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Psiquiatra de la infancia y la adolescencia

Nuria Núñez: «Hasta el 8% de los menores pueden tener depresión»

Los niños también se deprimen. Cómo detectar a tiempo el autismo, el TDAH, la ansiedad y otros trastornos mentales en la infancia, de la Dra. Nuria Núñez, prologado por la Dra. Rosa Molina, de Esfera de los Libros, llegó el pasado 10 de enero de 2024 a las librerías españolas para consolidarse como «el kit de primeros auxilios para saber cómo identificar las señales preocupantes en los niños y cuándo acudir a un especialista» en cuestiones relacionadas con la depresión infantil, el déficit de atención, los trastornos alimentarios, los comportamientos obsesivo-compulsivos, el autismo…

Este ‘kit’, que, además, sirve como manual para conocer las pruebas con que se diagnostican estas dolencias y los tratamientos que suelen emplearse, que en algunos casos generan una injustificada alarma en los padres, llega cerca del Día Mundial de Lucha contra la Depresión, que se celebró el 13 de enero, un trastorno emocional que afecta a más de 300 millones de personas en el mundo, siendo considerada como la primera causa mundial de discapacidad.

En la obra, de la Colección Psicología/Salud, la autora responde, a lo largo de 216 páginas, a cuestiones como ¿Somos capaces de percibir los síntomas de una depresión infantil?, ¿Cómo distinguir un carácter inquieto con malos resultados escolares de un problema de déficit de atención? Si come mal ¿puede sufrir un trastorno alimentario? ¿Es raro que un niño de seis o siete años presente un comportamiento obsesivo-compulsivo? ¿A partir de qué edad se diagnostica el autismo?

PREGUNTA.- ¿Por qué decide escribir esta obra?

RESPUESTA.- Desde hace ya unos años, los psiquiatras y psicólogos infantiles notamos un aumento importante de consultas relacionadas con la salud mental infantil, y se hace aún más evidente desde la pandemia por COVID. En 2021, los servicios de salud mental infanto-juveniles están saturadísimos y, en la población general, se empieza a hablar de psiquiatría y de trastornos mentales. A la vez, proliferan perfiles en redes sociales que empiezan a hablar de salud mental, de crianza, de educación y de bienestar, pero realmente muy pocos hablan de trastorno mental. 

Es en este contexto cuando yo abro mi cuenta de Instagram para hablar de Psiquiatría y no sólo de crianza o de hábitos de salud. Pero, como siempre le digo a mis seguidores, las redes sociales son limitadas, la divulgación es demasiado general y no da margen a extenderse ni a explicar bien los conceptos o las particularidades de cada patología. 

En abril de 2023 decidí dar el salto y romper los límites de extensión que me ponían las redes sociales. Este libro me ha permitido hablar de psiquiatría y de salud mental de una forma clara y sencilla, como yo hablo a mis pacientes y a sus familias en consultas. 

No es un libro de crianza ni de tips ni de consejos. Es un libro donde explico los hitos del desarrollo de normalidad en cada etapa, qué nos debe poner en alerta a las familias para pedir ayuda a un profesional y donde explico cada patología de una forma que cualquier persona fuera del ámbito de la salud pueda entenderlo.

P.- ¿Qué objetivos persigue?

R.- El objetivo principal es acercar la psiquiatría infantil y la figura del psiquiatra a la población general. 

En la era de la información han llegado a nuestro conocimiento muchísimos términos que se han incorporado a nuestro vocabulario pero de forma confusa. Ahora parece que todo el mundo quiere «criar con apego» o que cualquier niño movido tiene un «TDAH». Si una persona tiene intereses peculiares y le gusta estar más sólo «es un autista» o, si eres muy ordenado, dices que «tienes TOC’s».  Quiero que, cuando alguien utilice estos términos, lo haga con propiedad, entendiendo de qué está hablando y dándole la importancia que merecen, porque si no en lugar de estar rompiendo el estigma de la psiquiatría la estamos banalizando, y eso es algo peligroso. 

