Opinión

Tengo la regla

  • Carla de la Lá
  • Escritora, periodista y profesora de la Universidad San Pablo CEU. Directora de la agencia Globe Comunicación en Madrid. Escribo sobre política y estilo de vida.

Sobre todo querides (mujeres y demás personal menstruante) desde ahora, que no pase un solo ciclo por vuestro aparato reproductor sin que esta, su cronista favorita, al igual que todos sus coetáneos lo sepan y les feliciten. ¡Hagamos una fiesta! Comprendo que se rían, sensatos lectores, porque hace no mucho los procesos fisiológicos eran estrictamente eso, sucesos relativos al funcionamiento y las funciones del cuerpo humano y tenían que ver con células, tejidos, órganos, fluidos, secreciones y residuos.

La Escatología (No confundir con el sentido religioso) es la parte de la fisiología dedicada al estudio de los excrementos y los desechos corporales, ya saben, materia fecal, orina o menstruación, entre otros. Más allá de su estudio médico, necesario y conocido desde la antigüedad por su utilidad en la diagnosis, los procesos fisiológicos, permanecían en la esfera de la intimidad o el cuarto de baño; fuera de esa esfera privada y confidencial, solamente complacían a unos pocos raritos, que se erotizaban con tales extremos o disfrutaban el humor escatológico, basado en cuestiones elementales como la defecación, la flatulencia, la micción o el vómito, normalmente solo reclamo para los párvulos. Casi todos los niñes de 3 a 5 años muestran interés en aquellas palabras que tienen que ver con los genitales y las cacas y experimentan placer, como los de Podemos, al repetir tanto en voz alta: “caca, culo, teta, pito, pedo, pis” para provocar la atención de los adultos.

Hoy, como todes sabemos, inmersos en el régimen de Unidas excretemos, peemos y menstruemos, tales asuntos, un día considerados, no ya fútiles, sino despreciables, por estar íntimamente asociados a visiones, tactos, sonidos, olores y sabores desagradables, han sido elevados a la categoría de derechos sociales: Mi evacuación, mi tesoro. Y para muestra, los derechos menstruales (pronto llegarán los boñigales, los derechos miccionales y los regurgitacionales) que son los que certifican una vivencia menstrual libre de toda violencia, coacción, estigmatización, privación o discriminación…

¡¡¡La regla está de moda en los años veinte!!! Como en los 10 lo estuvieron las mechas californianas. Los que regentan los diferentes chiringuitos florecidos al calor de nuestro gobierno y otros similares lo llaman “Orgullo menstrual”. Muchaches, muestren que la sangre es de color rojo a los que no lo saben por culpa de un sistema patriarcal que pretende camuflar la verdadera significación de la fisiología femenina desde unos anuncios de compresas (fascistas, como todos los plásticos) que exhiben por tejido conectivo un líquido azul que huele a nubes… Se preguntarán, como yo: ¿A qué huele nuestro gobierno?

Para disfrutar de este nuevo privilegio que no habría llegado sin la acción redentora del Ministerio de Igualdad, hoy salgo del armario menstrual y les escribo sangrando. Y duele, ¿eh? pero sigo trabajando porque el patriarcado ha desarrollado toda una industria (la tecnología menstrual, cada vez más avanzada) para minimizar los “periodos” (no quisiera soltar eufemismo alguno que reste envergadura, dignidad… ¡¡prestigio!! a esto que nos ocurre cada 28 días) y que, por tanto, trabajemos más. ¡Justicia menstrua yal!
¿Desean más detalles? Imagino que no, yo misma me siento algo incómoda al darles tanta información personal jamás solicitada, pero, también de acuerdo a las nuevas convenciones morales, pretendo modernizarme y no ceder ante lo que hoy se considera un intento del patriarcado de silenciar o minimizar mi menstruación.

Ahora la regla es política y se arroja (a veces en sentido literal) contra los que pretenden ¿negarnos nuestro derecho a sangrar?. En Youtube podemos escuchar decenas de divulgadoras escatológicas y en Instagram las ilustradoras no paran de dibujar compresas manchadas de sangre, excusados sucios y bragas usadas para derribar lo que consideran un muro de opresión. Muchas, esto ya desde hace años, recomiendan la práctica del Sangrado Libre, en la que no se utiliza ningún producto (falsos amigos, herramientas avasalladoras del patriarcado, en realidad) para esconder o recoger el flujo menstrual. Practicar el free bleeding -aseguran- y utilizar la sangre como un acto simbólico, o echársela a sus hijes en la sopa, les hace sentir más empoderades que nunca.

Relájense amigues y desaprendan, que el nuevo civismo pasa por exhibir la fisiología y sus diversos miasmas. La próxima conquista social serán las flemas, las mucosidades de toda procedencia y, cómo no, los tan glosados por Cela y Quevedo, ambos pioneros en esto del empoderamiento ventoso: ¡los pedos!