Opinión

Si Rivera fuera liberal

Un petardo explota últimamente entre la silla y los glúteos del tertuliano de Ciudadanos cada vez que un colega de mesa se refiere a él, o a ella, como socialista. Me ocurrió el otro día con uno de sus diputados en el Congreso, y ex senador del PSOE, al llamarle socialdemócrata. Abjuró del izquierdismo botando sobre la mesa del plató con la afectación de un personaje de Jim Carrey con ciclotimia bipolar sin medicar: “¡No somos socialistas! ¡Somos de centro!”. Fue fascinante. Como vivir la aparición de la Virgen de Fátima a principios de siglo en Portugal, sólo que la nueva Santa del milagro obrado esta vez era la Transversalidad, la “monja cojonera” de todos los partidos políticos con crisis de identidad: un guerrista de dos décadas de militancia en Ferraz agraviado por el socialismo exigiendo que una, presta, encima le tenga que consolar.

La Transversalidad es el nuevo tinte que convierte el socialismo de Rivera en una “rubia de bote” liberal tras dos horas de congreso extraordinario y unas líneas a EFE a través de un burofax. Pero el drama de Ciudadanos sigue siendo el mismo. La calamidad de toda la tradición centrista española: un partido de corazón a la izquierda tratando de permanecer como máxima aspiración con el voto emocional y volátil de una derecha que no volverá a prestárselo una segunda vez. Un partido que, por dos oportunidades electorales consecutivas, ha eludido el riesgo que es inherente a la transgresión, al liderazgo y a la propia auctoritas. Ahora toca ser un partido que reivindica el liberalismo y el centro político como si fueran la misma cosa. Ese centro que el propio Juan Carlos Girauta reconocía como “la inutilidad operativa cada vez que se intenta trabajar con él y que, finalmente, concierne a meras cuestiones estéticas, por lo demás dudosas y discutibles”. (La Eclosión Liberal, Ediciones Martínez Roca, 2006, págs. 41-42). El liberalismo no está en el centro. No es un espacio. Ni unas alzas en los zapatos para engañar y parecer más alto. Es un sistema de ideas. 

Y uno de los argumentos de la ejecutiva para defender su nueva conversión doctrinal es el reciente nombramiento de su gurú político, Luis Garicano, como vicepresidente de ALDE, el Partido Liberal Demócrata Europeo que en modo alguno es el garante de un ADN liberal. Si uno se convirtiera en liberal por pertenecer a ALDE también lo serían el actual PNV y su fundador, Sabino Arana, quien imponía la pureza racial vasca como si el ser humano fuera una vaca de vientre del Gorbeia. Como tampoco lo son otros grupos socialdemócratas europeos con los que Rivera siempre confesó la afinidad de su partido “socialdemócrata de centro izquierda” con la ilusión genuina de un niño en el primer estadio de la enseñanza escolar. 

Si Rivera fuera liberal sus referentes no serían Renzi y Valls, dos símbolos del fracaso del socialismo europeo de manual. Recuperaría el espíritu osado de Thatcher y Reagan. Si Rivera fuera liberal abandonaría el tramposo discurso de la igualdad para defender la libertad como valor predominante. Si Rivera fuera liberal se habría opuesto frontalmente contra el decreto de la subida de impuestos aprobada a principios de diciembre por el Gobierno de Rajoy. Si Rivera fuera liberal se revolvería contra la subida del impuesto de sociedades. Exigiría la bajada del techo de gasto. Entendería que el incremento del salario mínimo interprofesional acabará con miles de pymes. Exigiría el fin de la mafia sindical impuesta en la negociación colectiva y la asfixia provocada por este macro Estado. Y si Rivera fuera liberal simplemente Ciudadanos no estaría acabado.