa de La Tita Rivera, su bar de referencia en la calle Pérez Galdós de Madrid, junto a Fuencarral, donde bullen los locales con un ambiente como el que desprende su música: todo muy bien hecho para disfrutar, todo pensado de antemano para compartir. Pero no es Vega, y lo sabremos de inmediato, es Mercedes Mígel Carpio, una mujer cordobesa que rebosa ideas y determinación para sacarlas adelante, que te pide un minuto para salir a fumar un cigarro y la entrevista comienza ahí, en la puerta del local. Pero no es una entrevista, es una conversación.
R.– …lo que te estaba diciendo. Que entrar en la cuarentena te hace seleccionar mucho los proyectos. Y yo tengo clarísimo que lo que haga me tiene que gustar y que estoy aportando algo. Eso es lo que pretendía con ‘Non ho l’età’, que es un disco difícil. Y luego lo del italiano, porque todo el mundo me decía que lo hiciera en español. No, no. Estas canciones yo las he conocido así y las quiero interpretar en el idioma en que las he conocido. En parte porque rara vez me ha gustado una adaptación de cualquier canción a otro idioma.
PREGUNTA.– Llevamos grabando un rato… Empezamos lo preparado: Oye, ¿cuáles son tus orígenes musicales?
RESPUESTA.– Uy, de todo… Conmigo no se puede esperar un disco determinado. Pueden parecer que son voluntos de antojo, pero es que he escuchado una música tan variada en casa siempre. Yo creo que soy músico porque había una guitarra en casa. Y está la influencia de mis padres básicamente. Por eso ‘Non ho l’età’. Habrá a quien le parezca raro, pero he escuchado desde los Smiths a Camela. Yo nunca entro en las comparativas de calidades musicales o qué estilo es mejor o es peor. Tengo la suerte de haber escuchado una diversidad musical tan amplia que según en la época en la que me encuentro unas tienen más peso que otras, pero todas tienen algo que ver conmigo.
P.– Y la música italiana, ¿dónde está ahí?
R.– Es que es muy familiar para mí, la escuchaba mi padre. Yo no entendía lo que decían, y esto es importante, así que lo que me fascinaban eran las melodías. Siempre digo que he hecho ‘Non ho l’età’ porque son canciones que marcaron mi forma de escribir en la parte musical. Mis letras sí están mucho más marcadas por cantautores como Silvio o Aute. Pero las de la música italiana son las melodías pop por excelencia. Sobre todo las de la década de los 60. En ‘Non ho l’età’ casi todo el repertorio está sacado de esa década, salvo ‘Centro di gravità…’, de Franco Battiato, que hace el enlace con mi generación.
P.- ¿Y de quién bebe tu música, sólo de músicos? Un libro, un cuadro…
R.– En arte, todo. Y la vida cotidiana. Yo me considero una persona bastante sensible a todo lo que me rodea, ¿no? Ya sea arte, sean vivencias, sea el telediario. Todo me influye. Un día me dijo [el productor musical] Nigel Walker: «Si hay que copiar, copia de los grandes». Y de los grandes músicos sí que hay una influencia en la parte musical, pero como letrista tengo que decir que todo lo que sucede a mi alrededor me influye. Nunca toco temáticas donde crea que puedo mediatizar al público, porque creo en la pluralidad de pensamientos, y todos son válidos si están basados en el respeto. Del cantautor he cogido la poesía, pero no la parte social. Yo lo que puedo aportar es canciones que le sirvan a la gente para resarcirse de un momento, o simplemente pasar un trago, o pasarlo bien… ya hay otra gente para hacerles pensar en eso.
P.– Tus discos están autoproducidos. ¿La música de hoy exige más talentos aparte del musical?
R.– No sé si en mi caso responde a que soy una maniática compulsiva de controlarlo todo [risas]. Hay cosas que tengo tan sumamente claras que quiero que estén plasmadas así. En España me costó al principio, un poco como mujer, que parece que tienes que llegar al estudio, poner la cara bonita, cantar e irte. No sé tocar ni la batería ni el bajo, pero sí sé cómo quiero que suenen. Quizá por el sitio del que yo salía [Vega se dio a conocer al público masivo en la segunda edición de ‘Operación Triunfo’, en TVE], se daba por hecho que somos intérpretes y no tenemos que hacer otra cosa que interpretar, ¿no? Y yo tenía muchas cosas que decir como compositora y como músico. Y ese espacio me lo dieron grabando fuera.
