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ARTE

Una historia del arte reciente (1960-2020) II en la Fundación Juan March de Palma

Imponente retrospectiva de un período de gran desarrollo del arte contemporáneo en España

Confluencia de las colecciones de la Fundación Juan March y la Colección DKV

El pasado 9 de marzo se abrió una extensa exposición, que acapara todas las salas del museo que la Fundación Juan March posee en Palma, en la calle San Miguel, y que presenta una retrospectiva a todo el panorama del arte reciente producido en España desde la segunda mitad del siglo pasado hasta las dos primeras décadas del siglo XXI. Este importante trabajo lo han desarrollado los equipos de las dos instituciones implicadas, puesto que las obras expuestas provienen de dos colecciones, las propias de la Fundación Juan March, siempre presentes en una llamada “rotación lenta” en expresión debida a Fernando Zóbel, junto a las seleccionadas de la Colección DKV, importante elenco de obras que tuvo su inicio en 2007.

La muestra recoge así la confluencia de ochenta obras de la colección del museo con el centenar de las seleccionadas de entre las más de ochocientas que componen la citada Colección DKV. Este tipo de propuestas de convivencia de obras del propio museo con otras llegadas de fuera, que también ha sido practicada en otras ocasiones anteriores como fue, por ejemplo, el caso de la magnífica muestra del mexicano Pablo Helguera, constituye una práctica inteligente e instructiva de dinamizar los propios recursos, otorgándoles además una plusvalía constante y renovadora.

Obra de Antonio Clavé.

En el caso presente el resultado es una imponente retrospectiva del arte contemporáneo en España desde 1960 hasta 2020, donde no falta ninguna de sus figuras señeras. Desde Antonio Saura, Luis Gordillo, José Manuel Broto, Juan Gris, Joan Miró, Pablo Palazuelo, Jorge Oteiza, Antoni Clavé o Antoni Tapies hasta los más jóvenes como Santiago Ydáñez, José Ramón Amondaráin, Miquel Barceló, Cristina Mejías o Nacho Martín Silva, el repaso por todas las vertientes y singularidades del arte en España es exhaustivo. Cada una de las veintidós salas en las que la exposición se despliega, además del propio patio y escalera donde también se encuentran piezas de la misma, tiene una marca de orientación y corresponde a un planteamiento curatorial determinado.

Así, por ejemplo, la sala 2 se refiere a “el poder original de la imaginación”, la 4 a “la materia y la palabra como materiales poéticos”, la 8 a “la naturaleza ensoñadora del paisaje” o la 12 a la “figuración onírica y orgánica”. Un trabajo imponente del equipo de comisarios compuesto por nueve miembros, a los que hay que añadir otros tantos que aportan sus textos, accesibles en soporte digital como todo el resto de la información de la muestra.

Obra de José Manuel Broto.

Cada espectador tiene sus inclinaciones personales y a mí en concreto las tres obras que me han subyugado de forma más intensa han sido la gran pieza de Luis Gordillo titulada “3”, usual en la colección del museo, el “gran rey a caballo” de Antoni Clavé y el siempre asombroso lienzo emparentado con los dioses de Cthulhu de Lovecraft perteneciente al admirado Joan Pons.

El planteamiento teórico se centra, según nota de Joan Bta. Peiró, en la proposición de que la “abstracción” no es lo contrario de la “figuración”: “mientras que el arte figurativo tiene en la imitación su principal estrategia operativa, el arte abstracto recurre a la identificación de aquello que se considera esencial: la materia, el color, la forma, el gesto”. Así, dado que la colección del museo es ya de por sí, nos dice Peiró, un magnífico ejemplo de las tensiones entre abstracción y figuración, “la exposición ahonda en el secular juego dialéctico entre ambas aportando actualizaciones acaecidas en las dos primeras décadas del presente siglo”.

Un magnífico recorrido por un periodo de paz en España (1960-2020) que ojalá, dados los acontecimientos que se van precipitando actualmente en nuestro entorno europeo, no vaya a constituirse pronto como un oasis de fulgor artístico y cultural que tengamos que añorar desde el precipicio de la catástrofe.