Opinión

Sánchez-Puigdemont, partida de póker con elecciones dobles al fondo

La renuncia de ERC a apoyar al candidato socialista, Salvador Illa, en una eventual investidura -Esquerra ha aprendido la lección y sabe que su apoyo al PSOE ha sido como una soga al cuello de sus aspiraciones electorales- coloca el escenario político catalán en una encrucijada de efectos gigantescos, hasta el punto de que lo pase en Cataluña de aquí a la primera sesión de investidura prevista para el 25 de junio podría repercutir directamente en la gobernabilidad nacional. Si el 25 de agosto no hay Gobierno en Cataluña -porque Pedro Sánchez no se pliega a las exigencias de Carles Puigdemont de liquidar a Salvador Illa para otorgarle la presidencia de la Generalitat al líder de Junts-, el jefe del Ejecutivo se guarda la baza de hacer coincidir la repetición de los comicios catalanes con unas nuevas elecciones generales, lo que le obligaría a disolver el Parlamento en pleno para verano para acudir a las urnas en octubre. Es una hipótesis que cobra cuerpo a medida que se hace realidad el desafío de Puigdemont. Una doble convocatoria electoral -elecciones generales y autonómicas catalanas- un mismo domingo del próximo otoño.

Y es que Pedro Sánchez es consciente del problema que se le plantearía desde el PSC si sacrifica a Salvador Illa y también de la dificultad que entraña ceder la Generalitat a Carles Puigdemont con el horizonte penal del líder de Junts pendiente del hilo de una justicia que nada más entrar en vigor la Ley de Amnistía presentara ante la UE una cuestión prejudicial que suspenderá la aplicación de la norma. Es por ello que Sánchez baraja responder al desafío de Puigdemont con la disolución de las Cortes -a partir de finales de este mes de mayo ya podría hacerlo- para que sean las urnas quienes determinen el futuro político del Gobierno de España y de Cataluña en concreto. Todo empezará a moverse después de las elecciones europeas. Hasta entonces, mucho ruido y pocas nueces.