Madrid

El autor de la masacre de la boda gitana esperó hasta el final del convite para causar más víctimas

Boda Torrejón
El autor de la masacre de la boda gitana esperó hasta el final del convite para causar más víctimas
  • Ángel Moya/Luis Miguel Montero

El autor de la masacre de la boda gitana espero hasta el final del convite para causar más víctimas. La Policía Nacional entregará hoy al juez al presunto autor de los hechos acusado de cuatro asesinatos y siete tentativas de homicidio. Se trata de un hombre portugués de 35 años, del clan de los Da Silva.

Micael Da Silva Montoya y sus familiares no estaban invitados a la boda ni al convite pero aún así, se presentaron en el restaurante El Rancho de Torrejón de Ardoz donde se celebraba el enlace nupcial del clan de Los Bruno. Micael, sus dos hijos de 16 y 14 años, y su sobrino (antiguo pretendiente de la novia) incluso llegaron a acceder a las instalaciones y mezclarse con los invitados antes de ser descubiertos. Fue poco antes de la medianoche y se desencadenó una reyerta entre los intrusos y el clan de la novia, que terminó con su expulsión del recinto.

Sin embargo, Micael alias «El Gallego» no había dado por concluido el incidente. En el interior de su vehículo Toyota, en compañía de sus dos hijos menores de edad y su sobrino, decidió esperar durante casi tres horas hasta el final del convite para que su venganza se cobrara un mayor número de víctimas.

A las 2:44 de la madrugada del domingo, Micael pisó el acelerador de su coche y comenzó a atropellar a todo el que tenía por delante matando a cuatro personas e hiriendo a nueve más, entre ellas varios menores. Las huellas de derrapes que dejó en la entrada al restaurante atestiguan la intencionalidad del atropello múltiple que se convirtió en masacre. Luego huyeron a toda velocidad hacía Seseña (Toledo). Allí, en la urbanización «El Quiñón» les sorprendió la Guardia Civil junto al coche destrozado por los impactos de las víctimas de los atropellos y unos 3.000 euros en su interior.

Micael fue detenido, junto a sus dos hijos, y su sobrino se fugó a la carrera. Los guardias entregaron a los tres arrestados a la Policía Nacional. Los agentes investigan si los 3.000 euros que hallaron en el vehículo son producto del robo de las ofrendas en metálico a los novios en la boda, tal y como denuncia la familia de las víctimas. También, si se efectuaron disparos por parte de esos sobre los agresores antes de los atropellos, como cuentan los detenidos.

De momento, los policías no han hallado indicios de esos disparos y Micael pasará a lo largo del día a disposición judicial acusado del asesinato de cuatro personas de 66, 17, 37 y 68 años, además de siete tentativas de homicidio sobre otros invitados de la boda que fueron brutalmente arrollados. Los otros dos arrestados fueron puestos a disposición de la Fiscalía de Menores, y la Policía de momento descarta que el sobrino participara en los hechos.

El clan de los Brunos

Las víctimas del atropello, Juan Manuel, de 68 años, Consuelo, de 66, el hijo de ambos Casiano, de 37 e Iván de 17 pertenecen al conocido clan de los Brunos de la Cañada Real, aunque ellos vivían en el barrio madrileño de Carabanchel. Eran familia de Sonia, la novia.

El clan de los Brunos de la Cañada Real fue «desmantelado» en 2019 cuando el grupo XVI de Policía Judicial la Policía Nacional detuvo a Manuel Bruno Jiménez, alias Mané, de 20 años, que había heredado el negocio del tráfico de drogas de su padre, Manuel Bruno Suárez, alias Leli. Junto a él fueron detenidos Antonio Jiménez, de 56 años, Antonio Bruno Jiménez, alias Gato, de 42 años, Enrique Jiménez, el Jabato y Carmen Jiménez, de 35 años. En total resultaron detenidos 9 hombres y ocho mujeres. Todos fueron acusados de traficar con marihuana, ya que el clan había abandonado el tráfico de cocaína y se dedicaban solo a la marihuana.

El modus operandi del clan se caracterizaba por vender solo a clientes habituales y no dejaban consumieran en sus instalaciones. El cambio a la marihuana se decidió porque tiene una menor condena penal en caso de ser arrestados. Además, todo el beneficio se quedaba en la familia porque no tenían que comprar las drogas a otros traficantes, ya que ellos se dedicaban a plantar y recoger la marihuana.

 

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