Los Reyes a cuerpo descubierto
La semanas pasadas subrayé que, desde mi punto de vista, en la vida del Rey Felipe VI existe un antes y un después tras los acontecimientos de aquel sábado en la levantina localidad de Paiporta, cuando ante el estallido de cólera de sus ciudadanos unos se quedaron y otro huyó despavorido inventando después una historia de las que producen hipo.
Se lo dijo una señora a la Reina Letizia, que todavía tenía barro en la cara: «No es contra ustedes». Y no lo era. El Rey no tuvo ninguna responsabilidad, ni puede tenerla (produce melancolía tener que explicar esto tantos años después de aprobada la Constitución), en la gestión de la tragedia. Representa al Estado pero carece de poder ejecutivo, que se residencia en el Gobierno y en el resto de las instituciones. Punto.
Lo ocurrido posteriormente en el segundo viaje real al escenario de las tragedias viene a demostrar que el Rey Felipe es mucho más que ese muñeco que algunos se empeñan en transmitir que baila al son que le tocan. El jefe del Estado y su mujer han vuelto a demostrar intuición certera para saber de qué lado sopla el viento, independientemente de que, en efecto, crean en los valores que pregonan. Visitaron Chiva y el resto de los territorios afectados también en Castilla la Mancha y fueron llevados en volandas por el pueblo llano…¿Mensaje? «Estar, escuchar, acompañar…», subrayó Doña Letizia.
Que haya oído o leído, los únicos que entraron a saco contra la segunda visita de los Reyes a los territorios afectados son los mismos (ampliamente conocidos por negar las evidencias e ir con orejeras por la vida ) que sostienen que es preferible una república dictatorial y asesina con la que no pierden ocasión de mimetizarse a una monarquía democrática y sostenida por un Estado de derecho.
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