Visita al taller del artista Ñaco Fabré en Inca
'Alegría de la forma' es el título de la exposición de Fabré en la galería Roy de Felanitx
El ejercicio de contemplación estética centra la visita al nuevo taller del artista

Dado que no conocía el nuevo taller de Ñaco Fabré en Inca, y aprovechando que el pasado 5 de marzo había abierto nueva exposición individual en la galería Roy de Felanitx y así poder hablar tranquilamente de ella, concerté una visita. He conocido otros dos estudios anteriores de Ñaco, siempre repletos de magia y culto a la pureza de las formas, pero lo cierto es que el actual, ubicado en un edificio con un gran patio interior en el centro de la ciudad de Inca, me impresionó. Un lugar perfecto para trabajar, tanto en interior como en exterior, y donde también se puede vivir pues se trata de una casa-taller. Techos altos, luz diáfana e indirecta como la quería Cézanne en su taller de Aix-en-Provence (maravilloso estudio que justifica todo un vieja a la Provenza), aire tranquilo y silencioso.
La obra nueva de Fabré se despliega ante el visitante en todos los formatos y dimensiones imaginables: lienzos de distintas series en proceso de desarrollo, piezas volumétricas que reverberan colores que no se ven más que en esa tensión del aura alrededor de ellas, móviles que cuelgan del techo y que giran con el menor movimiento del aire, esculturas que se esfuerzan por cuadrarse dentro de nuevas disciplinas de la geometría… La obra de Ñaco Fabré, que se ha ido fraguando durante cuatro decenios, goza de una madurez envidiable, sostenida siempre en unos códigos de equilibrio estético, depuración de la forma y la consecución de una composición exquisita.
La exposición que puede visitarse en la actualidad en la galería Roy de Felanitx se titula Alegoría de la forma y en ella el núcleo de la obra proviene de la serie denominada Horizontes compartidos, donde la perspectiva con la que se construyen las imágenes —campos de color divididos por una geometría orgullosa de la línea recta— es eminentemente horizontal, generando planos de carácter arquitectónico que, en palabras del artista, vienen a ser la manifestación de un “ejercicio de contemplación estética”, en la tradición de Klee o Palazuelo.
Merece una mención especial la propia galería Roy de Felanitx, una de esas rarezas que uno encuentra de vez en cuando en la isla, y que cuando eso ocurre no entiende cómo ha podido existir sin que uno se haya enterado. Un espacio expositivo que se despliega en un edificio de tres plantas en la plaza Pax, perfecto para la exhibición del arte, y que lleva al menos tres años en activo mostrando obra, sobre todo, de artistas centroeuropeos de tradición minimalista o simbolista (Ñaco es el primer artista de la isla invitado), es decir, siguiendo una línea francamente alejada de esas corrientes de infantil trazado que ahora llenan los espacios-factoría del centro de la capital con toys, street art tabernario o parvularias anotaciones de neonaïf.
La galería, además, lleva a cabo una labor de edición de libros de arte y de artista de una factura magnífica, algo que termina de maravillar como fenómeno extraño y encomiable que está teniendo lugar al margen de las consabidas ubres de subvención de la Administración.
Siguiendo la visita al taller de Ñaco Fabré, pude disfrutar del trabajo de una nueva serie, titulada Patio de palabras, que junto con algunas piezas móviles va a ser el grueso de la obra que el artista tiene previsto mostrar en la exposición individual proyectada para esta primavera-verano en el museo de Can Prunera de Sóller. Dado que en la serie Patio de palabras la perspectiva que domina el ángulo de visión del espectador ha sido llevada del plano horizontal de la anterior serie al plano vertical, como si estuviera en el aire visionando la obra en el suelo, no es de extrañar que el título previsto para la muestra sea Elogio del aire, un título de neto sabor a poesía pura.
Ñaco Fabré está, como se ve, en plena inspiración creativa, enfrascado de lleno en el desarrollo de una obra en la que se dan cita la belleza de la composición equilibrada, el ritmo exquisito de los campos geométricos de color y la poesía que reposa en el fondo de las formas y que es la depositaria del misterio del que está compuesto el mundo, que escapa, como se sabe, al acoso del bisturí de la ciencia. Un auténtico lujo para los ojos y para el espíritu.
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