Totalitarismo o psicopatía

Kamala Trump
  • Carla de la Lá
  • Escritora, periodista y profesora de la Universidad San Pablo CEU. Directora de la agencia Globe Comunicación en Madrid. Escribo sobre política y estilo de vida.

Soy una mujer, y me hubiera gustado que Kamala saliera elegida, con sus trajes oscuros de Chloe y su grosera instrumentalización del feminismo (no creo que las señoras americanas se identifiquen ni lo más mínimo con su propuesta), de los desheredados (ellos menos) y del color de su piel. Todos fenómenos obscenos, aunque en política no queda nada que no resulte obsceno.

Sin embargo, créanme, me contenta que haya salido Trump y he disfrutado viéndole bailar con su corbata roja basculando a ambos lados de su barriga de poderosísimo de comic.

Me cae bien Kamala, pero me costaba creérmela (como me cuesta creerme a cualquiera de los popes y popesas del mundo), aún más de lo que me cuesta creerme a Trump. Me refiero a las razones por las que operan, más allá de la búsqueda del poder y la satisfacción de un ego descabalgado. Hombres y mujeres. ¡Qué más da!

¿Era la candidatura de Kamala un majadero intento de cumplir con una cuota de diversidad o estaba legitimada por sus méritos? Kamala Harris, como cualquier candidato, enfrentaba un camino complicado hacia la presidencia, mucho peor si es mujer: ¿qué habrá hecho para llegar allí? O mejor, ¿qué no habrá hecho?

Que conste que deseo (y si pudiera lo exigiría) una presidenta (en cada país más o menos civilizado); pero lo que nos ha traído la cultura woke, en lo que ha devenido tras sus magníficas intenciones, es una errática negación de la realidad, empezando por las señas de identidad de los diferentes pueblos con el fin de igualar, de homogeneizar. Después, la excomunión para el disentimiento, pero hay que disentir.

Porque, amigues, poner una señora negra para representar a Ana Bolena es una falta de respeto a la cultura negra, donde además se pone el énfasis en lo peor, a través de un alarde compensatorio, subrayando el hecho (que solo está en sus cabezas paranoicas) de que ser negro sería algo malo, o de que los negros no tienen historia.

No hay nada igualitario o inclusivo en hacer remedos negros, gays y femeninos de lo hegemónico. Recordemos el wokazo Roald Dahl, autor de cuentos como Matilda y Charlie y la fábrica de chocolate cuando la editorial Puffin contrató a lectores (neuróticos) «sensibles» y a reescribientes (la nueva profesión cool) para corregir los libros del escritor con arreglo a lo que consideran virtuoso y educativo (personas como Kamala Harris) en el siglo XXI. Autoridades no precisamente literarias, profundamente antiliberales (y un poco cortitas), luchando por dar paso a una nueva era, donde controlen no ya lo que hacemos sino lo que pensamos.

En la cosmogonía de Kamala, no se puede decir feo en una novela. ¡No! Ni tampoco las palabras blanco ni negro y, en defensa de la salud mental, tampoco se utilizarán «loco» ni ninguno de sus sinónimos. Vamos, que no se puede mencionar la patología mental en un libro salvo echando mano de perífrasis o construcciones elípticas ¡absolutamente chaladas!

Os digo más… El triunfo de Trump, que es una apisonadora intolerable que seduce desde su psicopatía a la parte más animal del cerebro (ese hombre cuyos dos únicos hobbies son las misses y la lucha americana), habla de una población estadounidense muy numerosa absolutamente primitiva y retrasada. No hablo de retraso mental, que de eso hay en todas partes, hablo de retraso humano. Lo contrario a la evolución social, política y moral en la que se presupone un crecimiento en los valores de la comunidad humana como son el altruismo, la inquietud por el conocimiento… Y estas pequeñeces…

A Trump me lo imagino riéndose a mandíbula batiente disfrazado de Papá Noel (y a Barron con una recortada por la Casa Blanca). Y con todo, me alegro de su elección. Y la estimo menos perniciosa que el Kamalazo, dispuesto a arrasar con los derechos de los librepensadores en un totalitarismo infinitamente más eficaz e implacable que los peores augurios de Orwell y Asimov.

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