Residencia privada de los marqueses de Galapagar: prohibido hacer ruido
Cualquiera diría que el chalet del vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, y su pareja, Irene Montero, ministra de Igualdad, está siendo rodeado por una turba con aviesas intenciones que amenaza la integridad física de sus moradores. El despliegue de medios ordenado por el ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, es tan desproporcionado que cabría preguntarse qué riesgo potencial baraja el Gobierno socialcomunista para ordenar que 25 agentes de la Guardia Civil y una docena de vehículos blinden la zona de Galapagar donde residen Iglesias y Montero. Después de que el primero sugiriera que la Guardia Civil está infectada de peligrosos elementos ultraderechistas al servicio de espurios intereses, habría que preguntarle a Pablo Iglesias si considera que los 25 agentes destinados a su protección forman parte de la «policía patriótica».
Y, para rizar el rizo de lo absurdo, Marlaska ha ordenado a los efectivos de la Guardia Civil que impidan cualquier tipo de cacerolada en las inmediaciones del chalet con la excusa de que provocan «contaminación acústica» y perjudica a las especies animales del Parque Regional del Curso Medio del Río Guadarrama. Desde el pasado lunes lunes no se pueden golpear cacerolas frente a la famosa parcela de 2.300 metros cuadrados con piscina. A este paso, el ministro de Interior obliga a los vecinos de la zona a que hablen en voz baja, no sea que molesten a la pareja gubernamental.
Para Grande-Marlaska ser vecino de Pablo Iglesias e Irene Montero les convierte en sospechosos, de forma que la Guardia Civil tiene el encargo de controlar sus pasos. Resulta inaceptable que la vida diaria de la gente que vive en las proximidades del chalet de la pareja se vea condicionada y afectada por la orden de un ministro que ha impuesto una suerte de toque de queda en la zona. Y lo de la prohibición de las caceroladas con el peregrino argumento de que molesta a la fauna del Parque del Río Guadarrama es la demostración más palmaria de que la zona de Galapagar donde viven Iglesias y Montero se ha convertido, de facto, en zona de veda. Lo siguiente es cerrar la vía pública y poner una cartel con el lema «Residencia privada de los marqueses de Galapagar».
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