Opinión

Tres ideas para derribar la mentira ‘woke’

El principal cometido que deben las democracias liberales enfrentar, para no desaparecer consumidas en su autocomplaciente burbuja, es el de combatir con denuedo las mentiras y propaganda de este neocomunismo moderno llamado pensamiento o ideología woke, una construcción académica nacida en Estados Unidos que viene a sustituir la razón por el deseo y la continuidad histórica, jurídica y biológica por caprichos modernos nacidos del privilegio y el aburrimiento de causita. Porque todo lo que defiende la izquierda y sus derivas extremas y ricas son eso, causitas fragmentarias que sólo benefician a quienes la impulsan, perjudicando al resto de la población, que sufre y paga el coste de las necesidades que los nuevos sujetos de la wokesfera imponen: desde el control educativo y mental de los alumnos, a los que confunden deliberadamente sobre su sexo o condición para determinar y/o adulterar sus decisiones futuras, hasta el victimismo como forma de vida (rentable) y el apocalipsis como artefacto comunicativo que eleva a catástrofe todo acontecimiento social, económico y político.

Ahí entran la leyenda negra y la defensa del indigenismo de quienes abogan por pedir perdón sobre algo que no existió a quienes se beneficiaron de la conquista, mientras silencian el verdadero genocidio social impulsado, el de ingleses, y en menor medida, franceses, en sus respectivas colonias.

También son parte de esa maquinaria de engaño constante las mentiras sobre el cambio climático, sus derivas y afectaciones, con una niña caprichosa elevada a Teresa de Calcuta y una progresía llenándose los bolsillos mientras siembran los campos de placas solares y molinos de viento, reales y retóricos. En todos los casos se esconde una deliberada estrategia por sustituir la civilización cristiana y grecorromana por otra más fanática y teísta, y la democracia liberal por una nueva religión de superchería mesiánica donde el hombre es sustituido por la nada. En la configuración de esta secta woke, heredera del pensamiento de Gramsci en cuanto al monopolio cultural y académico y de las teorías de Laclau sobre la diseminación del discurso en varios frentes, la izquierda ha cambiado la lucha de clases (principios) por la hucha de causas (fines), donde ya no pelean por conquistar derechos, sino por alcanzar y mantener privilegios.

Para que nos entendamos, un sujeto woke es aquel que pone lo relativo sobre la certeza y prioriza el sentimiento subjetivo sobre la realidad biológica y jurídica. Para un tipo, tipa o tipex woke, un árbol solo es árbol en función de quien lo percibe. Habría que preguntarle al árbol si se siente así o por el contrario desea vivir como arbusto, en su deconstrucción natural salvaje. El wokismo impone lo sensitivo a la verdad y la percepción a la realidad. Ya no somos lo que somos, sino cómo nos percibimos, y por ende, así nos deben tratar los demás, o de lo contrario estamos autorizados a sufrir el síndrome del perseguido u oprimido, solución mágica para la llegada de la subvención o ayuda vital. A mayor número de causitas y víctimas, más asociaciones se crean para perpetuar el problema a costa del presupuesto público. En puridad, no hay mayor enemigo para la sanidad y la educación que el mundo woke.

Con este panorama desolador, Occidente se enfrenta a su mayor desafío desde el período posterior a la Segunda Guerra Mundial. Sin ánimo de ser exhaustivo, planteo tres ideas para combatir tan falsario pensamiento iletrado y desmontar a sus portavoces y propagandistas.

  1. Ponerlos frente a su propio espejo de contradicciones y falsedades. Cada vez que alguien del universo woke reivindique que se le trate como mujer siendo hombre, como jirafa siendo persona, como catalán únicamente siendo también español o como víctima del inexistente patriarcado, usemos sus mismas armas para sentirnos víctimas de su imposición dogmática, de su fascismo moral sobre el que no tiene derecho a reprendernos, aconsejarnos o legislarnos. Pediremos árnica al Estado y subvención a la asociación correspondiente e iremos a sus televisiones a llorar por la causita reprimida.
  2. Demoler, arruinar, arrasar con todos sus mandamientos contranatura, ilógicos y falsarios, tendentes a imponer el sentimiento a la razón y el engaño a la verdad. ¿Cómo? Con los datos que la historia (la hemeroteca analógica más precisa) nos facilita. Contar su pasado, ese que quieren borrar, antes de que a las nuevas generaciones le inoculen el veneno ignorante que les imponen para que aprendan la historia que no sucedió. Por todos los medios, con todas las herramientas y a través de todas las vías disponibles. No hay mejor manera de poner pie en pared contra la mentira que escenificando de dónde viene y por qué.
  3. Nombrar a los medios, periodistas y propagandistas que siguen enriqueciéndose en esta nueva dictadura mundial de la ignorancia y la sumisión que tiene en la agenda 2030 y su continuación propuesta por la globalista ONU hasta 2045, su principal marca blanca: a las niñas consentida como Greta Thunberg, a los actores del método que viven del Estado, Bardem, Intxaurrondo y Évoles de la vida, que viven como millonarios mientras predican el socialismo, a los zurdos de la academia y universidad, de la política y la prensa, hipócritas que defienden con el verbo lo que sus acciones rechazan mientras se benefician de su negocio de la causita urbi et orbe, etc. Se trata de exponer su modo de vida real, situarles cada día ante su cinismo, que conozcan la cruda realidad del engaño que les mantiene y sostiene a costa del sufrimiento del resto. Y divulgarlo, repetirlo y recordarlo. La propaganda, fue, es y será, el arma que seguirán usando para destruir todo lo que ha traído libertad, paz, progreso y prosperidad, justo lo que odia la izquierda woke. Es hora de que la empiecen a sufrir ellos.