Ni cada 2 ni cada 3 días: la ciencia dice cada cuánto deben ducharse los mayores de 65 años
A medida que envejecemos, no sólo cambia nuestra rutinas diaria, sino también las necesidades específicas de nuestro cuerpo. Uno de los aspectos que más suele pasar desapercibido en el cuidado de las personas mayores es la frecuencia con la que deben ducharse. ¿Es necesario seguir bañándose todos los días después de los 65 años? La respuesta, al parecer, no es tan simple como muchos imaginan.
Lo cierto es que, en la vejez, la piel se vuelve más delicada, pierde hidratación y se debilita su función protectora natural. Por eso, el baño frecuente (especialmente con agua caliente y jabones agresivos) puede terminar siendo contraproducente. Desde la dermatología y la geriatría, los especialistas han comenzado a advertir sobre los riesgos asociados al hecho de ducharse a diario en adultos mayores.
¿Cuántas veces por semana debería ducharse un adulto mayor?
Lejos de lo que muchos piensan, la ducha diaria no es una necesidad absoluta en todas las etapas de la vida. En adultos mayores, de hecho, puede ser más recomendable espaciar los baños. Diversos especialistas en dermatología y medicina geriátrica coinciden en que lo ideal es ducharse entre dos y tres veces por semana, dependiendo de factores individuales como el clima, la actividad física, el estado general de salud y la movilidad.
Este cambio de enfoque no significa descuidar la higiene, sino adaptarla a un cuerpo que ya no responde de la misma manera que en la juventud. La piel de las personas mayores es más fina, se reseca con facilidad y pierde su capacidad de retener agua. Además, con el paso del tiempo, la barrera natural que la protege se debilita, haciéndola más vulnerable a infecciones, irritaciones y lesiones.
Ducharse con demasiada frecuencia puede dañar esta capa protectora y eliminar los aceites naturales que mantienen la piel sana. Por eso, es importante comprender que, en la tercera edad, cuidar la piel implica también evitar excesos de limpieza.
Por qué el baño diario puede ser perjudicial
La piel actúa como una barrera entre el cuerpo y el entorno. Es nuestra primera línea de defensa frente a bacterias, virus, contaminantes y agresores externos. Sin embargo, esta defensa se ve comprometida con la edad. En adultos mayores, la dermis pierde colágeno, elasticidad y capacidad de regeneración. Si se suma a esto el uso frecuente de agua caliente y productos de higiene agresivos, el resultado puede ser una piel reseca, agrietada y propensa a infecciones.
Los problemas más comunes derivados del baño diario en personas mayores incluyen:
- Irritaciones y enrojecimientos en zonas sensibles, como los pliegues de la piel.
- Deshidratación cutánea, que produce picazón, tirantez y molestias.
- Aparición de microfisuras, por donde pueden ingresar bacterias o hongos.
- Alteración del microbioma cutáneo, es decir, de las bacterias beneficiosas que viven en la piel y que ayudan a mantener su equilibrio natural.
Cómo mantener una higiene adecuada sin bañarse todos los días
La clave para un buen cuidado en la tercera edad no es eliminar la ducha, sino adaptarla. Cuando hablamos de reducir la frecuencia del baño completo, nos referimos a reemplazar esa rutina por otras prácticas que aseguren limpieza sin dañar la piel.
Una estrategia efectiva consiste en limpiar cuidadosamente las zonas donde más sudor y bacterias se acumulan: axilas, zona genital, pies, cuello y rostro. Esta limpieza se puede hacer con paños húmedos, toallitas específicas o lavados suaves en el lavabo, sin necesidad de entrar completamente en la ducha.
También es fundamental cuidar los productos que se usan. Optar por jabones neutros, sin perfumes ni químicos agresivos, y usar agua tibia en lugar de caliente son pasos esenciales. Además, se debe hidratar la piel inmediatamente después del baño, con cremas humectantes adaptadas al tipo de piel de la persona. Esto ayuda a restaurar la barrera cutánea y a mantenerla en buen estado.
Ahora bien, es fundamental comprender que no existe una regla universal cuando se trata de la frecuencia del baño en adultos mayores. Cada persona tiene necesidades distintas, y estas deben evaluarse de forma individual. Por ejemplo, quienes realizan actividad física con frecuencia, caminan a diario o viven en climas cálidos y húmedos tienden a transpirar más, lo que podría hacer necesario ducharse con mayor frecuencia.
En cambio, las personas con movilidad reducida, piel extremadamente seca o enfermedades cutáneas deben considerar una rutina más cuidadosa. En estos casos, es preferible espaciar los baños y reforzar la limpieza con higiene localizada. Además, seguir las recomendaciones de un médico o dermatólogo puede ser clave para establecer un equilibrio entre limpieza y salud. Ajustar la frecuencia del baño de forma personalizada no solo protege la piel, sino que también mejora el confort y la calidad de vida en la vejez.
Lo esencial es prestar atención a las señales del cuerpo, utilizar productos suaves y crear una rutina que equilibre bienestar, limpieza y seguridad. Con un enfoque consciente y personalizado, es posible cuidar de la higiene sin poner en riesgo la piel ni el confort de las personas mayores.
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