P.– En tus discos eres muy dada a las colaboraciones. Raphael, Rodrigo Sandoval, Elvis Costello esta vez… ¿Son placeres siempre, todos, o son peajes?
R.– En mi caso, si te das cuenta, la única que gana en esas colaboraciones soy yo, las cosas como son. Lo último que necesitan es colaborar conmigo. Así que por ahí ya tenemos fuera, por lo menos, la parte bidireccional de interés. Ahora te voy a quitar la parte mía, la del interés comercial, porque a mí ya me pueden dar el número uno de reggaeton que jamás me verás ahí, porque yo no tengo nada que hacer, no tengo nada que aportar ahí, no me llena, no me gusta, me da igual. Mis colaboraciones son con gente a la que admiro y que, en un principio, lo más lógico es que me mandaran por ahí a comprar churros [risas]. Y yo me di cuenta de que a gente como Elvis Costello, como Raphael o como Arturo Sandoval los tienes que motivar, que ya lo han hecho todo en esta vida, tienen su propio éxito, tienen todo. Y eso tiene algo más bonito que las meras colaboraciones merketinianas, porque he tenido que conseguir motivar a un tío que ya lo ha hecho todo.
P.– Y cuéntame cómo fue lo de Elvis Costello.
R.– Pues mira, a Elvis Costello lo conocí en Los Ángeles, en la presentación de su libro, ‘Unfaithfull music and dissapearing ink’. Fui con Sebastián Krys [su productor]. Y lo que tiene trabajar fuera, pude pasar al backstage para decir ‘hola’. Yo, sinceramente, mirando al suelo, muerta de la vergüenza. Y Sebastián es el que dice ‘mira, ella es una artista española, y estamos haciendo un disco de música italiana…’ Y Elvis me preguntó por qué… Y las cosas de palacio van despacio. Le mandamos la maqueta y Sebastián le hizo la pregunta: ‘¿Te gustaría colaborar con ella?’ Y él dijo ‘déjame escucharlo’… ¡No dijo ‘no’! Escuchó las canciones y dijo «me gusta ésta, me gusta ‘Dio come ti amo’». Al final fue posible, y no te puedes imaginar hasta qué punto de obsesión por la perfección. Es muy meticuloso, en el tono, buscando dónde nuestras voces pudieran funcionar juntas. Y no sólo cantar, sino la intención cantando, que es fundamental en nuestra versión. El original de Modugno y de Cinquetti es mucho más soft, y lo mío era un poco como de drama al estilo ‘El padrino’.
P.– Las composiciones para otros, ¿cómo nacen? No es igual componer para Bisbal que para Auryn. ¿Son puro trabajo, propones, te proponen?
R.– Es mi otro trabajo, pero no propongo. Normalmente me proponen, me llaman. He conseguido eso con los años. En mi web puse mucho tiempo una frase que decía ‘Soy un sastre de canciones’, porque hay temas en español que si escucho una vez, sólo una vez, puedo decirte quién los ha escrito. Suelo fallar poco. Y es porque los autores a veces nos volvemos cómodos, tiramos de clichés… yo creo que no. Yo creo que hay intérpretes que tienen un registro vocal, que tienen vivencias también. Ellos tienen un talento brutal que es el de saber comunicarlo perfectamente al público. Los artistas con los que trabajo publican de forma mucho más masiva que yo. Y digo ‘mis canciones molan, la que no mola soy yo…’ [risas] Me tomo ese trabajo como darle la oportunidad a un intérprete de sentir lo más parecido a lo que siento yo cuando interpreto una canción mía.
P.– En tus discos se notan muchas influencias. Yo he encontrado incluso guitarras que suenan a George Harrison…
R.– Puede ser…
P.– ¿Qué tienes en tu iPod? ¿Qué escuchas tú?
R.– No escucho música… ¡Ay dios mío! Ahora cómo lo explico yo… Yo no escucho música, yo hago música. Escucho música en los sitios, cuando alguien me recomienda algo, pero yo soy más de escuchar música clásica en casa. Porque me paso el día haciendo música, así que necesito también refrescar mi cabeza. Me gusta más leer, películas, series… cosas que me motivan para hacer música. No escucho novedades, y si lo hago es como noticia. Noséquién lanza un disco y lo escucho a ver qué han hecho. Luego, algunas de esas canciones pasan a mi lista de favoritos. Y hay gente que me dice, ¿no te cansas de escuchar en bucle las mismas 300 canciones? No. Y es muy difícil mover esa lista. Voy metiendo con cuentagotas, pero sólo cosas que de repente me hagan ¡bam! y me den un vuelco.
