Opinión

El recaudador de Occidente

Ningún francés perdonará jamás a quien destrozó y ridiculizó su maravilloso idioma en la Asamblea Nacional. El autor de tal afrenta, el bobo de Zapatero, desde entonces ha sido la diana preferida de France Soir, el diario galo de mayor tirada. Las dos últimas lindezas que le dedicó al poligloto antes de que Rajoy lo quitara de en medio, son de órdago. 1ª: “Ahora sabemos que detrás de su sonrisa estúpida solo hay un mal hombre”. 2ª: “Los líderes europeos decidieron no seguir soportando por más tiempo sus sandeces”. Así despacharon al que dejó a los españoles una endiablada deuda de 997.000 millones de euros, el 92,1% del PIB. Aparte de una herencia intelectual digna de un esquizoide, que la Alianza de Civilizaciones, Ley de Memoria Histórica, Ley Antitabaco, carné por puntos, cargarse el trasvase del Ebro, etc., etc., sólo sirvieron para alegrarnos la vida a todos.

Eso es lo que nos transmitió el que ahora va de correo del Zar y de recaudador de Occidente. ZP, transmutado en un lobbista, saca hoy tajada a la red de contactos que tejió durante el ciclo vital de 7 años, cuando tomó por asalto el Palacio de la Moncloa. En la mayoría de los casos, un hombre que intenta cambiar el mundo fracasa por un motivo inevitable: todos los demás se lo impiden. Durante la Edad de Oro de la piratería, el odiado capitán James Flint sostuvo, para justificar cada una de las mil atrocidades que cometió en nombre de la armada británica, que la civilización necesitaba a sus monstruos. Como ZP no ha leído a Robert Louis Stevenson en inglés, pues también hizo el ridículo hablando en ese idioma con Blair y, de haberlo hecho, no sabría diferenciar lo real de la ficción, seguro que anda dudando entre si el capitán Flint es su alter ego, o si aquel pirata fue el más impertérrito que alguna vez haya existido. Las invenciones de los grandes escritores confunden a los idiotas.

Un rumor de comisiones escolta a ZP allá donde vaya. Antes de que Maduro condenase al ostracismo a los periódicos caraqueños, estos publicaron que el recaudador había cobrado 40.000 euros por dar una conferencia en Maracaibo sobre “la economía sostenida”, que dejó en bancarrota al Estado español. Poca cosa, porque a Chávez le sacó una millonada con una venta de armas y a Raúl Castro algo menos, por ser Cuba muy pobre, en otro caribeño cambalache. Y no quiero ni imaginar a qué suma ascendería la comisión que trincó, respaldando a Irán, por hacerse con la bomba atómica. Supongo que también sería atómico el precio. Igual que su fracaso, gracias a Dios.

Suma y sigue. ZP, amante de la comedia musical, revivió el trío de la bencina junto a Bono y Moratinos, lanzándose a por los turbios beneficios que le sacudiría el dictador Obiang a cambio de mandarle inversores, a los que el sátrapa ya se encargaría de dejar pelados en su isla ecuatorial. Tras aquel viaje, Guillermina Mekuky, ministra de Cultura y Turismo, se despachó a gusto con el muñeco diabólico: “Yo le hubiera escupido a la cara. Es una auténtica vergüenza que no se dignara a viajar a Guinea mientras fue presidente del Gobierno y venga ahora para hacer negocios y cobrar comisiones a un pueblo que se muere de hambre”. Pero él, como si nada, puso esa cara de Mr. Bean y a otra cosa, mariposa.

Hace números, comprueba que su sueldo de expresidente es un 20% inferior al que recibe del Consejo de Estado y se aferra a éste, a los 100.000 euros anuales que sigue cobrando con carácter vitalicio. Él sabe que Shylock, el prestamista judaico de El Mercader de Venecia, habita en su alma y no hay cristiano que le saque un duro. Si tanto dinero ha amasado, no estaría de más que le devolviera un par de euros a cada uno de los 47 millones de españoles. Lo digo, mayormente, para que pudiéramos rebajar la deuda de 24.000 euros por persona que nos endilgó.