Conmoción por el caso de una joven de 25 años con alergia al agua: «Salir bajo la lluvia…»
Para la mayoría de nosotros, el agua representa vida. Está presente en nuestros momentos más íntimos: una ducha cálida después de un largo día, el sudor que nos refresca después de hacer ejercicio, una lágrima derramada al sentir una emoción profunda. Pero ¿qué pasaría si cada una de esas situaciones cotidianas se convirtiera en una fuente de dolor? Esa es la realidad con la que vive Kendall Bryce, una joven de 25 años que enfrenta cada día una condición tan rara como devastadora: la urticaria acuagénica, también conocida como alergia al agua, una extraña enfermedad que convierte el contacto con el agua en una experiencia aterradora.
La urticaria acuagénica es una de esas condiciones que parecen sacadas de una novela de ciencia ficción. Pero lejos de la ficción, es una afección dermatológica real, extremadamente rara, en la que la piel reacciona al contacto con el agua, independientemente de su temperatura o pureza. El simple hecho de ducharse, lavarse las manos o incluso sudar puede desencadenar una serie de síntomas dolorosos: desde picor intenso y enrojecimiento hasta hinchazón y sensación de quemaduras.
Alergia al agua
Kendall no siempre vivió con esta condición. Recuerda que todo comenzó en la adolescencia, alrededor de los 15 años. En aquel entonces, después de un baño, notó erupciones en la piel que no podía explicar. Al principio pensó que era una reacción a algún jabón o producto de higiene, pero con el tiempo descubrió que la constante era el agua misma. Lo que en un inicio fue sólo un síntoma incómodo se convirtió, con los años, en una situación insostenible.
El diagnóstico oficial llegó en 2021, tras años de visitas a especialistas, pruebas, diagnósticos erróneos y tratamientos ineficaces. «Por mucho tiempo sentí que nadie me creía», relata Kendall. «Decían que era psicológico o que exageraba. Pero yo sabía que algo no estaba bien».
Las reacciones que sufre Kendall no se limitan a simples erupciones. La joven describe episodios de dolor tan agudo que su cuerpo entra en un estado similar al shock. «Hay veces que ni siquiera puedo hablar del dolor. Sólo lloro sin parar. Me arde como si mi piel se estuviera quemando viva», cuenta a Express.
Incluso situaciones tan naturales como llorar pueden convertirse en un suplicio. Las lágrimas, cargadas de agua salada, también desencadenan la reacción alérgica. Irónicamente, en los momentos en los que más necesita desahogarse, su propio cuerpo le impide hacerlo sin consecuencias.
Pero lo peor no es sólo el dolor físico. Es la constante anticipación, la necesidad de calcular cada paso, de vivir siempre en modo alerta. «Antes de salir, tengo que revisar el clima como si estuviera planeando una expedición extrema. Una tormenta imprevista puede significar horas de sufrimiento», confiesa.
Desde que fue diagnosticada, los médicos han probado diferentes medicamentos con la esperanza de mitigar los síntomas: antihistamínicos, corticosteroides, tratamientos tópicos, terapias experimentales. Pero nada ha resultado efectivo. «He probado de todo, y a veces siento que soy un experimento», comenta. «Y ahora, estando embarazada, las opciones se reducen aún más».
La frustración de no encontrar alivio se mezcla con el miedo al futuro. Kendall no sabe si esta condición se agravará, si afectará a sus hijos o si algún día podrá volver a tener una vida «normal». Y sin embargo, no se rinde.
La joven ha encontrado cierta tranquilidad en compartir su historia con el mundo. A través de redes sociales y entrevistas, ha logrado visibilizar la alergia al agua, una enfermedad de la que muy pocos habían oído hablar. «Hay muchas personas que viven con enfermedades invisibles. Yo sólo quiero que se sepa que existimos, que nuestro dolor es real», asegura.
Pese a todos los obstáculos, Kendall no ha perdido la esperanza. Tiene un sueño muy sencillo, casi banal para cualquiera, pero profundamente significativo para ella: poder caminar bajo la lluvia sin dolor, abrazar a sus hijos sin pensar en el sudor o el agua, bañarse sin tener que prepararse mentalmente para el sufrimiento que vendrá después.
«Sólo quiero una vida normal. No busco lujos, ni nada extraordinario. Sólo quiero vivir sin miedo al agua, sin tener que explicar mi dolor cada vez que digo que no puedo hacer algo», concluye.
Prevalencia
La urticaria acuagénica es una afección extremadamente poco común que forma parte de las denominadas «urticarias físicas» un grupo de alergias desencadenadas por estímulos como el calor, el frío, la presión o, en este caso, el contacto con el agua.
Aunque se trata de una reacción alérgica, no está relacionada con una alergia tradicional a una sustancia química específica del agua, sino que se produce por un mecanismo que aún no se comprende del todo. Se han registrado menos de 100 casos documentados clínicamente en todo el mundo, aunque se estima que podrían existir más casos sin diagnosticar, ya sea por falta de conocimiento médico o por lo extraño de los síntomas.
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