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CUADERNO DE PEDRO PAN

Un año del ‘caso Hat bar’ y nadie ha pagado el precio político de aquella indignidad de Armengol

Armengol se tomó su tiempo para pedir perdón por estar de copas de madrugada en plenas restricciones por la pandemia

Si lo hizo probablemente fue porque ya no colaba el rosario de versiones dado a la ciudadanía de Baleares

Se extravía el acta de sanción al bar donde estuvo Armengol y que incumplía las medidas contra el Covid

Armengol cazada de madrugada en un bar de copas sancionado por incumplir las medidas contra el Covid

En las comedias cinematográficas de adolescentes en edad de High School es común escuchar el grito de ánimo que fonéticamente suena hat! hat! o más bien jat-jat y que suele preceder a un hecho con empuje. El pasado 22 de octubre se cumplió un año de la célebre metedura de pata de nuestra Molt Honorable Francina Armengol, pillada de copas de madrugada con otras cinco personas en el Hat bar, todos pillados en un renuncio inconfesable: saltarse sus propias reglas. Hat! Hat!

Es cierto que la presidenta del Govern, la socialista Francina Armengol, ya pidió perdón debido a la presión mediática, incluso de la opinión pública. Pero no lo es menos que este hecho constituyó una falta grave, muy grave, en primer lugar por haber sido cometida por miembros del Ejecutivo balear y además con el escándalo de la misteriosa desaparición por un tiempo del acta policial. En tercer lugar, aquel hecho constituyó en sí mismo una falta absoluta de ejemplaridad. Peor aún, se pasaron por el forro las restricciones acordadas en Consell de Govern debido a la pandemia. Hat! Hat!

Conviene recordar que Armengol se tomó su tiempo para pedir perdón y si lo hizo probablemente fue porque ya no colaba el rosario de versiones. 

Podemos imaginarnos el guion. El vecindario recluido en sus casas y en la calle un bar de copas, el Hat, sirviendo gin tonics a su distinguida clientela. Puede que en la gramola sonase algo de Loquillo y Los Trogloditas o puede que de Siniestro Total. Risas, brindis, alguna que otra ronda más que desde las 11 hasta pasadas la 1 de la madrugada hay tiempo pa tó y más. 

Total, que les pilla el toque de queda (seamos buenos) a punto de pagar la cuenta y con algún vecino cabreado porque algo le ha desvelado. En esas, va y se desmaya en la calle alguien de la comitiva presidencial. Entonces llega la Policía y se lía la de dios porque vamos por encima de los 70.000 muertos y el pueblo llano lleva ya ocho meses de insoportable reclusión.

«¡Ostras, qué sorpresa!, pero si es la presidenta y el conseller Pons!». Es de imaginar éste fue el comentario que se escucharía llegar desde los balcones en aquella calle de madrugada. También es probable que la Policía dijera al llegar: «¡No puede ser verdad! Pillada la presi en un renuncio». Hat! Hat!

Puede que alguien ya con cierta edad, mirando desde su ventana la escena, fuese a recordar aquella Huelga General de los primeros 80 y el Indigo con la persiana bajada, mientras en su interior importantes personalidades de la política y el sindicalismo estaban tomándose copas entre risas y en la calle, una vez más de madrugada, un piquete aporreando la barrera. Hat! Hat!

En efecto, el Hat Bar pagó los platos rotos y tomando el significado de la palabra, Hat, políticos renombrados se habían puesto por montera sus propias prohibiciones, antes y después de gritar: «Hat! Hat! Armengol!».

«Déjamelo decir una vez más». ¿El qué, Lou? «Hat! Hat! Armengol!». Si eso te divierte… «No te equivoques. Me indigna. Aquella madrugada, se puso en entredicho la honorabilidad de una institución como el Govern y encima, nadie ha pagado el precio político de aquella indignidad».