P.- Háblenos sobre su trayectoria profesional? De Medicina en Cádiz a Psiquiatría en Álava…. Australia, Zaragoza…

R.- Pues yo soy de Chiclana de la Frontera, un pueblo de Cádiz y por lo tanto estudié Medicina en Cádiz. Una vez que hice el MIR, escogí especializarme en Psiquiatría en el Hospital Universitario de Álava por recomendación del Dr. Juan Gibert, que fue mi profesor de Psicofarmacología. En Vitoria me formé con un equipo maravilloso a nivel científico y humano, que me permitió iniciarme en la investigación clínica y profundizar en la psiquiatría infantojuvenil. En ese periodo de formación, tenemos la oportunidad de hacer una rotación fuera de nuestro servicio y yo elegí hacer una estancia en Melbourne, en un centro pionero en el mundo en el desarrollo de terapias en población joven. 

Luego estuve un año trabajando como psiquiatra ya especialista en Vitoria y conocí al que actualmente es mi marido, que aunque es de origen vasco, vivía en Zaragoza. Así que, por amor, decidí dejar mi querida Vitoria y marcharme a trabajar y a vivir a Zaragoza, donde resido ahora. 

P.- ¿Es muy frecuente la depresión infantil? ¿Cómo podemos detectarla los padres para acudir a consulta?

R.- Los estudios de prevalencia en depresión infantil son muy variados y hablan de que entre un 0,5 y un 8% de los menores pueden tener depresión, siendo mucho más frecuente en la adolescencia que en la infancia. Es un trastorno que está infradiagnosticado en general, ya que los síntomas son diferentes a los de los adultos. 

Los padres deben pedir ayuda si ven un cambio en sus hijos, si les ven tristes, huraños, irritables más aislados. Esto es aún más complicado si hablamos de adolescentes, ya que los cambios de carácter son propios de esta etapa. 

Algo muy importante de la depresión en menores, y que hace que a veces se nos escape el diagnóstico, es que su estado no es mantenido. Es decir, si un adulto está deprimido, suele estar triste las 24h del día, pero un niño deprimido sí que puede estar contento cuando juega con amigos o cuando le hacen un regalo y luego estar mal en casa. Los adultos tendemos a minimizar los síntomas cuando vemos que está bien, retrasando la consulta con los profesionales.

 P.- Antes éramos algunos niños nerviosos, ahora se habla de déficit de atención. ¿Cómo diferenciamos estas cuestiones? ¿Es muy frecuente el TDHA?

R.- El TDAH es uno de los trastornos más conocidos como nombre y más desconocido en profundidad. Siempre ha habido niños inquietos y ahora también los hay, pero no todos esos niños tienen un TDAH. 

Un niño con un déficit de atención ni siquiera tiene por qué ser inquieto, ya que existe el perfil de TDA sin hiperactividad. Son niños que tienen a la vez varios hilos de pensamiento y atención, no son capaces de centrarse en una sola cuestión porque cualquier estímulo para ellos tienen el mismo nivel de importancia. Desde la explicación de la profesora, a la mosca que está en la ventana o el susurro del compañero que tiene detrás. Por lo tanto, es difícil que pueda estar atendiendo en la clase de Matemáticas.  También suelen tener un componente de impulsividad que les hace estar metidos en líos o fallar en exámenes por contestar sin pensar aunque se sepan el contenido y, por último, si tienen un perfil hiperactivo, les cuesta estar quietos y tranquilos haciendo una sola actividad. 

El TDAH es una patología frecuente y que, en muchos casos, no se llega a diagnosticar. Es muy evidente cuando tenemos un niño hiperactivo, disruptivo en clase y con fracaso académico, pero también hay muchos niños que no son hiperactivos y que son muy inteligentes y no presentan problemas académicos y nadie se da cuenta de que pueden tener un TDAH. Estos últimos son los casos más complicados y que dan la cara mucho más tarde. 

 P.- Y ¿cuándo se diagnostica el autismo?

