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¿Qué diferencias hay entre prebióticos y probióticos?

Aunque probióticos y prebióticos parecen lo mismo, lo cierto es que ambos tienen diferencias sustanciales. Mientras que unos contienen microorganismos vivos, los otros son un tipo especial de fibra alimentaria.

Los probióticos pueden aliviar numerosas patologías.

¿Qué son los probióticos?

Según la OMS, los probióticos son microorganismos vivos que administrados en una cantidad adecuada, producen un efecto beneficioso en la salud. Los probióticos se han estudiado clínicamente para aliviar o tratar patologías como la diarrea derivada del uso de antibióticos, la colitis ulcerosa, la osteoporosis, la diabetes y la obesidad entre otras. Además reducen la intolerancia a la lactosa, las alergias alimentarias y participan en la síntesis de algunas vitaminas como la B2, B5, B9 o ácido fólico y B12.

Asimismo, pueden administrarse vía oral o vía vaginal, de cara a mejorar las infecciones de candidiasis.

El uso de probióticos no es recomendable para todos los casos.

Según Gabriel Olveira, especialista en Endocrinología y Nutrición del Hospital Regional Universitario de Málaga, «Los probióticos pueden no ser recomendables para todo el mundo. En pacientes hospitalizados e inmunodeprimidos podrían dar lugar a infecciones por parte de estas bacterias por lo que deben ser empleados en ensayos clínicos de forma controlada».

¿Qué son los prebióticos?

Los prebióticos son un tipo de hidratos de carbono que tienen la capacidad de modificar de forma selectiva la flora intestinal. Su función es favorecer el desarrollo de las bacterias beneficiosas del intestino disminuyendo la cantidad de microorganismos patógenos.

Entre otros beneficios, refuerzan el sistema inmunitario, reducen los trastornos digestivos, reducen el riesgo de cáncer de colon, favorecen la síntesis de algunas vitaminas, así como facilitan la absorción de algunos minerales como el calcio y el magnesio.

Los plátanos son prebióticos naturales.

Se encuentran presentes en alimentos tan comunes como los plátanos, las legumbres, las patatas, los espárragos, el ajo, el trigo integral, las alcachofas, las cebollas o los tomates.

Los prebióticos también se encuentran en los alimentos más comunes.

Eso sí, según Olveira «no se pueden generalizar las bondades de todos los probióticos y prebióticos, en general, porque aunque puedan tener beneficios, se deben demostrar para cada situación clínica y para cada tipo de cepa (o cepas)».