Juliá pinturas y decoración: 75 años al lado de los mallorquines
Bartolomé Juliá ya ha dejado la empresa que fundaron sus padres en manos de sus hijos, la tercera generación
"Observando y escuchando se aprende de las personas y de los empresarios con éxito"
El libro 'Empresarios con Valor II', editado por ASIMA, recoge la trayectoria de Juliá pinturas y decoración
Gabriel Barceló, historia viva del turismo
Después de 50 años trabajando en la empresa familiar, Bartolomé Juliá está jubilado pero «activo». No en vano, no deja de ir a la empresa cada día, ahora solo por las mañanas porque «por las tardes los nietos tiran». El libro Empresarios con Valor II, editado por ASIMA, recoge la trayectoria de Juliá pinturas y decoración.
En el año 1947, Lorenzo Juliá Estela y Margarita Miquel Sastre se embarcaron en un negocio movidos por la inquietud de montar una empresa. Vivían en Llucmajor y a través del padre de Margarita localizaron un local en la puerta de San Antonio en Palma.
Los padres de Bartolomé Juliá se inclinaron por montar un negocio dedicado a las necesidades de aquel momento, droguería, ferretería y productos químicos. La puerta de San Antonio era entonces una zona donde había mucha actividad. «Era un centro de transacciones de ganado y hortalizas, muchos comerciantes y payeses de toda Mallorca recalaban en los bares Can Maganet y Can Consell, entre otros, y el negocio de mis padres aprovechó esta circunstancia pues la clientela se abastecía de los artículos que vendían, muchos de ellos a granel. Aquel entonces la gente venía con sus envases a rellenar todo tipo de productos químicos y droguería», relata Bartolomé Juliá.
Este empresario nació en 1949 y vivió su infancia en el negocio familiar. Cuenta que las primeras lecciones que le dieron sus padres fueron: «Haz las cosas bien. No te comprometas si no puedes cumplir un compromiso, seriedad ante todo». Tomó buena nota de ello y lo ha tenido presente hasta el día de hoy.
En 1958 Lorenzo Juliá abre un nuevo establecimiento en la calle José Anselmo Clavé, dedicado sobre todo a la fotografía analógica y pinturas.
Siendo el mayor de los hermanos tuvo que tomar la decisión de si se incorporaba de lleno en la empresa familiar y a los 18 años estudió profesorado mercantil en la Escuela de Comercio de Palma. «Obtuve conocimientos de gran utilidad para gestionar y administrar el negocio. Aparte de esto aprendí la dimensión humana y el saber de mis compañeros de promoción. De todo y de todos se aprende, de mi padre aprendí que sabía rodearse de buenos colaboradores que le ayudaron a crecer».
La trayectoria empresarial de Bartolomé Juliá pasó por seguir formándose con cursos que organizaba el IBEDE, promovidos por ASIMA. «Entonces venían personalidades del mundo de la economía y la empresa, lo cual te ayudaba a conocer gente y lo que piensan en este mundo cambiante de la economía», asegura en el libro.
Años complicados con la crisis del 2008
Juliá explica que «cuando tienes un papel que desempeñar y un objetivo, hay que trazar una meta. Los trabajadores confiaron en mí y yo en ellos». Asimismo, tiene palabras de agradecimiento para su mujer, que desde que se casaron «siempre ha estado implicada en la empresa».
En Casa Juliá también han pasado años complicados con la crisis del 2008. «Fueron años difíciles, creo que casi nadie se escapaba. Al tener la empresa económicamente consolidada, superamos todos los baches que había, pero la crisis estaba», apostilla.
Este empresario cuenta que han ido «dando saltos de gran utilidad». En el 1971 hicieron una ampliación de un local nuevo de 1.400 metros en la calle Marqués de Fuensanta y «fue el salto», expresa. Fue cuando Bartolomé Juliá entró de lleno tras terminar los estudios.
Una vez consolidada la tienda en la calle Fuensanta, en perspectiva de que venían los hijos, dieron un paso más y en el año 2001 se trasladaron al polígono Son Castelló, a una nave más pequeña de la que están ahora. Más tarde, en 2014, abrieron un nuevo establecimiento en Manacor, con la intención de atender la demanda en la zona del Llevant.
En la línea de negocio, incorporaron un grupo de compras, el Grupo Pyma, paralelo a la actividad que tienen de pinturas, maquinaria y todo lo que sean anexos a este gremio. «Nos mantenemos y es uno de los pilares para seguir trabajando en la empresa», afirma.
Sus hijos Toni y Lorenzo son la tercera generación de este negocio familiar. Estudiaron en Barcelona comercio y marketing y una vez finalizados los estudios se incorporaron a la empresa y, con ellos, su perspectiva. Ayudan con espíritu emprendedor y han estado en la última ampliación del local que tienen en Son Castelló, en unas instalaciones de 2.000 m2.
«Lo importante es cumplir con el objetivo propuesto»
Entre los consejos que les ha dado a sus hijos, destaca «mantener y practicar los valores que nos han traído hasta aquí y no perderlos de vista en ningún momento. Valores son, aparte de la seriedad y la palabra dada, ser fiel a ti mismo, constancia, esfuerzo y entusiasmo. No engañar a nadie ni a ti mismo». Además, incide en que se necesita poner la pasión necesaria para sacar las cosas adelante: «Sin mirar el reloj, lo importante es cumplir y terminar con el objetivo propuesto».
Bartolomé Juliá tiene claro que ahora es el momento de esta generación: «Yo he depositado la confianza para que ellos puedan ir desarrollando y estar al día de lo que hay en el mercado», expresa. Quién le iba a decir a su padre que sus nietos iban a llevar el peso de la compañía que fundó. Hasta los 98 años, Lorenzo Juliá seguía yendo a la empresa y si tenía que dar un consejo, lo daba, explica su hijo en el libro.
Está de acuerdo con su padre en que «observando y escuchando se aprende de las personas y de los empresarios con éxito». Lo que más le ha gustado de su trabajo son los pequeños logros del día a día, «una pequeña satisfacción que te invita a seguir. Cada día hay que ir tomando decisiones y si ves que hay una respuesta positiva te anima a seguir».
Jubilado activo, hace casi lo mismo que hacía unos años atrás, ¿por qué?, se pregunta, «porque es tu vida, te sale espontáneamente», responde. También, añade, «está el sentido de la responsabilidad, el empresario tiene una responsabilidad jurídica y social».
En Casa Juliá son ya cerca de 30 empleados y pueden presumir de haber
cumplido 75 años de historia.
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