Opinión

El silencio de los corderos

Cuando uno de los últimos mohicanos del Mallorca, el entonces presidente Monti Galmés, se fue a Arizona a contarle al, a su vez, primer accionista del club Robert Sarver, los desmanes de Maheta Molango, el dueño decidió deshacerse del mallorquín. Suele pasar a los mensajeros aunque sean portadores de su propio mensaje.

El actual CEO, Alfonso Díaz, se había estudiado mejor el guión y, transcurrido un año prudencial, no necesitó coger el avión para mostrar a los jefes las habilidades de su inmediato superior, que fue inmediatamente cesado. «Business is business». A consejero delegado muerto, director financiero puesto.

El 18 por ciento de los abonados, según declaración del interesado, está que trina por las dificultades, contrastadas, que ha encontrado para renovar sus ubicaciones, pero el 82 por ciento restante todavía no ha digerido el desagravio sufrido en el reparto de entradas para la final de Copa ante el Athletic celebrada en el sevillano estadio de La Cartuja. Organización de los viajes aparte, claro.

El primer ejecutivo del club, Ortells por muy director deportivo que sea se queda en segundo plano, aseguró haber reclamado alguna explicación a la Federación Española de Fútbol que, afirma, no ha contestado. No cabe apreciar diligencia en la respuesta, pero tampoco en la pregunta ya que los señores Díaz y Ortells, junto a un séquito seleccionado, fueron invitados a la final de la Eurocopa disputada hace pocos días en Berlín.

Es más, don Alfonso logró colarse en la fiesta posterior al triunfo de España, no el resto de sus acompañantes, un momento que, por supuesto, no era el indicado para decirle algo a Pedro Rocha y su banda que, de otro lado, bastantes problemas tienen ya. Pero tal nivel de confianza no se esgrimió ante los periodistas invitados a desayunar en Son Moix. Lo que pasa en los despachos, se queda en los despachos.