Sánchez saca el comodín de Putin
En psicología se define como tríada oscura un tipo de personalidad en la que coexisten tres factores: la psicopatía, entendida como una empatía muy limitada, propia de personas que no tienen remordimientos y para las que la moral y las normas éticas les son indiferentes; el maquiavelismo, que se caracteriza por adoptar estrategias cuyo único fin es obtener beneficios personales y el narcisismo, que define al vanidoso.
Los españoles tenemos al frente del Gobierno de España a un personaje cuya personalidad se adapta como un guante a la que se define en base a estos tres conceptos. Esto no es una opinión; solo hay que repasar desapasionadamente la hemeroteca para comprobar que, desde que llegó al Gobierno, Pedro Sánchez Castejón ha aprovechado en beneficio personal todas las desgracias humanas, y lo ha hecho con total desparpajo y sin que se le mueva un pelo del flequillo. O sea, lo ha hecho sin el más mínimo rastro de empatía y como si fuera algo normal en y para su persona.
Primero fue la pandemia (que negó, que no combatió a tiempo, que dio por liquidada en la primera ola y porque estaba en campaña en Galicia, que utilizó para cerrar inconstitucionalmente el Parlamento durante los sucesivos estados de alarma y para anular todos los contrapoderes democráticos.
Sánchez utilizó el miedo, la inseguridad y la incertidumbre en la que estábamos sumidos todos los españoles durante la pandemia para impulsar y acelerar contra reformas de vital importancia en áreas tan sensibles como la Educación, el Código Penal (de su promesa de incrementar la penalización de los delitos contra la democracia a su rebaja del delito de sedición, el Poder Judicial (intentó que fuera una mayoría simple, o sea, la de gobierno, la que nombrara a todos los miembros del Consejo General del Poder Judicial, suerte que Europa se lo paró…) la ley general de telecomunicaciones (se nos ha olvidado que dota al Gobierno de capacidad para asumir la gestión directa de los medios y las redes…)
Sánchez utilizó la pandemia para declarar secreto todo aquello que pueda afectar a su imagen como demócrata, desde los viajes en Falcon a los sueldos de su mujer. En solo un año incumplió en 1200 ocasiones la ley de transparencia. La opacidad se convirtió en la norma para gobernar de espaldas a los ciudadanos y sin control de los órganos democráticos que tienen la obligación constitucional de controlar la acción del gobierno. O sea, podemos afirmar que a Sánchez le vino la pandemia a ver.
Y ahora le ha venido a ver Putin. Por eso en su última sesión de control afirmó todo companudo que “la inflación y los precios de la energía son única responsabilidad de Putin”. Y al ver la cara de estupefacción de los diputados proclamó, enfático: “Es la verdad”. Y se quedó tan ancho.
O sea, que el precio de la gasolina, que lleva encadenado un incremento del 35% en un año, es culpa de Putin, que invadió Ucrania hace quince días.
O sea, que la inflación, que ya estaba antes de la invasión en el 7,4% interanual y es, desde hace meses, la más alta de la UE tras Lituania, es culpa de Putin.
O sea, que la factura de la luz de un consumidor medio español que alcanzó los 949€ en 2021 -lo que supone un incremento del 41% respecto la factura de más 2020- es culpa de Putin, que invadió Ucrania el 24 de febrero.
O sea, que la culpa de que desde hace más de un año los españoles paguemos el megavatio hora al doble de lo que pagan el resto de países europeos (ejemplo, Francia 211 euros/MGh, España más de 500) es de Putin.
Pero, no contento con eludir su responsabilidad por la ruina que provoca su incompetencia, se atreve a decir que el PP utiliza la guerra para hacer oposición; lo dice él, que utiliza todas las tragedias de las personas en beneficio personal, ya sea una pandemia, un naufragio o la erupción de un volcán. Hasta los refugiados ucranianos han tenido que esperar a ser reubicados a que el señorito se saque con ellos una foto. Es el Maquiavelismo, vanidad y psicopatía en estado puro. De libro.
Sánchez saca cualquier comodín para esconder su incapacidad y evitar que los españoles le responsabilicemos de las consecuencias. Primero, fue el comodín de Franco, hoy es el de Putin. Es de agradecer que aún no le eche la culpa a Zelenski, aunque todo se andará. Apuesto con quien quiera a que él, que fue el último presidente en llamar a Zelenski, el último gobernante europeo que decidió enviar armamento a Ucrania para que se defendieran del invasor, será el primero que se desmarcará del apoyo a Ucrania y será el primero en acercarse a Putin en cuanto huela que puede ganar.
En fin, que nada bueno se puede esperar de un tipo que tiene en su gobierno a ministros que son activistas anti OTAN y que gobierna con el apoyo de los activistas pro ETA.
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