Opinión

¿Superaremos el guión de 2024?

  • Carla de la Lá
  • Escritora, periodista y profesora de la Universidad San Pablo CEU. Directora de la agencia Globe Comunicación en Madrid. Escribo sobre política y estilo de vida.

No me olvido del año superado, porque no lo está, como uno no olvida fácilmente una buena comida o un viaje que te remueve, 2024 ha sido un verdadero almanaque en materia de infartos coyunturales. Dicen que la historia se repite, pero 2024 decidió improvisar.

Repasemos; Mr. Donald Trump volvió a la Casa Blanca como quien regresa a su reality show favorito. No defraudó: entre bailes virales en TikTok y un discurso inaugural que incluyó referencias a «la mejor hamburguesa de la historia», el magnate de cabello color mostaza reafirmó que la política puede ser más animada (y lo es) que cualquier canal de televisión. Mientras en Estados Unidos Kamala Harris echaba a lavar su pijama de felpa morado, en España el panorama político estallaba dentro del microondas.

«¿Por qué se conjuntan los astros para que te ocurra algo? ¿Quién es alguien para juzgar qué te viene o por qué… En un mundo en el que nadie tiene ni puta idea de qué va esto de la vida?» Rodolfo Sancho, el caso Sancho, la serie que grabó para pagar los extraordinarios gastos que acarrea su penosa situación tras el asesinato del cirujano Edwin Arrieta.

Y eso mismo habrá pensado Íñigo Errejón. Y también se habrá arrimado, digo yo, al estoicismo. En 2024 la izquierda ha sufrido, como era de esperar, sus propios terremotos en el marco del imparable declive de la marca progre. Íñigo Errejón, líder de Más País, protagonizó el mayor (y más entretenido) escándalo del año y el capítulo más infernal de su vida con una dosis, de su propia medicina (no hay denuncias falsas) que lo (destruyó) hizo dimitir.

Pasó de ser la promesa zuda patria, el niño bonito de la cosmogonía aliade al más grueso trending topic del machirulismo patrio. En el Congreso, la noticia se recibió con susurros, mientras Yolanda Díaz, también cadáver político convertido en zombi, espera un milagro de Dios como el gordo que se propone adelgazar apuntándose al gimnasio desde enero.

Y en el orden de las cosas místicas, no podemos dejar a un lado uno de los capítulos más relevantes de este Black Mirror: la maravillosa intervención en nuestras mentes atónitas de las clarisas de Belorado (Burgos), algo que nos precipita a la inmortal Entre Tinieblas de Almodóvar (¡ay! sor Estiércol y sor Perdida… Que si no han visto les recomiendo muchísimo) porque es una belleza de principio a fin. Yo que las sigo fascinada en su perfil de Instagram, las veo fabulosas y estupendas plantando cara al sistema y al pontífice, al que califican de usurpador, aunque ya eran mediáticas y famosas por su maestría en la elaboración a mano de productos de repostería y chocolate de altísima calidad. Sor Sion, muy musa, dice que ellas han puesto su suerte y su destino en manos del señor.

Javier Milei, triunfante desde Argentina, e Isabel Díaz Ayuso, desde aquí, se convirtieron en el dúo más sexy y mentado del año tras su encuentro madrileño. Milei recibió la Medalla Internacional de la Comunidad y el acto terminó dejando claro que saben cómo enloquecer a la izquierda. Los liberales los mirábamos deseando que se enamoraran y reprodujeran indecorosamente.

El año de Pedro Sánchez, por su parte, no ha sido la primavera de Vivaldi, luchando por mantener a raya al independentismo catalán, conteniendo sus deudas políticas, como un domador con una silla thonet apuntando a la cara de un león, cuando su esposa, Begoña, fue imputada por presuntos delitos de tráfico de influencias. La tormenta mediática resultante llevó a Sánchez a dramatizar y casi escenificar su propia dimisión que, por supuesto, no se llevó a cabo, muy en clave, me tomo 4 lexatines y llamo a una ambulancia.
En efecto, parece que en este gobierno y sus feligreses cabe de todo y, por supuesto, en la persona legendaria de Ábalos, amante de la cultura latinoamericana, lo cual le honra, y bailarín de bachata. Y fue imputado, como el hermano del presidente, que disfruta de salario público, mientras no pare la música.

El caso de don Víctor Gonzalo de Aldama Delgado sacudió las instituciones con la revelación de una trama que ha involucrado y enfangado a diversos altos cargos. Sus declaraciones fueron tan estruendosas que dejaron opistótonos a medio país.

Aunque no tanto como el prodigio cultural más bizarro del año, que llegó con el paso del Eras Tour de (la sin sal) Taylor Swift por el Bernabéu. Más que un concierto, fue una pandemia que desató la fiebre swiftie por toda la ciudad. Su impacto económico superó incluso al de la final de la Champions, consolidando a la marca como un fenómeno mundial (que no comprendo en absoluto. ¿Y quién soy yo para ignorar la purpurina rosa?).

En otro rincón del mundo, Nicolás Maduro continuó consolidando su reputación horripilante, mezclando discursos inverosímiles con violaciones de los derechos humanos, colapso económico, absolutismo y una de las peores crisis humanitarias de la historia de Venezuela​, devastada por la mediocridad empoderada donde el rol de José Luis Rodríguez Zapatero y ciertos sectores de la izquierda española resulta particularmente increíble. Y el de María Corina Machado Targaryen, Rompedora de Cadenas y Madre de Dragones.

Y de pronto, en España, la dana golpea Valencia. Las críticas por la lentitud de las respuestas oficiales evidenciaron fallos estructurales en la gestión de las emergencias y el plan de reconstrucción semanas después continúa siendo digno de escepticismo. Es imposible que una persona moderadamente sana y bien construida afectivamente no empatice con sus gentes.

Pero ¿por qué? Esta pregunta, junto con el asunto del mal, es quizá la más antigua y discutida en las conversaciones entre creyentes, agnósticos y ateos. Muchas personas se cuestionan, que de haber un Dios todopoderoso y bueno, hubiera creado el mundo “bien”, un mundo perfecto en el que no hubiera catástrofes, ni enfermedades, ni dolor, y en el que, de paso, todos seríamos amorosos y viviríamos despreocupados y felices. ¿Es el sufrimiento descabelladlo, ilógico, un disparate? Puede, pero la lucha contra él no lo es.

Y así entramos en 2025, tras un año que nos enseñó que todo es posible: entre dimisiones dramáticas, sombreros fucsia de cowgirl y Sánchez arrastrando su atlético trasero por las nieves de Cerler. ¿Qué nos depara 2025? ¿Tal vez un musical en el Congreso, el crossover definitivo entre Karol G y Feijóo? La crónica periodística no se escribe, se baila. Y a veces, al ritmo del caos.