Los padres no se lo esperaban: el ‘síndrome del niño hiperregalado’ crece tras Navidad y muchos temen que se repita en Reyes
Los niños reciben demasiados regalos estos días por lo que es fácil que al poco tiempo ya no les hagan caso
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La resaca navideña dura poco cuando hay niños en casa. No han pasado ni dos días desde que Papá Noel dejara sus primeros paquetes y, sin embargo, muchos padres ya están experimentando algo que de hecho, se repite año tras año. Es decir, muchos niños dejan juguetes sin estrenar, otros acaban tirados por el salón una vez se abre el regalo y también se da el caso de niños que no saben ni por dónde empezar. El entusiasmo del día 25 se ha diluido demasiado rápido, dejando una sensación extraña que no deja de ser una mezcla entre ilusión y la saturación que muchos padres ya temen que se repita de nuevo cuando lleguen los Reyes Magos.
Justo ahora que ya ha pasado Navidad y que comenzamos a encarrilar el camino hacia la noche del 5 de enero, es el momento en el que algunas familias empiezan a detectar que la emoción inicial de los niños por todos los regalos recibidos el pasado 25 de diciembre no sólo baja, sino que a veces desaparece por completo. Los niños pasan de un regalo a otro sin apenas mirar, abren cajas como quien hojea un catálogo y, en muchos casos, ya no muestran interés por lo que hace apenas 48 horas les hacía sentir mucha emoción y nervios. Los especialistas lo llevan tiempo advirtiendo: este parón entre Navidad y Reyes es el termómetro perfecto para identificar el que se denomina como síndrome del niño hiperregalado, un fenómeno que crece año tras año y que deja al descubierto la cara menos amable de unas fiestas centradas en la abundancia. Y es que lo que debería sostener la magia termina, a menudo, empujando a la saturación, el desinterés e incluso la frustración.
El ‘síndrome del niño hiperregalado’ crece tras Navidad
Los psicólogos hablan de pico de estímulos. El niño recibe tantos objetos en tan poco tiempo que su capacidad emocional no llega a procesarlos. La ilusión se fragmenta y, con ella, el sentido del propio regalo. Una vez pasamos el 25 de diciembre, esta sensación se vuelve visible: juguetes que se quedan en una esquina, prisas por abrir lo que queda pendiente y una especie de impaciencia constante que impide disfrutar de cada momento.
Los padres también notan signos claros. Algunos comentan que sus hijos ya no recuerdan quién les ha regalado qué. Otros aseguran que los pequeños se entretienen más con el envoltorio que con el propio contenido. Y no es casualidad: cuando los estímulos se encadenan sin pausa, el ritual de abrir regalos pierde su simbolismo y se convierte en un gesto casi automático al que además, no se da valor.
La ilusión se diluye por exceso
La sobreabundancia de regalos a los niños, no sólo resta valor emocional, sino que bloquea habilidades esenciales: la espera, la gratitud y la capacidad de concentrarse en una actividad durante más de unos minutos. Cuando todo llega sin esfuerzo y en cuestión de horas, los niños no tienen espacio para saborear lo que reciben. El resultado es una ilusión breve, intensa y fugaz, que raramente se mantiene hasta Reyes.
Algunos expertos explican que esta saturación provoca que los regalos de la noche del 5 de enero se disfruten incluso menos. El niño ya llega exhausto, estimulado en exceso y sin una necesidad real de más objetos. Por eso, muchos padres temen que lo que debería ser la noche más mágica del año se convierta en una repetición del mismo patrón: abrir por abrir.
Qué pueden hacer las familias durante esta semana
Los especialistas coinciden en un consejo clave esta semana, que todavía queda tiempo hasta Reyes, es mejor frenar el ritmo. Ordenar, seleccionar, guardar parte de lo recibido e incluso rotar juguetes ayuda a que el niño vuelva a conectar con ellos. También recomiendan revisar la carta a los Reyes y acotarla a unos pocos deseos realistas, más centrados en calidad que en cantidad.
Proponen priorizar regalos que fomenten experiencias y juego compartido. Actividades creativas, libros, juegos en familia o propuestas relacionadas con el tiempo juntos suelen tener un impacto más profundo que una avalancha de objetos. Lo importante es que el niño viva la espera, entienda el significado y disfrute del proceso.
Recuperar el sentido de estas fechas
Al final, el problema no está en Papá Noel ni en los Reyes Magos, sino en la acumulación. La Navidad, recuerdan los psicólogos, debería ser una ocasión para convivir, crear recuerdos y compartir. La emoción se sostiene cuando hay espacio, calma y un tiempo razonable entre un estímulo y otro. La magia no desaparece por falta de regalos, sino por exceso de ellos.
Y, al final, todos coinciden en la misma idea: lo que verdaderamente perdura no es lo que se desenvuelve, sino lo que se vive. Tiempo, atención, momentos en familia. Eso, que no cabe en ningún paquete, es lo que mantiene la ilusión más allá del 6 de enero.
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