Opinión

Reformar lo que se va a derogar

Los votantes no podemos aceptar excusas. Los partidos que hoy están en la oposición al Gobierno socialcomunista, aliado de proetarras y golpistas, tienen ocho meses de plazo para solicitar todos los informes técnicos, jurídicos y administrativos que sean necesarios para no demorarse ni un solo día en la derogación de todo lo que han legislado en estos larguísimos cinco años Pedro Sánchez y sus socios. Tras las elecciones de diciembre, si como auguran todas las encuestas, excepto las prevaricadas por el CIS de Tezanos, Partido Popular y Vox consiguen vencer, una vez investido el nuevo Gobierno de coalición está obligado a deshacerlo todo en una semana. Sin dilaciones, sin contemplaciones, sin ningún reparo. Se anula todo y se empieza de nuevo. No hay ninguna otra alternativa.

Hoy el Congreso de los Diputados ha aprobado una chapuza de reforma de la ley del sólo sí es sí con los votos favorables de PSOE y PP y la oposición de Podemos, ERC y Bildu. Ya sabemos que no va a servir para frenar las revisiones de condenas y excarcelaciones a violadores y pederastas, porque nuestra Constitución garantiza «la irretroactividad de las disposiciones sancionadoras no favorables o restrictivas de derechos individuales»; por lo que se van a seguir beneficiando de ella el resto de los 4.000 condenados por este tipo de delitos que hay en España, de los que unos 1.000 han visto ya rebajadas sus condenas y más de 100 han salido de prisión. Pero al menos algunos de los nuevos delincuentes que sean condenados en los próximos meses no se beneficiarán de ella.

Pero esta reforma es sólo un apaño, una chapuza, una componenda que han tenido que tragarse los de Feijóo para que el PSOE no les acuse a ellos de que las rebajas de pena se han seguido produciendo por su culpa. Como los votos de Vox no resultaban imprescindibles, los de Abascal han hecho bien en no participar en la votación para así demostrar que no se oponen a que se aumenten las penas, pero tampoco están de acuerdo con el resto de cuestiones que el PSOE no ha permitido que se reformen. Porque la ley del sólo sí es sí sólo admite su derogación íntegra al haber sido redactada por una pandilla de niñatas engreídas, sin formación ninguna y sólo movidas por el sectarismo ideológico.

Y detrás de ésta deben ser derogadas íntegramente todas las normas que Sánchez ha pactado con comunistas, golpistas y proetarras. En la primera semana, se deben derogar las leyes que atentan gravemente contra la vida, como la de la eutanasia y la del aborto. Junto a ellas deben derogarse la ley trans que perjudica los derechos de mujeres y niños, la animalista ley de bienestar animal, la nefasta ley Celáa de educación que consolida el ínfimo nivel de nuestra enseñanza, la ley de memoria democrática pactada con Bildu para que el BOE tergiverse la historia y demonice la Transición. No menos importante y urgente resulta la derogación de la reforma del Código Penal pactada con los golpistas para eliminar el delito de sedición y malbaratar la malversación, la tramposa reforma laboral aprobada gracias al extraño voto por error de un diputado del PP ahora imputado por prevaricación y malversación, junto a la abolición de todos los nuevos impuestos creados por Pedro Sánchez y la nueva ley de vivienda que va a destrozar el mercado inmobiliario. Pero la reforma más importante de todas las que debe enfrentar de forma urgente el nuevo Gobierno es la de la Ley Orgánica del Poder Judicial, para conseguir de una vez por todas despolitizar el CGPJ.

Esto es sólo para empezar, un resumen de lo más urgente e inexcusable. Después de haber derogado todas estas leyes en sus primeros días de actividad, el nuevo Gobierno de PP y Vox debe seguir repasando absolutamente toda la normativa con la que nos han torturado Pedro Sánchez y sus socios en los últimos cinco años. Hace unos meses, el dimitido ministro de Cultura, Máxim Huerta, contó que cuando fue a Moncloa a presentar su dimisión, Pedro Sánchez «empezó a hablar de él y de cómo le vería la Historia en el futuro». Feijóo y Abascal deben conseguir que en quince días nos hayamos olvidado de Sánchez y que de su obra no queden ni las cenizas.