Opinión

¿Y qué han hecho ahora los pobres remeros a Podemos?

Remar en Madrid se ha convertido en un deporte de auténtico riesgo. A la total falta de atención de la marca blanca de Podemos en el Ayuntamiento a estos deportistas, ahora se suman unas amenazas intolerables a la Escuela de Remo Madrid Río. ¿Qué está pasando? Casualmente, estas brutales coacciones cibernéticas han llegado después de que los remeros hayan pedido a Manuela Carmena que les permitan seguir practicando esta disciplina deportiva en condiciones dignas. Dicha petición ha tenido respuesta inmediata en Twitter por parte de una serie de trolls que esconden sus pulsiones radicales tras identidades falsas. Fascismo cibernético elevado a su máxima potencia.

Las expresiones proferidas son más propias de acémilas que de ciudadanos de una sociedad democrática: «Quememos la escuela de remo», «les voy a matar» o «apedrear a los subnormales que veáis remando», entre otras barbaridades. La Policía Nacional debe rastrear las direcciones desde donde se producen estas amenazas hasta que den con el origen de las mismas. Semejantes expresiones de odio han de ser perseguidas policial y judicialmente, ya que enaltecen la violencia y pueden provocar que cualquier exaltado ataque a unas personas cuyo máximo delito es hacer deporte sin hacerle daño a nadie y en respetuoso contacto con la naturaleza.

Una actividad que el Consistorio de Manuela Carmena ha perseguido hasta su intolerable criminalización desde que dedicara 1,3 millones en «renaturalizar el río». Una de tantas ocurrencias basadas en la pirotecnia dialéctica que sólo ha servido para bajar el nivel del agua, malograr el caudal del río e inutilizar gran parte del Manzanares en la capital de España. El remo es santo y seña de ciudades como Londres, Cambridge u Oxford, donde, además de un deporte, es una forma de vida, cultura que se transmite de padres a hijos. En Madrid, sin embargo, a los remeros los tratan como proscritos y, encima, los amenazan. Una investigación en profundidad se hace indispensable. Un cambio de actitud en el equipo de Gobierno, también. Aunque eso, desgraciadamente, es muy poco probable.