Opinión

Sánchez y su discurso del odio

Pedro Sánchez ha protagonizado un discurso de investidura basado en falsedades, generando frentismo entre los españoles y sembrando discordia. A ello le ha añadido un conjunto de promesas económicas inviables, que sólo generarán más gasto, déficit y deuda, acrecentando el carácter insostenible de las cuentas públicas españolas.

Todo ello constituye una huida hacia delante de Sánchez una vez más, como lo hace con la amnistía inconstitucional o con el también inconstitucional ataque de Sánchez a la separación de poderes, al atacar de frente a los jueces con su pacto con Junts acerca de la imposición de comisiones de investigación con lo que ellos consideran que es un lawfare, como si España fuese un Estado no democrático.

Todo esto también perjudica a la economía, pues genera una inseguridad jurídica enorme, añadida a la generada por Sánchez durante este quinquenio con impuestos populistas, como el de la banca o las energéticas, además del demagógico impuesto a las grandes fortunas, que, por mucho que lo niegue el Tribunal Constitucional, invade competencias autonómicas sobre el impuesto estatal cedido que es el de Patrimonio.

Sánchez, falto de educación, en un tono muchas veces que exhibe una chulería de macarra de barra de bar -altanería con el PP, porque con los enemigos de España, que lo chantajean claramente en el hemiciclo, se muestra humillantemente sumiso-, envuelto en rencor, en alentar un triste frentismo entre españoles que había quedado felizmente superado en la Transición, con unos pactos vergonzosos que humillan a España, ataca a la Constitución con la inconstitucional amnistía y vuela por los aires el Estado de derecho.

Asimismo, presenta una continuación de su política económica, de gasto, déficit, deuda, impuestos altos e inseguridad jurídica que merman la actividad económica, destruyen empleo y ahuyentan inversiones, en una política económica que no pueden apoyar a la vez Sumar, Podemos, Bildu, ERC y el BNG, por un lado, y el PNV, Junts y Coalición Canaria, por el otro. Esto hará que la deriva de su propia política económica creará todavía más incertidumbre por el enfrentamiento entre sus propios socios, pagándolo todos los españoles, como la factura de la deuda que ha generado y de los privilegios que dará a los independentistas para comprar los votos de su investidura.

Sánchez huye hacia delante fomentando la división entre los españoles, porque trata de vivir de la discordia, acompañado por los enemigos de España, de la Constitución, de la igualdad entre los españoles y de la libertad. Se ha puesto a la cabeza de ellos para conservar su puesto, entre un conjunto de falsedades, en un ejercicio de la mentira permanente que para Sánchez ya es como respirar, mientras introduce a España en una de las más sombrías etapas por las que habrá atravesado nuestro país. Sánchez le hará antes mucho daño a España -ya se lo ha hecho y se lo está haciendo-, pero su felonía acabará arrumbada en el desván de la historia.