Morenito de Aranda corta la primera oreja en la Feria de San Isidro
Jesús Martínez «Morenito de Aranda» inauguró este viernes el marcador de orejas de la Feria de San Isidro, trofeo devaluado por la poca entidad de la faena y en la que contó mucho la generosidad de los tendidos, sumidos en un tremendo aburrimiento por la absoluta falta de casta de la corrida del Ventorrillo.
Gris oscuro, casi negro. Así lucía el cielo de Madrid a pocos minutos de arrancar el paseíllo. Hubo también agua. Y mucha. Pero solo en los prolegómenos de una tarde en la que había expectación por el buen sabor que dejó la ganadería de El Ventorrillo el pasado verano y por ver también a tres toreros que también habían tocado pelo durante la temporada 2016 en esta misma plaza.
Pero la expectación se fue tornando en decepción a medida que se iban arrastrando los mansos del hierro toledano, prácticamente imposibles para ensayar el más mínimo resquicio de toreo. Corrida plomiza, sin clase, a la defensiva y con algunos ejemplares, como primero, cuarto y sexto, rajándose también pronto.
Pero entre col y col, alguna lechuga hubo. Fue el caso del quinto, toro con transmisión simplemente porque fue el único que dio guerra y porque iba de largo, pero ni mucho menos fue bravo, así lo demostró en el caballo, ni acabó de entregarse en las telas de un Morenito que, totalmente avasallado, no se hizo con la situación. Fue más bien un toma y daca, que, no obstante, llevó la emoción a unos tendidos con ganas de juerga costase lo que costase.
Y así acabó llevándose el gato al agua el de Aranda, que solo se puso en el sitio y pegó algún que otro muletazo en condiciones cuando el astado estaba ya con la reserva encendida, pero el grueso de su labor fue una sucesión de series cortas, inacabadas y, sobre todo, aceleradas, sin acabar de domeñar las embestidas del animal, que fue el que marcó verdaderamente el ritmo.
Pero a la gente le dio igual, como tampoco importó el pinchazo previo a la estocada para la concesión de una «orejita» con la que se demuestra que el listón de este San Isidro empieza ya por los suelos. La tremenda ovación que se llevó el astado en el arrastre tampoco fue para tal, mas puede decirse que fue el tuerto en el país de los ciegos.
El resto de la corrida no tuvo nada de historia, y todo por el absoluto descastamiento de los «ventorrillos», que, aunque lucieron buenas hechuras e imponentes arboladuras, al final, se quedaron solo en la fachada.
El propio Morenito no pudo pasar de voluntarioso y de los detalles sueltos ante un segundo sin clase ni recorrido. Hubo buena actitud por parte del torero, por encima de las circunstancias, pero fue imposible armar faena.
Eugenio de Mora se las vio y se las deseó con un manso de libro, el que abrió plaza, con el que pasó las de caín para meterle la espada, y con un cuarto que se rajó prácticamente de salida.
Algo parecido le ocurrió a Román, que puso muchas ganas ante su imposible primero, las propias de un torero en su situación de tener que abrirse paso tarde a tarde, pues uno más acomodado hubiera tirado por la calle del medio casi en las probaturas.
Y ya con el rajado sexto lo único que se llevó fue un tremendo volteretón que casi lo manda a la andanada después de porfiar más de la cuenta en un angustioso trasteo, en el que se jugó «el hule» a cambio de nada.
FICHA DEL FESTEJO
Toros de El Ventorrillo, serios, con cuajo y mucha leña por delante, pero mansos y muy descastados, sin clase y algunos, como el cuarto, rajados casi desde el primer tercio.
Eugenio de Mora, de azul pavo y oro: tres pinchazos, media tendida, tres descabellos, otra media tendida que escupe y estocada caída (silencio tras dos avisos); y estocada desprendida (silencio).
Jesús Martínez «Morenito de Aranda», de grosella y oro: dos pinchazos y dos descabellos (ovación tras aviso); y pinchazo y estocada atravesada que escupe (oreja).
Román, de nazareno y oro: buena estocada (silencio); y dos pinchazos, casi entera atravesada y tres descabellos (silencio tras aviso).
En cuadrillas, Roberto Martín «Jarocho» y José Manuel Zamorano saludaron tras banderillear al segundo y quinto, respectivamente, y con ellos «el tercero» Pascual Mellinas.
La plaza registró dos tercios de entrada en tarde gris entoldada.
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