El terrible origen de la dentadura postiza de George Washington
Todos conocemos a George Washington por definirse como el primer presidente de los Estados Unidos de América. Un hombre que, según las biografías, era tan tímido como inteligente, una persona que no solía sonreír mucho que controlaba minuciosamente sus movimientos estéticos a causa de la falta de dientes. Washington perdió su primer diente a la edad de 20 años, por lo que cuando llegó a hacerse cargo del país ya solo contaba con una pieza en su boca. Y claro, un presidente no puede mantener un aspecto bucal tan deplorable, por lo que el ilustre George utilizó una dentadura postiza durante el resto de su vida. El misterio reside en los materiales de los que estaba hecha esa dentadura. Ahora, un nuevo estudio ha determinado el verdadero origen de sus dientes postizos, y es realmente atroz.
La dentadura de la discordia
Un grupo de investigadores de la Universidad de Virginia han revelado uno de los datos más atroces de la historia de los presidentes de Estados Unidos. Según los datos y análisis recabados por los profesionales, algunas de las piezas de la dentadura postiza de George Washington estaban fabricadas con una mezcla de marfil de hipopótamo y dientes humanos. Un material proveniente de los millones de esclavos que existían durante aquella época en el país americano.
En el siglo XVIII era bastante frecuente que los dentistas comprasen dientes de esclavos por cantidades ínfimas de dinero. Incluso las personas pobres que solían vivir en las calles vendían sus piezas para poder sobrevivir. Por eso desde el estudio aseguran que el origen esclavo puede ser una hipótesis bastante encaminada de los dientes del primer presidente de Estados Unidos. Asimismo, el propio George Washington contaba con numerosos esclavos a su merced y siempre estuvo a favor de la esclavitud durante su etapa de gobierno. No obstante, también ofició algunas leyes que permitieron humanizar un poco la situación.
Los investigadores también juegan con la posibilidad de que estas piezas procedieran directamente de personas muertas. Sin duda, una práctica completamente común en las grandes guerras que podía dar unos cuantos beneficios al indeseable que pudiera realizar tal acto sin escrúpulos.
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