Sánchez riega de millones a Marruecos para un plan de regadíos que será la puntilla del campo español
Si Pedro Sánchez fuera tan generoso con el campo español como lo es con el rey Mohamed VI de Marruecos otro gallo cantaría, pero ya se sabe que el presidente del Gobierno ha decidido que el dinero de todos los españoles se emplee en financiar proyectos e infraestructuras en la nación vecina, no se sabe si porque el monarca alauí lo tiene pillado por el móvil que espió Pegasus o porque el presidente responde a otros secretos intereses. Aquí la sequía hace estragos, razón por la que Sánchez ha decidido otorgar un generoso crédito de 250 millones de euros para construir «la mayor planta desaladora de agua con última tecnología en el norte de África». Está localizada en Marruecos y la construyen empresas directamente vinculadas con el primer ministro marroquí. O sea, el campo español agoniza en parte por la competencia desleal de los productos de Marruecos y Sánchez se dedica a colaborar activamente con Rabat mientras deja en la estacada al campo español.
Marruecos tiene un plan para duplicar su producción y colocarse en cabeza de los países exportadores de productos agrícolas en 2030. Un plan que, como advierten los agricultores, supone un duro golpe al cultivo español. Y para ello, uno de los puntales de su estrategia se basa en el agua desalada, con la construcción de una decena de nuevas plantas de última tecnología para abastecer una producción agrícola enfocada específicamente en la exportación. Nada que objetar a que Marruecos fije sus planes de futuro, pero buena parte de esas nuevas infraestructuras se están construyendo con apoyo y dinero público español. Ya sea en forma de subvenciones o de créditos, como el que el Gobierno de Sánchez aprobó el pasado 27 de diciembre en el último Consejo de Ministros del año. El objetivo de ese desembolso es «financiar el proyecto SALT de diseño, construcción, financiación, puesta en marcha, operación y mantenimiento y traspaso de una planta desaladora». La planta estará situada en la zona de Casablanca, con un importante hub agrícola. Junto a la de Agadir, que también contó con aportación española, y otras previstas en Al Jadida y Safi, Marruecos espera multiplicar casi por diez la capacidad de obtener agua para regadíos de cara a 2030: se pasará de nueve plantas y 147 millones de metros cúbicos anuales a alrededor de veinte con más de 1.000 millones de metros cúbicos. Una cosa es la solidaridad y otra, bien distinta, tirar piedras contra el propio tejado español.
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