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Parece Tailandia, pero está en Cataluña: esta playa de aguas turquesas es la más bonita de España, según National Geographic

España cuenta con más de 7.900 kilómetros de costa. Desde acantilados en el norte hasta calas escondidas en el Mediterráneo, los paisajes marinos del país ofrecen una paleta inmensa de entornos para disfrutar del mar. Entre estos, hay una playa de aguas turquesas que parece sacada de algún lugar muy lejano, tropical y paradisiaco, como si fuese del sudeste asiático.

Y esto no solo lo afirmamos nosotros. Esas fueron las palabras del portal Viajes National Geographic, tras elaborar una lista con las mejores playas del país. Allí, incluyó a una del noreste de la península, que por la transparencia y color de sus aguas hasta la compararon con Tailandia.

La playa de aguas turquesas española que sorprendió a National Geographic

La Cala de Aiguablava, en la Costa Brava, fue reconocida por Viajes National Geographic como la playa más bonita de España. Su nombre en catalán significa literalmente «agua azul», y hace referencia al rasgo más distintivo de este enclave: el color de sus aguas.

Se encuentra en el término municipal de Begur, en Girona, y forma parte del conjunto de playas y calas que caracteriza el litoral de esta zona. Tiene aproximadamente 80 metros de longitud por 40 metros de ancho. A pesar de su tamaño reducido, es una playa muy frecuentada durante los meses de verano.

Está rodeada de acantilados y pinares que generan un entorno natural cerrado y protegido. El acceso puede realizarse a pie, en coche o incluso mediante transporte público en temporada alta.

Entre sus servicios se incluyen duchas, aseos, chiringuitos, vigilancia y opciones de ocio como centros de buceo y alquiler de hamacas.

Además, la playa cuenta con infraestructura adaptada para personas con movilidad reducida: sillas anfibias, pasarelas, aparcamiento reservado y baños accesibles.

¿Qué más se puede hacer en Cala de Aiguablava?

Además de su valor paisajístico, esta playa de aguas turquesas ofrece una variedad de servicios y comodidades. Se pueden encontrar restaurantes como Garreta, Mar i Vent, Roc al Mar o Las Acacies, especializados principalmente en mariscos y cocina mediterránea. La oferta gastronómica se complementa con una heladería ubicada en el acceso principal a la cala.

Para quienes buscan actividades acuáticas, existen alternativas como snorkel, buceo con el centro GymSub Aiguablava, kayak y paddle surf a través de Sa Blava Kayaks. La zona también es apta para el fondeo de embarcaciones, por lo que es habitual ver veleros y barcos de recreo anclados en sus inmediaciones.

El entorno natural en el que se sitúa forma parte de la red de senderos conocida como Camí de Ronda, que conecta diversas playas y calas del litoral de Girona. Esta ruta atraviesa pinares y bosques de alcornoques, ofreciendo vistas panorámicas de la costa.

Desde Fornells, por ejemplo, se puede acceder caminando en unos 30 minutos. También es posible hacerlo desde Tamariu, en dirección sur, mediante un trayecto que atraviesa tramos más interiores.

Todo lo que hay que saber para visitar esta playa de aguas turquesas en Begur

En cuanto al acceso, la opción más cómoda suele ser el coche. Desde el centro de Begur hay unos cinco kilómetros hasta la cala.

No obstante, en temporada alta conviene llegar temprano, ya que el aparcamiento principal tiene capacidad limitada y los precios pueden alcanzar hasta 36 € por jornada (3 € por hora).

El acceso alternativo mediante el Camí de Ronda desde Fornells permite evitar las aglomeraciones del parking, aunque requiere mayor esfuerzo físico. También existe servicio de autobuses desde el centro de Begur, con frecuencias que varían según la época del año.

Durante los meses más concurridos, la masificación se convierte en un reto. Desde primera hora de la mañana es habitual encontrar largas colas para acceder tanto a la playa como al aparcamiento.

A partir del mediodía, el espacio disponible en la arena suele ser escaso. La saturación de visitantes es un fenómeno recurrente en la Costa Brava durante el verano, y Aiguablava no es una excepción.

Aun así, hay momentos más tranquilos. Al atardecer, cuando la mayoría de los bañistas se han marchado, la cala recupera su calma habitual. Sin el sol directo pero con temperaturas agradables, es posible disfrutar de un entorno más silencioso y relajado.