Opinión

La receta laboral de Podemos nos llevaría a la miseria

Podemos está tratando de aprovechar su estancia en el Gobierno para impulsar su programa político y, dentro de éste, su programa económico. En materia política, ya vemos cuál es su objetivo, que no nos sorprende porque es el que siempre ha tenido: derribar la monarquía parlamentaria emanada de la Constitución de 1978, con duros ataques al Rey -al que los miembros del Ejecutivo han jurado lealtad, por lo que muchos de ellos, con su actitud y ataques a la Corona, resultan perjuros, en cualquiera de las acepciones del término que da la Real Academia Española-, para llevarnos a la III República, que sería tan tenebrosa o más que la II República, que surgió de un golpe de Estado, pues nunca se votó un cambio de régimen, y la cual, recordémoslo, fue espantosa, pues nunca llegó a ser verdaderamente democrática, al menos no era el espíritu con el que actuaba en ella gran parte de la izquierda, que trató de imponer aquí el régimen comunista de Stalin y que provocó la horrible Guerra Civil, que nuestra Constitución y la Transición enterraron para siempre, desde la reconciliación, y que estos odiadores profesionales tratan de resucitar.

Y en lo económico, su plan es nacionalizarlo todo, para controlar cuanto puedan el tejido productivo; derogar la reforma laboral que, sin ser perfecta, pues habría que flexibilizarla más, ha sido la mejor que hemos tenido, y que ha permitido contar con un marco regulatorio que ha incentivado la contratación; prohibir el despido, como hicieron al decretar el primer estado de alarma, que hunde a las empresas, ya que al no poder ajustar la plantilla se ven obligados al cierre, que provocará más despidos; elevar el salario mínimo año tras año, que expulsa del mercado laboral a los menos cualificados, al no poder generar con su trabajo un valor suficiente para cubrir los costes de su contratación, de manera que su destino es el paro o, lo que es peor, la terrible y perseguible economía sumergida; y, ahora, su última propuesta: la semana laboral de cuatro días.

Reducir un día de trabajo es una medida equivocada en cualquier momento, pues no se consigue más prosperidad trabajando menos, sino más, pero en estos tiempos de honda crisis es un auténtico disparate. Ningún país sale de una crisis, recesión o depresión trabajando menos, sino más: Estados Unidos salió adelante en los años treinta gracias a que trabajó más, como salió Europa, especialmente Alemania, tras la II Guerra Mundial, donde llegaban a trabajar unas horas gratis al día para la reconstrucción del Estado. Y España también se recuperó y creció como nunca antes había hecho, en los años sesenta del siglo pasado, trabajando mucho más. Tras ello, el último salto cualitativo de la economía española en el siglo XX se produjo al pasar de contar con doce millones de ocupados a ser diecisiete millones, es decir, se logró con más trabajo, pues la jornada laboral no se rebajó ni un minuto. Trabajar más es la receta para crecer más, no trabajar menos.

Podemos, con su propuesta de cuatro días laborables a la semana, vuelve al lugar común de la izquierda, que en lugar de ensanchar la riqueza, quiere repartir la que hay. No le preocupa que las personas más desfavorecidas puedan mejorar su prosperidad, cosa que sucede al incrementar el neto a repartir, aunque la porción de ese total fuese más pequeña, pero el resultado individual es mayor por ser también mayor el agregado. No, a ellos les preocupa que unos se lleven más que otros. Prefieren la miseria conjunta e igualitaria de todos a la mayor prosperidad para todos si ésta es desigual.

Su propuesta de reducción de la jornada laboral no tiene ni pies ni cabeza y sólo nos lleva a la miseria, que es el lugar al que avanzamos por el camino de la destrucción productiva por el que nos está llevando esta gestión.