Una tregua en la guerra comercial
En un encuentro tras la tercera sesión de la cumbre del G-20, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el de China, Xi Jinping, decidieron establecer una tregua en la guerra comercial de considerables dimensiones con la que amenazaban y de la que hemos tenido ya algunas importantes escaramuzas.
De todas esas amenazas y actuaciones, la de Huawei fue, sin duda, una de las más relevantes. Estados Unidos alegó motivos de seguridad nacional para establecer medidas contra la compañía china de móviles, que ahora, tras este encuentro, ha dejado en suspenso. Del mismo modo, la amenaza también se extendía a casi cualquier producto o servicio procedente del país asiático, a los que Trump estaba dispuesto a imponer importantes aranceles, que podían llegar a ser de un 25%. Por su parte, China quería contraatacar dejando de exportar a Estados Unidos ciertos minerales y otras materias primas que muchas empresas tecnológicas estadounidenses precisan para poder desarrollar sus productos.
Estas medidas, además de encarecer los precios de producción y, por tanto, también del consumidor, podían suponer un claro retroceso o, al menos, parón, en el desarrollo económico, pues podría suponer un serio revés para Huawei en el desarrollo del 5G y limitaría la mejora de muchos productos tecnológicos estadounidenses, además de provocarles un menor nivel de ventas en muchos casos.
Ha sido Trump, principalmente, quien ha cambiado de postura, parece ser que alentado por los comentarios o manifestaciones de muchas empresas de su país. La Cámara de Comercio de Estados Unidos ha estimado que esta política proteccionista frenaría el crecimiento del PIB de Estados Unidos en 3.000 millones de euros, al menos, y originaría la destrucción de 130.000 empleos, además de provocar un rebrote inflacionista en un momento en el que la Reserva Federal ha decidido cambiar su política monetaria ante los signos de desaceleración económica, elemento que no ayudaría a controlar ese potencial rebrote inflacionista, sino todo lo contrario. Bien está que se haya producido esta tregua, pero dicha tregua ha de convertirse en finalización de cualquier intento de guerra comercial arancelaria, que lo único que provoca es limitar la competencia, encarecer los productos, disminuir la productividad y la competitividad e impedir gozar de una mayor capacidad de elección, al tiempo que todo ello frena el desarrollo económico y el empleo.
Del mismo modo, la certidumbre en economía es imprescindible: no sólo debe ahuyentarse cualquier tentación proteccionista, sino que no se puede cambiar permanentemente de orientación en política económica, porque eso genera desconfianza e inseguridad, que es lo peor que le puede suceder a la economía. Esperemos, por tanto, que esto sea un buen punto de partida y que impida volver a prácticas comerciales de otros tiempos que son perjudiciales para la actividad económica.
- José María Rotellar, Profesor de la UFV, del CES Cardenal Cisneros y del Trinity College
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