Voyager 2, una historia de amor a millones de kilómetros de la Tierra
En el año 1977 se lanzaban dos de las misiones más exitosas que ha puesto en órbita la NASA nunca, las de la Voyager 1 y Voyager 2. Aquí vamos a conocer un poco mejor la historia de esta segunda sonda que supuso una bonita historia de amor entre un célebre astrónomo y una escritora.
El lanzamiento de la Voyager 2 nacía con la idea de aprovechar una ocasión única, visitar los cuatro grandes planetas gaseosos que se alineaban por primera vez desde 1801. Es decir, que en cuestión de diez años podría alcanzar Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno.
Tras muchos estudios e investigación, descubrieron que una sola sonda sería capaz de visitar los cuatro gigantescos planetas y seguir su curso alejándose de nuestro vecindario cósmico.
La misión fue todo un éxito. En un par de años alcanzaba la órbita de Júpiter, en 1981 llegaba a Saturno y cinco años después se acercaría a Urano para terminar su visita en Neptuno en 1989.
Y luego, ¿qué? Luego, la sonda Voyager 2 siguió su camino alejándose cada vez más de nuestro planeta. Tanto es así que en su viaje de más de 40 años ha alcanzado la Heliopausa y se marcha a más de 130 UA (una unidad astronómica equivale a 150 millones de kilómetros, la distancia entre la Tierra y el Sol, por lo que hoy esta nave está a más de 20.000 millones de kilómetros de nuestro mundo) hoy en día, funcionando todavía y enviando información valiosa con sus sencillos equipos de a bordo, mucho más simples que cualquier smartphone actual.
La historia de amor de la Voyager 2
Pero, otro destalle curioso es que esta sonda supuso el nacimiento de una historia de amor que duraría décadas. Y es que la NASA le pidió al célebre divulgador y astrofísico Carl Sagan que preparase un mensaje que iría dentro de la nave en un disco de oro por si un día esta sonda contactaba con una civilización extraterrestre.
Como carta de presentación, Frank Drake fue quien propuso la grabación del disco fonográfico de cobre que se cubría de oro para soportar los rigores del espacio, y que también se añadió a la Voyager 1.
Para el mensaje, se ideó el contenido entre un equipo que incorporaba a Carl Sagan y a la escritora Ann Druyan. Precisamente del trabajo entre ambos, surgió no solo un saludo en 55 lenguas, imágenes y hora y media de música, también una historia de amor que duraría casi 20 años, hasta la muerte del popular astrónomo.
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