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¿Habrá presidenta de la Comisión Europea la semana que viene?

El nombramiento de la alemana Ursula von der Leyen como nueva presidenta de la Comisión Europa no está decidido a día de hoy. Teóricamente, el próximo martes los eurodiputados deberían ratificar la decisión tomada por los estados miembros, pero a día de hoy los números no están claros, por lo que tal situación podría sumir de nuevo a la UE en una nueva crisis política, pero esta vez de carácter interna, que enfrentaría a los miembros del Parlamento Europeo con los líderes políticos de los estados miembros de la UE. Hace dos semanas, aunque pasó de manera inadvertida, ya se vivió una situación similar cuando el nombre propuesto para presidir la cámara europea, el búlgaro Sergei Stanishev, fue rechazado por mayoría y se votó en su lugar la elección del socialista italiano, David Sassoli.

La mayoría absoluta que Ursula von der Leyen necesita para presidir el gobierno comunitario implica el respaldo de 376 de los 751 miembros del Parlamento Europeo. El apoyo actual alcanza a los 182 escaños del Partido Popular Europeo (PPE). Los otros casi 200 necesarios para alcanzar la mayoría absoluta deberían proceder de las filas socialistas y de las filas liberales, pero el carácter secreto de la votación todavía complica más el resultado favorable para la candidata, a pesar de las advertencias procedentes de los gobiernos de los estados miembros para apoyar la decisión adoptada hace menos de un mes. Los socialistas alemanes (SPD) están en contra del apoyo a su compatriota y se encuentran inmersos en una campaña de propaganda para desacreditarla entre el resto de los colegas de la formación.

“¿Por qué Ursula von der Leyen es una candidata inadecuada e inapropiada?”, es el título de un documento de dos páginas, que el eurodiputado del SPD, Jens Geier, jefe de los eurodiputados del SPD, distribuyó esta semana entre sus compañeros de grupo. Dentro de los socialistas, que incluye a 154 representantes electos, hay 16 socialistas alemanes, que constituyen la tercera delegación nacional más grande, después de los españoles (20) y los italianos (19). Socialistas y liberales han puesto como primera condición para apoyar a la alemana la aprobación de un nuevo sistema que sanciones a aquellos países que según ellos no respetan el Estado de Derecho dentro de la UE. En su mente están Polonia, Hungría y quizás podría incluirse a Italia.

No deja de ser llamativo que lo primero que le piden a la candidata sea eso, en lugar de que el candidato a presidir la Comisión Europea proceda del voto de los 200 millones de personas que acudieron en mayo a las urnas. Los dirigentes de los estados miembros ignoraron por completo hace unas semanas la figura del llamado “Spitzenkandidaten”, es decir, el candidato de la lista más votada.

No deja de ser paradójico que el presidente en funciones, Pedro Sánchez, que esta semana reclamaba el derecho a formar gobierno del partido más votado en España no haga lo mismo en el caso europeo, y propusiera hace semanas a un perdedor, al socialista, Frans Timmermans, para ocupar la presidencia de la Comisión. Tampoco se sabe qué instrucciones Sánchez ha dado a la veintena de eurodiputados de su partido respecto a la votación del próximo martes. De igual manera que él y veteranos diputados socialistas llevan semanas pidiendo la abstención de los populares en España, por coherencia, deberían hacer lo mismo en la votación del día 16, y facilitar el nombramiento de Ursula von der Leyen. Porque si no hay acuerdo la semana que viene, puede estallar una crisis de confianza entre países y familias políticas adicional a la del Brexit. Y la UE no está para nuevos sobresaltos.