Opinión

El separatismo y su galería de miserables

El secesionismo catalán es un mal que no se detiene ante nada. Al contrario, cuanto peor está la sociedad catalana, mejor para esta ideología excluyente y totalitaria. Lo hemos visto estos días, usando a los muertos en Madrid para reírse de ellos, o azuzando a la población catalana contra la Guardia Civil o el Ejército. No es que los partidos separatistas sean desleales, es algo mucho más siniestro, son inmorales, porque aprovechan cualquier situación, por trágica que sea, para intentar sacar ventaja.

Si alguien es culpable de esparcir el coronavirus en Cataluña ese es Carles Puigdemont. Fue él quien convocó, en plena crisis sanitaria mundial, a una multitud de más de cien mil personas que se apiñaron en Perpiñán para escuchar su discurso y el de Clara Ponsatí. Sí, la misma del tuit “de Madrid al cielo”, la eurodiputada prófuga de la Justicia que va de graciosa y que cuando le dicen lo miserable que es, entonces se justifica diciendo que “no la han entendido bien”. Es lo bueno de ser nacionalista, que nunca te equivocas, dado que la culpa siempre es de los demás, sea ‘Madrit’, el Rey, la Unión Europea, los catalanes constitucionalistas o Darth Vader.

Pero Puigdemont no se da por aludido. La culpa de la extensión del coronavirus por toda España es de “Madrit”, porque los partidos que malgobiernan la Generalitat no son responsables de nada. No importa que los hospitales catalanes estén desbordados, que no tengan material de protección por la falta de previsión de los responsables de la ‘conselleria’ de Salud, que no sepamos las cifras reales de infectados porque no hay ninguna posibilidad de hacer el test del virus. La solución mágica de Torra y de sus aliados de ERC es confinar Madrid. Como si por toda Cataluña no estuvieran los infectados por haberse juntado a miles en Perpiñán.

Dos sindicatos de funcionarios penitenciarios han denunciado que mientras la Generalitat vende a Italia mascarillas especiales y de calidad, fabricadas por reclusos en talleres de reinserción tutelados por el Govern, se les ha negado a los funcionarios de las prisiones catalanas. Mientras, líderes secesionistas como el presidente de la Cámara de Comercio de Barcelona, Joan Canadell, o la ex diputada de la CUP en el Parlament Mireia Boya se han dedicado a difundir en las redes sociales el bulo que el Ejército estaba requisando en Cataluña material de protección sanitario. Lo de siempre, según parte del separatismo no hay mascarillas en Cataluña por el ‘invasor militar español’ mientras sus colegas ideológicos de la Generalitat las venden a otro país.

Torra, desde el primer momento, no ha intentado coordinar una respuesta con el Gobierno de España. Ha querido aprovechar para vender a los catalanes que el Govern es un “Estat” y ha pretendido ir por libre. Y cuando Pedro Sánchez ha tomado medidas para todo el país, el inhabilitado ‘president’ de la Generalitat se ha dedicado a poner palos en las ruedas y a quejarse de que le habían aplicado un “155 encubierto”. Justo la misma estrategia que han seguido los ‘nacionalistas responsables’ del PNV. Y es que todos los secesionistas son idénticos, vivan en Barcelona o Bilbao.

Cuando los separatistas dicen que Cataluña es “diferente” al resto de España aciertan en algunos aspectos. Como a la hora de tomar medidas tan rastreras como que el teléfono de atención para dudas del coronavirus sea de pago. El 061 lo era, se armó el escándalo, el eurodiputado Jordi Cañas llevó el tema a la eurocámara y el Govern reculó y lo convirtió en gratuito. Días después, ante el colapso del 061 habilitaron el 012, que sigue siendo de pago. También es “diferente” a la hora de tener concejales tan “graciosos” como Joan Coma, de la CUP, que incitó a sus seguidores en twitter a “toser a la cara” a los soldados españoles si se desplegaban por Cataluña para “que se vayan y no vuelvan más”. O teniendo presentadores de TV3 como Jair Domínguez, que aprovechando que hacía teletrabajo aprovechó para mostrar en antena, violando la neutralidad exigible a una televisión pública, un parche con una estelada y la expresión “Catalunya lliure”.

O profesores gerundenses como un tal “Jordi”, que presumía como los clientes de la cadena de supermercados ‘separatista friendly’ Bonpreu hacían una “cola civilizada” mientras los clientes “garrulos” de Mercadona gritaban y corrían. Por supuesto, en su perfil de twitter no faltaba el lazo amarillo de la superioridad mental. Porque muchos secesionistas se creen más listos, más preparados, más civilizados que el resto de España, a la que consideran un país atrasado e indigno de convivir con gente tan guay como ellos. El problema real es que la parte más desagradable del secesionismo no es un sector minoritario. Sus miembros ocupan los principales cargos institucionales y de la sociedad civil en Cataluña. Y, día a día, van aumentando su particular galería de miserables.