P.– ¿Adónde quieres llegar con ‘Non ho l’età?
R.– ¡A todo el público! Es un disco con pretensiones en ilusión. En mis conciertos hay gente por encima de los 50 años y por debajo de los 20. Y me dije ‘yo tengo que decirle a esa gente de 20 que hubo una época que en Italia se hacían unas canciones que no habéis escuchado’. Así que para los amyores es un ‘remember’ fresco actualizado, para los de mi generación es ‘esto viene de aquí’, y a los que vienen detrás es decirles ‘todo esto pasó para tú escuches lo de ahora’.
P.– ¿Y promocionarás el disco en Italia?
R.– Pues mira… y yo qué sé. Es que hay muchas cosas en mi disco que no están planeadas. Rueda, y adonde te lleve la rueda… ¿Aquí me gusta? Bien. ¿Aquí no me gusta? Pues no vuelvo, marcha atrás y ya está, para otro lado. Si tiene que ser será, ¿no? Por ejemplo, Elvis tiene mogollón de público en Italia. Tampoco sé si a un italiano le interesará escuchar a una española cantando en italiano, ¿no?
P.– Bueno, Italia nos ha mandado italianos a cantar en español: Ramazzotti, Carrá, Pausini…
R.– Sí, visto así, sí. Sólo espero pronunciar un pelín [risas]. Y no lo digo concretamente por ninguno. Mira, hubo un concierto en el que hice un ‘remember’ de canciones. Una por año desde mis 15 hasta los 27 que tenía, y canté ‘La soledad’ de Laura Pausini, porque yo tuve 15 años y sufrí como una bellaca con esa canción, ¿no? Pero me gustaba mucho más Laura cantando en italiano ese tema que en español. Entonces, me da pudor. Si tengo que ir, iré, pero reforzaré las clases de italiano antes…
P.– …si te llaman.
R.– Yo es que soy de si me llaman. No es por ego, es que soy un poco tímida. Si las cosas funcionan… No soy de forzar, las cosas forzadas no me gustan, ni en colaboraciones, ni en promos… Mira, me fui a Nueva York hace una semana porque pensaba que nadie iba a querer escuchar esto. Y de repente me dicen ‘es que se me acumulan las entrevistas’. Me he ido y no es porque no quiera trabajar, pero es que para mí siempre es como si fuera el primer disco y miro para el suelo. Si tiene que ser será, no me gusta pedir las cosas. ¡Y soy publicista! Tengo mucho de psicóloga en mis letras, pero a la hora de venderme me meto en un caparazón y me da mucha cosa. Si me llaman, bien.
P.– ¿Girarás por España este verano? ¿En qué formato?
R.– Sí… Mira, éste es un disco en el que las canciones son buenas, se prestan a cualquier formato. Con ‘Non ho l’età’ me apetece una gira a lo diva. Descubrí no hace mucho que me gustaba cantar, y que era cantante además de autor. Me di cuenta con ‘Wolverines’. Por eso un disco de intérprete. Y me apetece subirme a un escenario bien rodeada, con los instrumentos que tiene, la sección de metales, las mandolinas, los acordeones… Requiere una puesta en escena que le haga justicia, ¿no? Así que lo tengo claro, es un disco para teatros.
P.– Son canciones muy familiares, de ti, de tu familia, de tu raíz. Curiosamente, te ha surgido en el momento en el que tú estás también creando familia. ¿Es un circulo?
R.– Mira, me encantaría decirte ‘esto está pensadísimo’. Pero no, todo lo que pasa en mi vida no está pensado previamente. Está, sí, disfrutado sobre la marcha, que de eso soy mucho. Que mi hija venía al mundo me enteré grabando el disco. Y hasta cierto punto me pareció como un mensaje divino. Estoy haciendo este disco por eso, por la importancia del peso de la familia. Porque ‘Wolverines’ fue un disco maravilloso, pero me absorbió física y psíquicamente. Saqué mi propio sello y fueron muchísimas horas, hacíamos dos personas el trabajo de 17. Entonces, paré para mirar a mi familia y decirme que quería tener tiempo para ella. Y de repente amplío mi familia, y era algo que no esperaba. Fue como ‘recomponte’. Yo creo que la vida manda y te va diciendo a cada rato dónde tienes que estar.
P.– Eres una chica inteligente, universitaria… pero te conocimos en la tele. Y eres guapa. En la época del selfie, tú no ejerces como icono ni de starlette.
