C. Tangana describe su nuevo disco ‘El Madrileño’ como un compendio de 14 ecuaciones: «Y no falla ni una»
Rumba mezclada con bachata, bossa con funk carioca o un corrido que no lo parece. En busca de «un álbum transgeneracional que impactase en la cultura española», el cruce de variables que es «El madrileño» de C. Tangana «podría haber sido un esperpento», pero el resultado -presume su autor- son 14 ecuaciones «y no falla ni una».
«Lo más difícil de decidir el repertorio ha sido no dejarme llevar por las canciones que más me gustaban ahora, que normalmente son las últimas, ni tampoco hacerlo por pensar que, si tenía una colaboración con tal persona, eso tenía que estar en el disco», explica Antón Álvarez (Madrid, 1990), alias Pucho, en una charla con Efe.
¿Su propósito con este disco de estudio que publica mañana Sony Music en medio de una gran expectación, tras encadenar tres números 1? «Incluir un poco de cada cosa para reflejar el espíritu de ‘lo español’, en un proyecto joven y experimental que no cayese todo el tiempo en la nostalgia».
Aunque no es el corte más antiguo, «Demasiadas mujeres» fue para él «la primera carta de presentación». «En ‘Views’ (2016) Drake tiene una canción de más de 4 minutos que funciona como introducción; yo quería algo así en este disco, que tuviese presencia, no ese prólogo que nunca te lees, sino los primeros 15 minutos de un películón», cuenta del corte que abre ampulosamente el álbum a ritmo de trompetas y pasadoble.
Toma el relevo «Tú me dejaste de querer», con Niño de Elche y La Húngara. El gran bombazo de «El madrileño» con 1,6 millones de reproducciones en 24 horas, lo convirtió en el mejor debut de la historia de Spotify España. «Si había una canción que podía enganchar al público hacia un disco así de experimental, era esta», reconoce.
Esta «rumbachata», uno de los géneros acuñados por su autor, nació de un «riff» que recordaba a Extremoduro, pasado por el tamiz de «Where’s My Mind» de Pixies. Así surgió un estribillo que se fue hacia la rumba y un «riff» que tiró hacia la bachata. En su búsqueda de combinaciones inéditas, justo después, «Comerte entera», conjuga bossa con funk carioca y con Toquinho.
«Nunca estoy» supuso el «punto de inflexión» hacia este álbum. «Era el argumento para convencer a todo el mundo de que este era el camino, de que podía hacer algo transgeneracional, con impacto en la cultura de España y canciones que la gente va a recordar de verdad, arriesgadas y distintas, cada una con su espíritu», afirma.
C. Tangana echó mano de algunos de los versos más icónicos de dos claros ejemplos de esos artistas que han tendido puentes entre las tradiciones musicales del país, Alejandro Sanz y Rosario. «De hecho no había tema, solo la idea de partir de ese estribillo suyo: ‘¿Cómo quieres que te quiera si no estás aquí?’».
Por su parte, el artista mexicano Ed Maverick aplica bálsamo y «reverb» a las heridas de «Párteme la cara», con versos desdichados que parecen heredados del romancero nacional, mientras «Ingobernable» abraza los ritmos suburbiales y se atreve a «pitchear la voz de los Gipsy Kings como si fuese música electrónica».
«Una de las intenciones era hacer un álbum de música española que no fuese de flamenco. La identidad cultural española está cambiando ante cosas que habían sido rechazadas o que ‘no molaban’. Aquí hay un intento de ver lo que cualquier hipster o suplemento cultural habría dado por baja cultura y convertirlo en algo elevado, vanguardista», cuenta.
Templa «Nominao» su «amigo» Jorge Drexler, quien en cierto modo se tanganiza al interpretar su parte. «Ojalá yo pudiera tener su registro vocal y alcanzar esa calidez. No necesita de gorgoritos ni escalas para hacer la que para mí es una de las mejores interpretaciones del disco», destaca.
«Un veneno», de nuevo junto a Niño de Elche, incluía un «sampler» de «Campanera» de Joselito y fue el corte que primero presentó, aunque no obtuvo los datos de sus sucesoras. «Meterla en el disco dos años después me parecía injusto, no era suficiente», justifica ante la remezcla en la que ha incorporado a José Feliciano.
«Como los Gipsy Kings, es un boricua que triunfa en otro lugar y haciendo canciones de otros; su viaje tiene mucho que ver con el espíritu del álbum, también por su aura de estrella. Esta canción era una de las posibles para colaborar con él y tener a alguien con una trayectoria como la suya cantando ‘Esta ambición desmedida’ era demasiado potente como para dejarlo pasar», desvela.
México reaparece a través del toque r&b de Omar Apollo en la sensual «Te olvidaste» y de Carín León y Adriel Favela, dos baluartes del folklore actual de ese país, en «Cambia». Entre medias, irrumpe «Muriendo de envidia», con el cubano Elíades Ochoa transmutado «en El Pescaílla».
El triple salto mortal es «Cuándo olvidaré», con referencias al tango argentino («Nostalgias», de Enrique Cadicamo y Juan Carlos Cobián), la guajira cubana («Al vaivén de mi carreta», de Ñico Saquito), la bulería («Pasan Los Días», de La Tana), un «loop» vocal de r&b («Slide» de H.E.R) y un monólogo del histórico cantante de copla y pasodoble Pepe Blanco, en el que se ufana de que él puede hacer lo que Sinatra, pero no a la inversa.
«El logro ha sido que todo suene natural, aunque son experimentos. Hace dos años habría sido una locura o un esperpento, pero el resultado son canciones populares que suenan espontáneas pese a mezclas muy raras de estructuras, ritmos y sonidos, de letras y acentos», comenta sobre un proceso muy intuitivo en el estudio.
Al final del camino, alcanzado el punto de experimentación al que quería llegar en esta «parábola» musical que es «El madrileño», el encuentro es primero con Kiko Veneno en «Los tontos» para tejer más versos icónicos: «Tú te has creído que por ser yo bueno / puedes ir pisando por donde friego».
«Todas las letras se escribieron en el instante y a pocas les he dado la vuelta. En algunos casos he estado a punto de censurarme por la corrección política, en parte por las acusaciones que se me han hecho, en otras por si sonaba o no moderno, en otras por si estaban en línea de la composición romántica…», confiesa.
Le toma el relevo ese «Tengo una flor en el culo y un camello en Hong Kong» del decimocuarto corte, que comparte con Andrés Calamaro. «‘Hong Kong’ es el final de la gran etapa de mi carrera y lo más cerca que he estado nunca del rock latino, aunque de repente adquiere un lado más grunge y escapa de ahí», relata C. Tangana.
Para llegar a ella compartió estudio con el astro argentino, en un proceso que le ha servido para coger «mucha confianza» como autor. «Agradezco al reguetón haberme enseñado a hacer canciones. No sabía si estaba preparado para estos artistas, pero lo hemos hecho haciendo lo de siempre: ir al estudio con ideas vagas y aún así no hemos fallado ni una», apostilla este madrileño.
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