Mejorar la calidad del sueño podría ser una estrategia efectiva en el tratamiento del dolor crónico

La dieta antiinflamatoria es esencial para personas con dolor crónico

La falta de sueño incrementa la percepción del dolor

sueño
Un hombre que trata de conciliar el sueño.
Diego Buenosvinos
  • Diego Buenosvinos
  • Especialista en periodismo de Salud en OKDIARIO; responsable de Comunicación y Prensa en el Colegio de Enfermería de León. Antes, redactor jefe en la Crónica el Mundo de León y colaborador en Onda Cero. Distinguido con la medalla de oro de la Diputación de León por la información y dedicación a la provincia y autor de libros como 'El arte de cuidar'.

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La falta de sueño intensifica la percepción del dolor al afectar las vías neuronales relacionadas con su modulación, según diversos estudios que se han debatido en el XX Congreso de la Sociedad Española del Dolor (SED). «Los cambios en la cantidad y calidad del sueño durante la noche en un individuo influyen en el dolor experimentado al día siguiente», asegura la doctora Hélène Bastuji, investigadora del Centro de Investigación de Neurociencia de Lyon (Francia).

En cambio, la siesta ayuda a reducir la sensibilidad al dolor, según la doctora Bastuji. «Una siesta de 20 minutos ha demostrado que puede revertir los cambios en la percepción del dolor inducidos por la falta de sueño, lo cual es significativo para comprender cómo el descanso corto puede influir positivamente en la regulación del dolor», explica la doctora Bastuji.

Un reciente estudio publicado en Journal of Neuroscience exploró cómo la pérdida de sueño afecta la percepción del dolor a nivel cerebral. En la fase de seguimiento, los hallazgos revelaron que incluso variaciones menores en la calidad y duración del sueño de una noche a otra pueden influir en la sensibilidad al dolor al día siguiente.

Estos hallazgos indican que mejorar la calidad del sueño puede reducir la percepción del dolor, sino que también optimiza la capacidad del cuerpo para modularlo de manera efectiva, apunta el doctor Luis García-Larrea, presidente de la Federación Europea del Dolor (EFIC). «Es importante un buen descanso nocturno para la gestión del malestar. Las personas que duermen peor tienen más dolor. Esto subraya la necesidad de abordar los problemas del sueño como parte integral del manejo del dolor», revela. El dolor, a su vez, influye en la calidad del sueño, por lo que se produce un círculo vicioso que, según el doctor García Larrea, es necesario atajar consultando con un especialista en dolor.

La dieta también influye en el dolor

Otro factor del estilo de vida que influye en la intensidad y evolución del dolor es la dieta. «No importa la patología que origine el dolor; cuando se cronifica, adquiere entidad propia y debe abordarse desde múltiples disciplinas, incluyendo la nutrición», explica la doctora en nutrición, Laura Isabel Arranz.

La dieta antiinflamatoria es una estrategia terapéutica clave, ya que proporciona los componentes necesarios para reducir la inflamación y mejorar el bienestar general del paciente. Esta dieta es esencial para personas con dolor crónico y otras enfermedades inflamatorias, ya que proporciona componentes nutricionales y funcionales como antioxidantes y omega-3, necesarios para que el organismo potencie sus procesos de resolución de la inflamación.

«Las recetas antiinflamatorias son aquellos platos preparados siguiendo los criterios de la dieta antiinflamatoria, por ejemplo, cocinados o aderezados con aceite de oliva virgen extra, especias como la cúrcuma y la pimienta negra, semillas, abundantes verduras, etc., evitando aceites como el de girasol, salsas lácteas, azúcares y exceso de sal», señala esta especialista.

Son alimentos muy beneficiosos las verduras, frutas, semillas, frutos secos, legumbres, pescado azul, yogur o kéfir, especias y hierbas aromáticas, y aceite de oliva virgen extra. “Debemos evitar al máximo los azúcares, edulcorantes, grasas saturadas y omega-6 presentes en alimentos como galletas, muchos cereales de desayuno, bollería, alimentos procesados, embutidos, carne roja, quesos grasos, leche entera, postres lácteos, salsas lácteas, aceite de girasol, pipas de girasol, refrescos, alcohol y café (máximo 2 tazas al día)”, aconseja Laura Isabel Arranz.

La implementación de una dieta antiinflamatoria mejora significativamente la calidad de vida de los pacientes al ayudar a controlar el dolor crónico. «Adoptar hábitos alimentarios saludables y antiinflamatorios puede ser una herramienta poderosa en el tratamiento integral del dolor crónico», añade.

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