¡Vaya semanita en la corte de los milagros!
Se inauguró la semana pasada en el Centro de Arte Reina Sofía la exposición Esperpento. Arte Popular y revolución estética. Sin desdeñar algunas presencias pictóricas y literarias de mérito, la muestra es, como no, víctima del obligatorio revisionismo político. No se podían conformar con exaltar la figura de Valle-Inclán y su creación literaria, sino que, yonquis de su vicio sectario, deforman la concepción artística del genio gallego, y caen en una denuncia ideológica del franquismo que es, además, completamente anacrónica.
Es cierto que el esperpento de Valle-Inclán, que surge como visión tragicómica y grotesca de la sociedad española de la época, se puede considerar atemporal, pero su actualización tiene más valor en cuanto que sirve como una perfecta alegoría de nuestro tiempo.
Y es que desde el mismo lunes, la semana se ponía chusca en la nueva Corte de los Milagros: se constataba que con la modificación de la LO 7/2014 se acortará, para satisfacer a Bildu, la estancia en prisión de 40 etarras (la mayoría de ellos, asesinos), y la Audiencia Provincial de Madrid autorizaba al Juzgado nº 41 a continuar con la instrucción de las causas abiertas contra la esposa del presidente del Gobierno.
Pero fue al día siguiente cuando se completa el estrambote: el Gobierno de Begoña y de Txapote, lejos de reconvenirse a sí mismo por todas las declaraciones contra el juez Peinado o negando el beneficio a los etarras, opta por ridiculizarse todavía más y coloca unas cuantas mentiras oficiales que, obviamente, no tienen ningún vuelo y que ya salen calificadas como tales desde la misma rueda de prensa.
El miércoles la ópera bufa se desarrolla en el Congreso. El que todo el sanchismo se mofe y tache de imbéciles a la oposición por haber apoyado por error su propuesta (siendo además redundante ese apoyo) resulta un vano desahogo, pero el que Pedro Sánchez les reprenda por querer echar la culpa a otros, como si esos otros no fueran los artífices de la fechoría, es un reconocimiento inconsciente de la injusticia y la maldad que encierra la modificación legal.
Siguiendo la semana, el esperpento continuó en el Vaticano. A este Papa cada vez es más difícil reconocerle como referente valiente de la espiritualidad cristiana, pero, sin embargo, sí lo es de todas las causas que maneja el progresismo woke. En el caso de nuestro país, tranquiliza a los ateos miembros del Gobierno (a los que tanto gusta recibir), asegurándoles que con nosotros renuncia a cualquier labor pastoral y que primará la puramente ideológica. Vamos, barra libre para que hagan lo quieran en el Valle de los Caídos, en el blanqueo del terrorismo a costa de sus víctimas o en las concesiones al supremacismo catalán.
Y por supuesto que no habrá visita a España; pero no se descarta una visita a Canarias porque entienden que puede también interpretarse en clave indigenista. Para defender a Colón y la epopeya descubridora y evangelizadora ya es suficiente Milei.
Todavía nos quedaba viernes para comprobar que la profundidad del caso Koldo puede llegar al fondo de la fosa de las Aleutianas. Algunos ya lo conocen como el caso KAGAS (Koldo, Aldama, Begoña, Ábalos, Sánchez). Los tres primeros ya están imputados y el cuarto está calentando en la banda. ¿No resulta grotesco? Sin necesidad de deformar la realidad tanto como Max Estrella se podría ver a alguien de la trama salir directamente del Palacio de La Moncloa para entrar en villa candado.
El presidente llega el sábado a Neptuno embozado con un anorak del programa de Calleja. El personaje ya no tiene cabida fuera del esperpento; su desempeño, a pachas con lo más atroz de nuestra historia reciente, aparece a los españoles ridículo, o incluso patético; también pocos ven ya belleza y compostura, sino unos brazos excesivamente largos y unas piernas genu varos que impulsan un andar a la vez chulesco y desgarbado.
La deformidad física y moral se evidencia ante el sobrio porte de Felipe VI, lleno de dignidad y elegancia. El monarca reúne al presidente y a la ministra de Defensa, y habla con tranquilidad y confianza, sin tener que taparse la boca como hacen ahora políticos y futbolistas. Pero sus preocupaciones en manos del cambalache gubernamental pueden terminar tan disparatadas como en el chiste de Eugenio: «Mañana, a eso de las nueve y media, mientras llueve en el gimnasio el sol en traje de campaña eclipsará al señor coronel en el patio, lástima que esto no ocurre todos los días».
Y al final del acto, Sánchez acompaña al Rey, a la Reina y a la Princesa en el saludo a las autoridades militares; camina, como siempre, desalineado, cruzando los brazos y juntando las manos en la espalda. No sé si ya lo comenté alguna vez, pero viéndole uno recuerda aquello que cantaban los balleneros de Capitanes intrépidos: «¡Qué hombre tan patán, qué hombre tan patán!».
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