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EL CUADERNO DE PEDRO PAN

Cositas buenas de Carmelo Gómez y Jesús Carmona

Entre el 9 y el 14 de marzo el Auditórium de Palma nos ha sorprendido con dos propuestas singulares: 'La guerras de nuestros antepasados' y 'Baile de Bestias'. 

Puedo andar equivocado, pero me asalta el presentimiento de que no todo fue malo durante la pandemia y me refiero, expresamente, al colectivo de las artes escénicas, en especial su voluntad y capacidad de reinventarse en momentos que amenazaban su supervivencia, debido en primer lugar a los confinamientos, después las severas restricciones, aunque sobre todo, ante las dificultades asociadas al hundimiento temporal del sector y la necesidad imperiosa de ponerle imaginación para lograr salir adelante. 

Quién no recuerda, como espectador, aquel doloroso paisaje de unos aforos que recordaban insistentemente el imperativo de mantener esas obligatorias distancias de seguridad, primero radicales, después progresivamente siendo aliviadas aquellas separaciones, que sin embargo contribuyeron a tener que interiorizar el hecho de haber estado solos ante el peligro. Este sentimiento era igualmente compartido por cuanto sucedía en los escenarios: primero el cierre prolongado de los teatros y acto seguido, el hundimiento de no pocas compañías, unido al regreso escalonado de un público temeroso de espacios cerrados. Y allí estaba el colectivo buscando fórmulas alternativas al objeto de sortear las consecuencias que habían debilitado severamente a la escena. 

A partir del otoño de 2020 y en especial durante el bienio 2021-2022 iban a aflorar multitud de propuestas en pequeño formato en respuesta a reducción de intervinientes y asimismo para afrontar las limitaciones presupuestarias. Insisto en que me asalta el presentimiento, en primera instancia, y después la simple observación continuada de cuanto sucedía sobre las tablas. 

Tengo, asimismo, la impresión de que todo ello ha dejado algunas secuelas maravillosas. Por ejemplo, entre el 9 y el 14 de marzo el Auditórium nos ha sorprendido con dos propuestas singulares. El Auditórium de Palma, quiero decir. Hablo de Las  guerras de nuestros antepasados y Baile de Bestias

En ambos casos dos personajes sobre el escenario y sólidas escenografías al servicio de fortalecer el relato, y hecho además, con tintes minimalistas con el público puesto en pie en señal de reconocimiento. Las dos propuestas, en absoluto divertimentos, sino invitándonos severamente a la reflexión.

El 9 y 10 de marzo se representó en el Auditórium la adaptación teatral de la novela de Miguel Delibes, Las guerras de nuestros antepasados, una más de sus obras llevadas al teatro, sobresaliendo las adaptaciones formato monólogo Cinco horas con Mario, con Lola Herrera, y Señora de rojo sobre fondo gris con José Sacristán y ambas vistas en el Auditórium.

La adaptación que hace Eduardo Galán se centra en las consultas del médico psiquiatra con el presidiario de nombre Pacífico, que tanto conecta con el personaje de Azarías (Los santos inocentes) magistralmente interpretado por Francisco Rabal. Los dos son personajes primarios que nos recuerdan en palabras de Carmelo Gómez al tonto del pueblo. De hecho, Pacífico es una recreación a la que aporta Carmelo Gómez su experiencia en el campo leonés, ayudando a su padre en las labores, además de profundizar en las formas de expresión propias del habla de la comarca Tierra de Sahagún -donde nació-, y por extensión el habla de los moradores rurales de Castilla la Vieja. Su recreación del personaje es magistral o bien se acerca mucho, ensombreciendo involuntariamente a Miguel Hermoso en sus réplicas.

En definitiva, una adaptación para enmarcar, con dos personajes sólidos en sus perfiles y una puesta en escena que atrapa al espectador, que no aparta su atención del escenario gracias a la agilidad de Claudio Tolcachir en la dirección, quien subraya el carácter transformador del teatro cuando indaga en el alma humana. Pentación ya nos había acercado otras cosas bonitas.

Hablando de cosas bonitas, el 13 de marzo en función única Jesús Carmona nos acercaba Baile de Bestias en el marco del Festival Paco de Lucía. Su baile en solitario no cogía desprevenido al público después de las reiteradas visitas del también bailaor, Eduardo Guerrero, y todas ellas formando parte del Ciclo de Danza. En el caso de Carmona debe apuntarse que no sólo es un bailaor sino al mismo tiempo bailarín de sólida formación que le llevaría a ser primer bailarín en el Ballet Nacional de España, que dejó el 2010 para iniciar su carrera en solitario al frente de su propia compañía.

Llegó Jesús Carmona al zénit del reconocimiento al ser ganador del Premio Benois de la Danse (2021), que en aquel ejercicio le reconocía como mejor bailarín del mundo, y a renglón seguido el año 2022, el Premio Nacional de Danza. Data de aquellos días, el estreno de Baile de Bestias, espectacular ejercicio de soliloquios, combinando en un abrir y cerrar de ojos, flamenco,  danza contemporánea y el ‘mai’, que es la danza japonesa propia del Oeste del país.

De nuevo la dramaturgia es excepcional, contribuyendo a ello una iluminación para el subrayado de la bruma mítica que envuelve el legado de los ancestros. Nos llegaba la propuesta después de recibir el Premio Max al mejor espectáculo de danza y mejor coreografía. Menos mal, porque en un principio había creído leer «mejor espectáculo absoluto», y ahí sí que me planto, porque los diálogos de Carmona con las ilustraciones musicales de Manu Masaedo, siendo por momentos impactantes, que en efecto lo son, al mismo tiempo introducen las ocurrencias… no sabría decir si de un rapero aflamencado o de un flamenco rapeado, y ahí sí que no trago. «El rap és un peix», que dirían los de Ossifar. Pese a ello, las figuras de Carmona son de una espectacularidad sorprendente, incluyendo la suspensión del cuerpo en distintos pasajes, elevando al estado de gracia la belleza formal.

Total, que me apetecía contarles a ustedes vosotros algunas cositas buenas que he visto recientemente en el Auditórium de Palma que se reivindica a sí mismo, una vez más, como el primer teatro de Mallorca. Dicho queda.