R.- Para poder diagnosticar el autismo debemos detectar problemas para comunicarse (entender y expresar el lenguaje verbal, el no verbal, los gestos, los dobles sentidos) y para relacionarse (comprender emociones, empatizar, anticipar reacciones…)   y a su vez que se den alteraciones de comportamiento, peculiaridad de intereses o alteraciones del procesamiento sensorial. 

A veces se tiende a pensar que, porque un niño tenga intereses muy restringidos, puede ser autista, pero si no va acompañado de dificultades de la comunicación y las relaciones, no podremos hablar de autismo. 

P.- ¿Qué diferencia hay entre comer mal y un trastorno alimentario? 

R.- En la infancia, hablamos de un trastorno que se ha descrito recientemente y se conoce como TERIA, que son las siglas de Trastorno por Evitación y Restricción de la Ingesta de alimentos, y se puede llegar a confundir con niños que son delicados para comer. 

Cada niño y cada familia es diferente y siempre ha habido casos que quieren probarlo todo y otros que les cuesta mucho abrirse a nuevos alimentos. Pero hay casos en los que la restricción es tan importante que se llega a perder mucho peso o a limitar el crecimiento normal o, incluso, a tener alteraciones analíticas por no comer adecuadamente. 

Algunos niños pueden rechazar alimentos porque han tenido una mala experiencia, por ejemplo, un atragantamiento. Otros, porque la comida directamente es mucho menos interesante que jugar a la videoconsola o con los legos, y otros porque no toleran directamente ciertos sabores o texturas.  La diferencia entre un niño «delicado» y un TERIA está en la repercusión que tenga en su salud y en su funcionamiento diario. Los primeros en detectarlos y hacer el diagnóstico serán los pediatras, que derivarán a Salud Mental si consideran que necesita una intervención por Psiquiatría o Psicología. 

P.- ¿Es frecuente que un niño de seis o siete años presente un trastorno obsesivo-compulsivo? 

R.- Es más frecuente de lo que podemos pensar. Un trastorno obsesivo compulsivo es cuando pensamos que algo horrible va a suceder (obsesión) si no hacemos algo para evitarlo (compulsión). Por ejemplo: mamá se va a poner enferma pero, si doy tres golpes en la mesa, lo evitaré. En los niños es difícil de diagnosticar porque ellos no son conscientes de cuál es el pensamiento obsesivo, sino que directamente hacen la compulsión. De las más frecuentes en la infancia es el lavado de manos para evitar contaminación, el miedo a enfermar, el orden, no tocar las rallas de las aceras… Muchas veces pasan desapercibidos por los adultos, aunque en los niños genera un elevado nivel de angustia. 

P.- ¿Cómo superar la depresión? ¿Hay pautas generales?

R.- Cuando hablamos de depresión estamos hablando de un trastorno frecuente y grave. El 20% de la población a lo largo de su vida va a tener un trastorno depresivo y es una de las principales causas de incapacidad laboral en España. Mucha gente habla de depresión cuando únicamente está triste y luego hablan de cómo superarlo a través de actitud positiva, deporte, buenos hábitos… Pero eso no es una depresión. 

Un trastorno depresivo se acompaña de apatía, incapacidad de disfrutar de las cosas que nos gustan, falta de ilusión, desmotivación, sensación de inutilidad, aislamiento, irritabilidad… las personas con depresión dejan de reconocerse a sí mismas paulatinamente y pueden llegar a tener incluso ideas de muerte. Todo esto no se supera con actitud y pensamientos positivos. 

Para mí, hablar de pautas generales es confundir a la población ya que cada persona y cada depresión es única y lo que puede servir para uno, puede ser contraproducente para otro, por lo tanto: si una persona sospecha que puede estar deprimida, debe consultar con su médico que le derivará a un psicólogo o psiquiatra y trabajarán juntos con psicoterapia y / o psicofármacos para curarse de este trastorno. Y, en el caso de los niños, es aún más importante el intervenir cuanto antes con un profesional, ya que el no curar a tiempo una depresión puede tener consecuencias a largo plazo en el neurodesarrollo.