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12 de septiembre: la historia de Mallorca no la dicta Barcelona

Durante décadas, una parte del separatismo catalanista ha intentado apropiarse de la historia de Mallorca, diluyendo su identidad insular dentro de una construcción artificial: los llamados Països Catalans. Esta operación no se ha limitado a la lengua o la educación; ha llegado también a los símbolos, las fiestas y las fechas conmemorativas. Uno de los ejemplos más claros fue la decisión del Consell Insular de Mallorca, gobernado por la izquierda, de sustituir la Diada del 12 de septiembre por el 31 de diciembre, con el pretexto de homenajear la entrada de Jaime I en Palma en 1229.

Aquella decisión no fue inocente. Buscaba trasladar la centralidad histórica de Mallorca al relato catalanista, identificando la conquista cristiana de la isla con la expansión de Cataluña y oscureciendo los elementos propios de la identidad mallorquina. Se dejó a un lado el hecho institucional más relevante de nuestra historia: el 12 de septiembre de 1276, cuando Jaime II de Mallorca juró el Llibre de Franqueses i Privilegis del Reino de Mallorca, estableciendo un marco jurídico y político propio que dio origen a una organización institucional diferenciada.

Aunque el Reino de Mallorca no tuvo Cortes propias como las de otros territorios de la Corona de Aragón, sí contó con el Gran i General Consell, una institución representativa que ejercía funciones legislativas, fiscales y administrativas, y que refleja el nivel de autogobierno que caracterizó a la Mallorca medieval. Este organismo simboliza una tradición política insular que no dependía de Cataluña ni se subordinaba a ningún proyecto externo.

No se trató de una anexión catalana, sino de la creación de un reino soberano dentro de la Corona, con estructura, moneda, administración y legislación propias. Esa es la Mallorca histórica: autónoma, occidental, leal a España, pero con raíces propias. Celebrar el 12 de septiembre no es mirar atrás con nostalgia, sino reconocer el origen político de nuestra isla como sujeto histórico, no como simple prolongación de otra comunidad.

La maniobra del Consell de izquierdas al imponer el 31 de diciembre fue una cesión al discurso separatista, que intenta vender que todo lo que pertenece al ámbito cultural catalán es, por extensión, parte de Cataluña. Se ignoró que esa fecha —la Festa de l’Estendard— ha sido siempre una celebración local de Palma, no de toda Mallorca. Se utilizó como símbolo identitario para alimentar una agenda que no responde ni a la historia ni al sentir mayoritario de los mallorquines.

Hoy, gracias a la firmeza institucional del actual Consell, el 12 de septiembre ha sido recuperado como Diada oficial. Y no es un simple cambio de fecha: es un acto de dignidad histórica, una afirmación de que Mallorca no necesita prestarse al relato ajeno para tener identidad. El Reino de Mallorca existió, tuvo instituciones propias y tuvo un día en que nació como sujeto político. Ese día no fue el 31 de diciembre. Fue el 12 de septiembre.

Frente al uso político de símbolos por parte del catalanismo, Mallorca debe reivindicar su historia sin complejos ni subordinaciones. Rechazar la imposición del 31 de diciembre como Diada no es negar el pasado, es defender que la historia de Mallorca no la escribe Barcelona. La escribieron los propios mallorquines, con instituciones propias, en su propio calendario.

Celebrar el 12 de septiembre es, por tanto, romper con la narrativa que nos quiere diluir en una identidad que no es la nuestra. Es decir con claridad: Mallorca no es Cataluña. Y nunca lo fue.