Trump deja en shock a los suyos al fichar a un hombre de Soros
Durante el golpe de Estado catalán del 1 de octubre de 2017 se hizo viral un díptico fotográfico muy significativo del momento. En la primera instantánea aparecía un grupo de independentistas exultantes, sonriendo entusiasmados y levantando las manos ante la noticia de que el presidente de la Generalitat había proclamado la independencia de Cataluña. En la segunda, los mismos personajes expresaban en rostros y ademanes su decepción al saber que el mismo Puigdemont, segundos más tarde, la había suspendido.
Si pudiera hacerse dos fotografías simbólicas de la reacción de los trumpistas de núcleo duro ante los nombramientos que está haciendo el presidente electo serían algo muy parecido. Solo que en bucle.
Es desconcertante, aunque lo inesperado es lo que se espera de Trump. Ha elegido ‘palomas’ inesperadas como Tulsi Gabard para supervisar los servicios de inteligencia y halcones previsibles como Marco Rubio para encabezar la política exterior. Si, como suponen sus enemigos, Trump está loco, hay que decir que no hay método en su locura.
Los dos últimos de los que tenemos noticia no son menos desconcertantes, como si estuviésemos ante el Misterioso Caso del Doctor Donald y Mister Trump. Nos referimos al nombramiento del Dr. Jay Bhattacharya, conocido opositor de los confinamientos durante la pandemia, como director de NIH, la agencia pública de salud norteamericanas. Y de Scott Bessent, un hombre de Soros, como secretario del Tesoro. Es para volverse loco.
Bhattacharya fue durante la peste coronavírica la cara visible de la resistencia expresada en una carta abierta conocida como la Declaración de Great Barrington, que se oponía a los confinamientos generalizados. En una declaración, Trump dijo que Bhattacharya trabajaría con otro verso suelto, el demócrata-de-toda-la-vida Robert F. Kennedy para «restaurar los NIH a un estándar de oro de la investigación médica mientras examinan las causas subyacentes y las soluciones a los mayores desafíos de salud de Estados Unidos, incluida nuestra crisis de enfermedades crónicas».
Y luego está Bessent, estrecho colaborador de Soros, el perejil de todas las salsas globalistas de quien Elon Musk, ahora inseparable de Trump, dijo que «simplemente, odia a la humanidad», en el puesto clave de secretario del Tesoro, el hombre de la bolsa. Átenme esa mosca por el rabo.
Bessent es fundador de Key Square Group, una firma de inversión global. Durante la década de 1990, trabajó como director de inversiones en Soros Fund Management y dirigió la oficina del fondo en Londres cuando, en 1992, Soros ganó más de mil millones de dólares apostando al colapso de la libra esterlina.
Bessent también organizó una recaudación de fondos para el candidato presidencial demócrata Al Gore en 2000, el mismo año en que dejó Soros Fund Management. Desde entonces ha hecho donaciones a Barack Obama y Hillary Clinton, pero en los últimos años ha abandonado su apoyo al Partido Demócrata y se ha convertido en partidario del modelo de protección económica defendido por Trump.
Ya durante su primer mandato, ante los desconcertantes bandazos de Trump, surgió un equipo de exégetas encargado de desentrañar la estrategia del neoyorquino, que hablaban de «ajedrez tridimensional» para tratar de explicar sus extraños nombramientos. Y ahora han vuelto a surgir.
Así, Breitbart, el portal de información política que antaño dirigiera Steve Bannon, estratega de primera hora del trumpismo, nos cuenta que Bessent «tiene antecedentes de luchar contra la agenda política de la extrema izquierda incluso desde lo que algunos conservadores considerarían el vientre de la bestia: el fondo de cobertura de George Soros».
Esa parece ser la narrativa: Bessent es bueno para luchar contra el globalismo porque ha estado en sus entrañas, mano a mano con el padrino mismo del globalismo, y está más preparado que cualquier otro para combatirlo. Si esto se corresponde con la verdad o es puro pensamiento desiderativo para consuelos de los americafirsters, el tiempo lo dirá.
Pero hay otra teoría que, de primeras, suena más plausible: una de cal y otra de arena. Las fuerzas que se oponen a Trump son abrumadoramente poderosas, lo comprobamos a diario desde hace años. Así que Trump, maestro de la negociación, ha llegado a una especie de trato con el Estado Profundo (que no son unos señores que se reúnen en secreto en una habitación llena de humo, sino, simplemente, el gobierno permanente de la burocracia y los servicios de Inteligencia): yo elijo a la mitad y tú me infiltras a lo otra mitad.
La jugada le puede salir muy mal. Pero también puede salirse con la suya si convierte a las figuras que el establishment le han impuesto en figurones, quitándoles o limitando estrictamente todo su poder real. Es lo que ya se sospecha de Rubio, que figurará mientras el verdadero secretario de Estado será el nuevo asesor de Seguridad Nacional, Mike Waltz.
¿Será cal o será arena, a la larga? Bueno, quienes han elegido a Trump no pueden quejarse de que sea impredecible. Esa es toda la gracia.
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