Encuentran una nueva posible diana terapéutica contra el Alzheimer
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Los investigadores del Centro Alemán de Enfermedades Neurodegenerativas han descubierto que la proteína medina se deposita en los vasos sanguíneos del cerebro de los enfermos de Alzheimer junto con la proteína amiloide-beta, de manera que esta congregación podría conformar un nuevo objetivo para las terapias contra el Alzheimer.
Ahora han publicado su observación en la revista Nature. «La medina se conoce desde hace más de 20 años, pero antes se subestimaba su influencia en las enfermedades. Hemos podido demostrar que los cambios patológicos en los vasos sanguíneos de los pacientes de Alzheimer se ven significativamente potenciados por dicha proteína», afirma el doctor Jonas Neher, que ha dirigido el estudio. En este proyecto a largo plazo también participaron el Instituto Hertie de Investigación Clínica del Cerebro de Tubinga (Alemania), la Universidad de Tubinga y varias instituciones internacionales y socios de cooperación.
La proteína medina pertenece al grupo de los amiloides. De estas proteínas, la amiloide es más conocida porque se aglutina en el cerebro de los enfermos de Alzheimer. Estos agregados se depositan entonces como las llamadas placas directamente en el tejido cerebral, pero también en sus vasos sanguíneos, dañando así las células nerviosas y los vasos sanguíneos, respectivamente.
Pero mientras muchos estudios se han centrado en el amiloide-beta, la medina no ha sido objeto de interés. «Había pocas pruebas de patología, es decir, de un hallazgo clínicamente llamativo asociado a la medina, y eso suele ser el requisito previo para un estudio más profundo de un amiloide», explica Neher.
Sin embargo, la medina se encuentra en los vasos sanguíneos de casi todas las personas mayores de 50 años, lo que la convierte en el amiloide más común conocido. Con su equipo, Jonas Neher descubrió originalmente que la medina se desarrolla incluso en ratones que envejecen, y comunicó este descubrimiento hace dos años en la revista científica ‘PNAS’.
Entonces, descubrieron que, cuanto más envejecen los ratones, más medina se acumula en los vasos sanguíneos de sus cerebros. Es más, cuando el cerebro se activa y provoca un aumento del suministro de sangre, los vasos con depósitos de medina se expanden más lentamente que los que no tienen medina. Sin embargo, esta capacidad de expansión de los vasos sanguíneos es importante para suministrar oxígeno y nutrientes al cerebro de forma óptima.
Para sus últimos resultados, los investigadores partieron de esta base y estudiaron específicamente la enfermedad de Alzheimer. En primer lugar, pudieron demostrar en modelos de ratón con Alzheimer que la medina se acumula aún más en los vasos sanguíneos del cerebro si también hay depósitos de amiloide-beta. Lo más importante es que estos resultados se confirmaron cuando se analizó el tejido cerebral de donantes de órganos con demencia de Alzheimer. Sin embargo, cuando se modificaron genéticamente los ratones para evitar la formación de medina, se desarrollaron muchos menos depósitos de amiloide-beta y, en consecuencia, se produjeron menos daños en los vasos sanguíneos.
«Solo hay un puñado de grupos de investigación en todo el mundo que trabajan con la medina», afirma Neher. Recientemente, un estudio de Estados Unidos informó de que los niveles de medina pueden aumentar en los pacientes de Alzheimer. Sin embargo, no estaba claro si este aumento es solo una consecuencia de la enfermedad o si es una de las causas.
«Ahora hemos podido demostrar a través de muchos experimentos que la medina realmente promueve la patología vascular en modelos de Alzheimer», apunta Neher. Así, los depósitos de medina son efectivamente una causa de daño en los vasos sanguíneos. «Y esto indica que la medina es una de las causas de la enfermedad», resume Neher.
En sus estudios, los investigadores tiñeron secciones de tejido tanto de ratones como de pacientes de Alzheimer de forma que se hicieran visibles proteínas específicas. Esto les permitió demostrar que la medina y el amiloide-beta se depositan juntos en los vasos sanguíneos del cerebro –el término técnico para esto es co-localización–. En un siguiente paso, pudieron demostrar que estos dos amiloides también se co-agrupan, es decir, forman depósitos mixtos. «Sorprendentemente, la medina interactúa directamente con el amiloide-beta y favorece su agregación, algo que se desconocía por completo», sintetiza Neher.
Precisamente de esta idea los investigadores extraen la esperanza de desarrollar un nuevo tratamiento. «La medina podría ser una diana terapéutica para prevenir el daño vascular y el deterioro cognitivo resultante de la acumulación de amiloide en los vasos sanguíneos del cerebro», concluyen. Es indiscutible entre los expertos que, además de los agregados de amiloide-beta en el tejido cerebral, el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer también se ve favorecido por las alteraciones vasculares, es decir, la reducción de la función o el daño de los vasos sanguíneos. Por lo tanto, los tratamientos dirigidos no solo a las placas sino también a los vasos sanguíneos afectados podrían ayudar a los pacientes.
En un siguiente paso, habrá que determinar si los agregados de medina pueden eliminarse terapéuticamente y si esta intervención tiene realmente un efecto sobre el rendimiento cognitivo. Los científicos quieren probarlo primero en modelos de ratón, porque estos reflejan «muy bien» los cambios patológicos de los pacientes de Alzheimer.
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