Opinión

La salida de Iglesias deja atrás los agravios contra la Monarquía

La decisión del dirigente de Unidas Podemos de abandonar la política activa ha causado un gran alivio entre numerosos sectores de la sociedad española, hartos de soportar sus constantes gestos de hostilidad, desprecio y supremacía respecto a todo el que no compartía sus tesis. Pero si hay un lugar donde el mutis por el foro de tan peculiar líder político ha provocado una sensación de descanso ha sido, por lógica, el Palacio de la Zarzuela. Aunque nadie de los que desarrollan su tarea de servicio en la sede de la Jefatura del Estado haya comentado nada acerca de la desaparición de la escena pública de Iglesias -representada en el Congreso de los Diputados, el Consejo de Ministros y los actos oficiales en representación de su cargo de Vicepresidente del Gobierno- ni lo vaya a hacer nunca, es inevitable pensar que el suspiro de alivio en las estancias de Zarzuela ha debido ser de los más hondos que se han producido en estos días.

Hay un dicho popular que se usa para describir lo que se siente al ver irse a alguien incómodo de trato y difícil cuando no imposible de relacionarse con él: “Tanta paz lleves como descanso dejas”. En el caso de la salida del dirigente de Unidas Podemos, es fácil pensar que se podrían contar por decenas los miles de ciudadanos que han hecho suya la frase y la han asumido frente a las múltiples ocasiones en que se han sentido ofendidos, amenazados e indignados por las palabras de una persona que sólo parece albergar inquina, resentimiento y desprecio hacia la mitad de la humanidad a los que considera fascistas o nazis.

La lista de agravios que podría exhibir la Familia Real ante los constantes ataques y gestos de deslealtad de Iglesias desde que llegó a la escena pública es larga y abultada. Desde el regalo envenenado que Pablo Iglesias ofreció a don Felipe la primera vez que se vieron –un pack de la serie Juego de Tronos- con un sonrisita de superioridad inexplicable, las actitudes del líder radical han sido inadecuadas, despreciativas y de muy mala educación. Por no hablar del grave incumplimiento de la promesa hecha por Iglesias en el Palacio de la Zarzuela al prometer su cargo de Vicepresidente, de guardar y hacer guardar la Constitución y mantener la lealtad al Rey. Los ataques verbales al Jefe del Estado, la ausencia de actos institucionales por no coincidir con don Felipe, su decisión de no responder al saludo del monarca en eventos dedicados a las víctimas del terrorismo o de homenaje a los fallecidos por el COVID han sido persistentes y muy señalados, para que todo el mundo notara la actitud de rechazo a la institución que representa al Estado español.

Así que, aunque nunca jamás escuchemos unas palabras de reproche por parte de la persona que tan dignamente está ejerciendo su papel de Jefe del Estado contra alguien que intentó destruirlo por ser la pieza clave del Reino de España, todos los ciudadanos que valoran al actual Rey y lo que representa, hemos exhalado un profundo suspiro de alivio ante la salida de Pablo Iglesias de la política activa.