Objetivo cumplido, ilusión quebrada
No le falta razón a Dani Rodríguez al aclarar que «esta plantilla se diseñó con el objetivo de la permanencia y se ha conseguido, que después hayan surgido otras posibilidades es distinto». Sin embargo un futbolista que como él acumula experiencia y experiencias, sabe que la afición siempre pide más. Esto no es la NBA, cuya clasificación en los últimos puestos no acarrea fatales consecuencias deportivas y económicas, ni el Mallorca es el único al que sus seguidores exigen más. Si el Madrid y el Barça ganan la liga, se les pide que sumen la Copa y, por descontado, el título de la Champions o este verano, el maldito invento del mundialito de clubs.
Sin embargo la galopante comercialización del fútbol ha creado otro tipo de necesidades que escapan a los delirios propagandísticos de los ejecutivos de confianza del presidente Kohlberg quien, a su vez, no demuestra ningún deseo de modernizar las estructuras del club en relación a su objeto social, porque dar el salto a Europa supone un notable incremento del coste del equipo, una administración menos conservadora, un director que no confunda una sociedad anónima deportiva con una multinacional, sobre todo sin recursos para ello, y un «know how» a la altura de su puesto.
No basta un contable que sepa componer un balance, ni una secretaría técnica que desconozca el valor del fútbol base y su proyección o acuda al mercado siempre en desventaja respecto a sus competidores. Pero especialmente no ignorar los gustos de sus clientes y la sensibilidad de sus trabajadores. Cuando se alcanza el tramo definitivo de la competición no es momento de hablar de bares, gimnasios, redes sociales, vídeos de acontecimientos más dignos de conservar en el archivo que de magnificarlos o campañas publicitarias ajenas a lo que se cuece en el campo, lo único importante porque es lo que, dado el caso, permite generar todo lo demás.
Desde enero a mayo hemos leido, oído, visto y ya no digo escuchado muy poco de fútbol. El foco ha sido constantemente desviado a las extemporáneas prolongaciones de los contratos de Abdón o el llamado «Tigre de Betanzos», si Valjent se queda o se va, Leo Román que prefiere que le traspasen, Larin que no lo quiere pero Ortells si, las demandas de Antonio Sánchez y Copete que, al contrario del portero, no reivindican sobre el terreno de juego o, ¡menudo desafuero!, la King League de Maffeo, un dechado de inoportunidades.
La primera división, patrimonio principal de la SAD, por encima de la Ciudad Deportiva y de su estadio en Son Moix de titularidad municipal, no se sostiene con eslóganes publicitarios para lograr una mayor venta de entradas, ni camisetas para subir a Lluc. Las raíces alimentan otros sentimientos, -el público apoya al equipo, pero distante del club- y a Europa solo se va si uno quiere, -el movimiento se demuestra andando-, gana y tiene suerte.
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