Opinión

La triste Susana y el himno del Madrid

Pedro Sánchez ha ganado la Liga, la Champions y la Intercontinental en una misma noche. De una tacada. Y la Libertadores porque no estaba en liza. Su mérito es elefantiásico, descomunal. Y el reconocimiento limpio de una victoria rotunda contra todos los elementos —físicos y metafísicos— es un paso previo e ineludible a cualquier reflexión sobre el futuro del PSOE, de los socialistas, de España y de los españoles. Punto y seguido. Lo más fácil es hablar de funeral en el partido, de banalización y ridiculización, la caricatura y el desdén. Lo simple y directo es sentenciar que la militancia encomienda la remontada al nefasto líder que propició el hundimiento y que produjo una crisis histórica y de una solución aún hoy discutible. ¡Y es verdad! Pero miremos a los derrotados: la más fiable aliada del hoy renacido secretario general ha sido la propia Díaz. Y lo está probando con su incapacidad de llamar al ganador por su nombre y apellidos.

La ‘faraona’ está actuando como tal: sin enterarse, desde el dolor y la arrogancia, desde la prepotencia ya injustificada; sin generosidad, sin respeto, sin nobleza. Sin aplicar, en fin, todos aquellos valores que, por ejemplo, pone en solfa el himno del Real Madrid (“Cuando pierde da la mano/sin envidias ni rencores/como buen y fiel hermano”). ¡Ésa es la grandeza! Susana no ha triunfado en buena lid defendiendo su color, ha empuñado la rosa tarde y mal. Se ha estrellado tras parapetarse —desde su inseguridad— en el establishment, en la vieja guardia, en todos aquellos que se lanzaban contra las ideas de bombero de un muerto que ha demostrado que estaba muy vivo.  ¡Qué va! Pedro no está de manicomio ni va a pactar con Falange. Sencillamente es un personaje resentido, que ha buscado el ajuste de cuentas que ahora anuncia que no llevará a cabo pero que… tiempo al tiempo.

La izquierda española entra en un escenario nuevo. Y esta era se va a distinguir desde ya por la confrontación y la batalla, por las dificultades para los hasta hoy casi intocables barones (¡Ay Vara, ay Page!), por el entierro definitivo de personajes que están en los libros de Historia como González, Zapatero o Rubalcaba. Pero ésta es también una etapa de previsible alianza —desde la superioridad y el renovado impulso— con elementos periféricos y radicales como Colau y sus mesnadas, como los chicos de Compromís, como los jóvenes que con alta testosterona morada jalean a Iglesias.

Tomemos distancia. Miremos por el retrovisor. Hay una parte mayoritaria de afiliados, casi abrumadora, con alma roja (muy roja) que entiende que el mandarín del PSOE debería ser hoy el presidente del Gobierno, que aquella imperdonable ocasión perdida debería ser recuperada, renegociada, rematada. Es a lo que van. Sin prisa pero sin pausa. Dejando a un lado ciertos principios y ciertos complejos. Sánchez tiene hoy la sartén por el mango. Y no pocos ciudadanos corren el riesgo cierto de terminar literalmente fritos.