R.– ¿Sabes lo que pasa? Que yo creo que una de mis grandes virtudes, y defectos, es que no soy manejable. Y cuando no lo eres, intentar estar en ese tipo de cosas es complicado. De hecho, yo creo que los grandes encontronazos que tuve al principio de mi carrera es porque me querían manejar. El día que me corté el pelo no fue en plan reivindicativo a nivel público, pero sí un ‘hasta aquí’. Con la gente que trabajaba parecía un poco eso, la niña mona, que viene a cantar, con el pelo largo, tú tienes que hacer esto y esto… y dije al carajo, ahora me corto el pelo. ¿Y qué?
P.– Pero podrías utilizarlo… Hay actrices, cantantes que sacan mucho dinero de ser ‘influencers’, de ‘mira lo que me pongo’.
R.– Es que soy muy mala para condicionar a la gente. Hay cosas que a mí a nivel personal no me motiva. Es decir, cada vez que me veas un día asociada a una marca es que la consumo. Si no, ni muerta. Soy publicista pero yo misma cuando veo esas cosas… Un día, una multinacional me dijo: ‘noséquién te paga 600 euros por un tuit diciendo que te comes un yogur todas las mañanas’. Y dije que no. Lo siento. Primero, porque no me gusta ese yogur. Y segundo, porque probablemente si yo fuera seguidora mía, yo misma diría ‘y a mí ¿qué narices me importa que te comas un yogur de ésos cada mañana?’ Es que me parece estúpido. Y respeto a la gente que lo hace, pero yo no sirvo para eso. Porque no me creo. Y probablemente me cierro puertas también…
P.– Sí, pero las que se abren, son de verdad, y estás segura de ellas.
R.– Sí. Y normalmente, la gente suele responder. Luego te llevas batacazos, es verdad. Pero estoy tranquila, porque no pienso que esté estafando a nadie. Es difícil tener la psicología que yo tengo y haber estudiado publicidad, no sé si me hubiera muerto de hambre dedicándome a eso.
P.– ¿Y todo esto tiene que ver con una cierta postura o militancia feminista?
R.– Cero
P.– Socialmente, el machismo es un hecho, ¿lo sufres y te influye en el trabajo?
R.– Me cuesta mucho trabajo hablar de este tema, porque todavía no tengo claro qué es lo que pienso. Si me preguntas así a bote pronto, te digo ‘no soy feminista’. No he necesitado serlo, también es verdad. ¿Has sufrido machismo? Sí, mucho, y muy desagradable ¿eh? Al punto de que no me mola ni contarlo. Y cosas que me han pasado como mujer que estoy convencida de que no le han pasado a un tío, pero vamos, ni harto de whisky. Pero hay una parte de mí que duda si ha sido una actitud con las mujeres o ha sido conmigo concretamente. Soy pro mujer todo lo del mundo y más. ¿Defender los derechos de las mujeres? Me verás la primera en cualquier sitio. Pero tampoco me gusta el dedo acusador constante. Ojo. Algunos de los machismos que he sufrido no los he sufrido de un hombre, sino de una mujer, que también somos bonitas nosotras. No queremos los machismos pero si van a contratar a una, que me contraten a mí. Y mientras que haya mujeres que no pongan solución a eso, no le voy a reprochar nada a un tío. Y yo no pido cosas, me las van a dar porque yo lo valgo [golpea la mesa al ritmo de las sílabas]. A mí, que me guarden un 10% de cuota por ser mujer es una cosa que me toca las narices, porque digo ‘¿un 10%? Dame el 70% si yo lo valgo’. Yo soy de la igualdad real. ¿Y qué significa? Que si tú eres buena, tienes las mismas oportunidades, el mismo sueldo, no por ser mujer. Mi lucha está ahí. No es mujer por ser mujer, la igualdad es para mí mucho más amplia. Y soy super talibán de eso. ¿Te preguntabas que por qué no hago tanta imagen? Quizás por pensar así, que soy bastante radical y la igualdad la entiendo de otra forma.
P.– ¿Tu carrera está donde querías, imaginabas estadios, estás donde quieres? ¿Entre el ‘quieres’ y ‘querías’ encaja?
