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Hipertrofia: las leyes del crecimiento muscular

El término hipertrofia puede sonarte un tanto extraño e incluso no te llegará a decir nada. Hace referencia al crecimiento de un órgano y de su posterior incremento de volumen, que en el caso de los deportistas se centra sobre todo en el aumento de la masa muscular. Es una de las consecuencias de trabajar en el gimnasio. Al ganar en musculatura conseguimos una mayor fuerza y volumen.

Hay dos tipos de hipertrofia, que son sarcomérica y sarcoplasmática. En el primero el aumento de los músculos se debe al crecimiento de las fibras musculares, mientras que en el segundo es debido al incremento que rodea a estas fibras. Las musculatura resultante de uno y otro es totalmente distinta.

Con la hipertrofia sarcomérica se moldean los músculos secos y con relieve, mientras que con la sarcoplasmática la musculatura es menos seca y más voluminosa. Todo crecimiento muscular se producirá a costa del incremento de las fibras.

El glucógeno y la fosfocreatina son las principales fuentes de energía de las fibras rápidas de los músculos. Estas reservas empiezan a agotarse cuando el músculo realiza algún esfuerzo durante más de diez segundos, recuperándose únicamente con un periodo de reposo entre los 30 y 90 segundos. Por eso siempre se recomienda hacer un pequeño descanso entre los distintos aparatos del gimnasio.

Las reservas de glucógeno y fosfocreatina se pueden acabar y antes se consumirán cuanto mayor sea la intensidad del entrenamiento. Aquellas personas que se adentren por primera vez en el mundo de las pesas y de los ejercicios de fuerza se encontrará con una menor cantidad de depósitos porque su organismo no está preparado.

Por lo general, un entrenamiento normal exige en torno a los 100 gramos de hidratos de carbono y de 3 a 5 gramos de creatina. En el caso de que no consumas estas cantidades resultará complicado que se produzca el crecimiento de la musculatura.