Opinión

Trabajar en política

La política es una noble profesión donde se puede servir a la población aportando lo mejor que tenga cada persona que se dedica un tiempo a dicho oficio. Es una tarea difícil en muchos casos, llena de preocupaciones a la hora de sentir la soledad del gobernante y también de muchos sinsabores, pero apasionante y bonita por ese mejor servicio a la sociedad que se puede realizar.

Sin embargo, hace mucho que la opinión sobre la política está deteriorada, pues, por una parte, se ha criticado de manera demagógica en ocasiones y, en otra, se han dado tanto casos de corrupción como escasa formación por parte de distintas personas que han ocupado un cargo público o un puesto de designación política.

La forma en la que son elegidas las personas que trabajan en política no la mejor manera de incentivar que recobre dicha profesión una buena valoración. En muchos casos, se priman los contactos antes que el trabajo bien hecho; el aparecer en una serie de mítines saludando a los «grandes electores», pues ello son la cúpula de los partidos políticos, al rigor en el conocimiento de los temas; el halago fácil y sonrojante al que ostenta el poder frente a la preparación y formación de las personas.

Adicionalmente, la demagogia sobre los sueldos de los políticos supone una barrera para que se dediquen a ella los más preparados, a lo que se une la dificultad para retornar después al sector privado debido a muchas absurdas incompatibilidades y al deterioro de la percepción que la sociedad tiene de esa profesión.

Con todo ello, se expulsa a los buenos y quedan muchos mediocres. Es obvio que hay muchas personas que ejercen la actividad política que son grandes profesionales, pero cada vez desaparecen más, porque huyen asustados. Mientras, muchos asesores o altos cargos se arremolinan en torno a quienes deciden para lograr un puesto al que llegar o en el que mantenerse. Para ello, como en muchos casos se dan cuenta de que se valora menos la preparación que el halago, la preparación va desapareciendo, quedando, a la vez, mucho más atados a quien decide, pues tienen menos posibilidades de irse a una actividad privada si no son nombrados para un puesto político. Ese drama, por ejemplo, se come las organizaciones juveniles de los partidos políticos, generando, en muchas ocasiones, dramas humanos cuando alguna de esas personas, con el paso del tiempo, se caen de una lista o de un puesto y ya no tienen ni edad ni formación para reincorporarse al merado de trabajo.

En la política hay grandes servidores públicos, pero hay que lograr que se termine el deterioro de la misma, atraer a los mejores y primar el esfuerzo, el mérito y la capacidad por encima de los contactos o halagos. Será beneficioso para los ciudadanos, pues los gestores estarán más preparados; mejor para la economía, porque las decisiones serán más consistentes y eso repercutirá positivamente en el crecimiento económico; y mejor para quienes se dediquen a la política, pues tendrán mejor formación y, por tanto, más posibilidades alternativas fuera de la política y, por ello, serán más libres.