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En 1980 era un pueblo en ruinas y abandonado: hoy es uno de los destinos más idílicos del pirineo español

A finales de los años 70, las obras de una gran presa en el río Gállego en el Pirineo obligaron a expropiar viviendas, terrenos y campos de cultivo. En 1980, el embalse comenzó a funcionar y el agua anegó buena parte del caserío. Lo que no quedó sumergido sufrió un rápido deterioro. Expolio y abandono definieron la imagen de este pueblo en ruinas durante casi dos décadas.

La despoblación no fue un fenómeno aislado. En muchas zonas de montaña, la construcción de infraestructuras hidráulicas provocó el desplazamiento forzoso de comunidades enteras. Sin embargo, en este caso, la historia tuvo un desarrollo diferente. La resistencia vecinal y la implicación colectiva iniciaron un proceso que cambiaría el destino del pueblo.

¿Cuál es el pueblo en ruinas que hoy es uno de los destinos más idílicos del pirineo?

El protagonista de este artículo es Lanuza, perteneciente al municipio de Sallent de Gállego, en el Alto Gállego, provincia de Huesca. Se sitúa en la orilla izquierda del embalse que lleva su nombre, en pleno Pirineo aragonés.

Documentado desde el siglo XIII, este enclave fue históricamente una pequeña comunidad pastoril con importancia local. Durante la Edad Media llegó a aportar nueve justicias a la Corona de Aragón, lo que refleja su papel político dentro de la región.

Su ubicación estratégica en el Valle de Tena le permitió mantener durante siglos una economía basada en la ganadería y el comercio de montaña. Pero el siglo XX trajo cambios profundos: la emigración rural, la modernización y, finalmente, el proyecto hidráulico marcaron un punto de inflexión.

En pocos años, pasó de ser un pueblo habitado a convertirse en un pueblo en ruinas, cubierto parcialmente por las aguas.

Así fue la reconstrucción del pueblo en ruinas

El proceso de recuperación comenzó a finales de los años 90, cuando antiguos vecinos decidieron volver. Sin ayudas públicas significativas, rehabilitaron las casas respetando la arquitectura original: piedra, pizarra y madera. Se levantaron infraestructuras básicas, se recuperaron las fiestas tradicionales y se impulsó el turismo cultural.

La iglesia del Salvador, reconstruida en el siglo XIX sobre restos románicos, fue uno de los elementos más representativos de esta etapa.

También se restauraron fuentes, chimeneas troncocónicas y calles empedradas. El resultado fue la recuperación física del pueblo y, con ello, su identidad colectiva.

Hoy, cuenta con menos de cincuenta habitantes permanentes, pero su actividad es constante. Cada verano acoge el Festival Internacional Pirineos Sur, que se celebra en un escenario flotante sobre el embalse. Este evento cultural ha sido clave para su proyección turística y económica.

Qué ver y hacer en Lanuza

Lanuza se ha consolidado como destino de montaña durante todo el año. Su entorno natural permite realizar actividades variadas:

En los alrededores destacan localidades como Sallent de Gállego, Panticosa, Hoz de Jaca y Biescas. Cada una conserva arquitectura tradicional y paisajes característicos del Pirineo aragonés.

¿Cómo se llega a Lanuza y cómo es su gastronomía?

La gastronomía combina recetas de montaña con productos locales. Las migas con huevo y uva, el ternasco asado, las chiretas y las truchas del Gállego son platos representativos. En repostería destacan los empanadicos y las tortas de anís.

Llegar a Lanuza es sencillo por carretera. Desde Huesca hay 85 kilómetros por la A-136, con desvío final hacia el embalse. Desde Zaragoza la distancia es de 152 km, y desde Barcelona o Madrid ronda los 350 y 380 km.

La estación de tren más cercana está en Canfranc; la mayoría de visitantes accede en coche o autobús regional.

El caso de Lanuza representa un fenómeno poco común en España: la recuperación integral de un pueblo en ruinas inundado. No sólo se restauró su estructura física, también se reactivó su vida comunitaria. El esfuerzo colectivo permitió devolver actividad a un enclave que parecía condenado a desaparecer bajo el agua y el olvido.

Hoy, el antiguo pueblo en ruinas es un destino consolidado dentro del Pirineo aragonés, con una oferta que combina naturaleza, historia y cultura.