R.– El ‘quieres’ y ‘querías’ han sido modulables. Y es natural que con 25 años quieras una cosa y cuando te acercas a los 40 te empiezas a decir ‘no sabía lo que quería’. Porque ‘cuidado con lo que sueñas’. Hoy mi carrera responde a lo que quiero hoy. No responde a lo que quería con 24 ni responderá a lo que quiera con 50, probablemente. Si me dices qué quiero en el futuro, pues seguir viviendo de mi trabajo, estar tranquila, tener tiempo para mi familia y hacer lo que me gusta. Hay gente que me dice ‘¿tú no quieres un estadio?’ Creo que no, aunque no lo sé porque tampoco lo he vivido, y cuando viví lo de los estadios de la forma en que lo viví, no me moló. Nada. Pero creo que no. Porque sí que escribo para artistas con ese tipo de carrera y digo ‘joé, todo el día en un avión, todo el día sin ver a mi hija, sin venir aquí [a La Tita Rivera] a tomar unas cañas o una copa de vino… Sin poder tirarme en el suelo, como hago a veces, y fumarme un cigarro…’ Esa gente vive a un nivel de presión que no nos damos cuenta. Hay artistas que tienen unas vidas que son jodidas. Te pongo un ejemplo: la primera vez que me nominaron a un Grammy, fue por un disco que me había dicho una multinacional que me lo metiera por algún sitio… De repente, crees que te vas a comer el mundo. Soñaba con una nominación al Grammy, sí, la tuve. ¿Ahora sueño con un Grammy? Pues si me lo dan, guay, porque mola. Pero tampoco me va la vida en ello.… Así, la segunda vez que me nominaron fui de pachorra…
P.– Sin tacones…
R.– No, me puse tacón porque, como dice mi madre, yo tengo un punto con el tacón que sin él lo pierdo. Porque soy muy pequeñita [risas]. Pero bueno, en el primero fui con el pelo corto y vestida de tío. En el segundo sí llevé vestido, porque fui muy relajada. En el primero pensaba incluso que tenía posibilidades de ganarlo. Al segundo ya sabía que no me lo iban a dar, pero fui con la familia a Las Vegas, me jugué una ruletilla, lo típico de turista, y flipas porque estás nominada, y ves que tu público se emociona. Yo me quedo con eso.
P.– Además, ¿eso te impediría relacionarte con el público como te relacionas?
R.– Probablemente. La gente que me conoce sabe que me pego dos horas cantando y luego acabo el bolo y paso cuatro saludando a la gente. Probablemente lo tenga que empezar a reducir, porque ahora tengo un bebé al que atender.
P.– Porque tú en redes… no eres el artista que se vende, es Mercedes la que está escribiendo…
R.– ¡Y cuando me cabreo también se me nota! Me da por escribir un post denunciando cómo están las calles de Madrid en algún momento. Me encanta ese punto de frescura, de que me importe un pimiento quién es Vega, dónde está Vega, porque por encima de Vega soy Mercedes, eso lo tengo claro. Para mí, parte de la comunicación con mi público es lo que disfruto de todo esto. Es decir, ver que eso le llega a la gente. Si no voy a aportar nada, ojo que yo en mi casa estoy estupenda ¿eh? Con mi guitarra, mi piano… O sea, voy a hacer lo mismo. Entonces, la diferencia entre no sacar discos y tener una vida pública siendo Vega es que puedo compartirlo con la gente, puedo hablar con ellos. Si no, creo que lo haría igual.
P.– Este disco apareció en mitad del trabajo de ‘La reina pez’. ¿Dónde ha quedado este proyecto?
R.– Mira, este disco surge en una reunión con Sebastián Krys para hablar de ‘La reina pez’. Repertorio, músicos, estudios… En esa conversación comemos en un italiano, y comienza a sonar música de esa época. Y me quedo escuchando y le digo ‘Cómo me gustaría… algún día quiero hacer un disco de éstos’. Contestación de Sebastián: ‘¿y por qué no lo haces ya? Te vienes y grabamos los dos del tirón’. Y de repente, 15 días antes de irme a Los Ángeles, ¡decidimos que vamos a hacer un disco en italiano! [risas] Y cuando acabé de grabar el italiano, lo aparqué. Así que no arranqué a grabar ‘La reina pez’. Porque me tuve que volver para España con mi super bombo [se toca el vientre]. Pero de lo que iba a ser a lo que es ahora, después de un año y medio han salido más canciones. Así que ese disco tiene un repertorio enorme a puntito. ¿Por qué digo que a finales de año tenemos ‘La reina pez’? Porque grabar un disco es relativamente simple, si lo tienes ya todo planeado, es rápido. En un mes, mes y medio, lo tienes grabado. Y estoy para entrar en el estudio y grabar. En un momento sin estrés de ningún tipo.
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