Opinión

¡Qué cosas pasan en Euskadi!

Antes de celebrarse las elecciones autonómicas del pasado día 12 de julio que dieron la  mayoría relativa al PNV y colocaron como segunda fuerza a los filo etarras de Otegi -el único “partido político” que creció en número de votos y de escaños- el País Vasco aparecía en todos los medios de comunicación –no solo los vascos- como una especie de oasis en el que la “buena gestión” del PNV garantizaba que la crisis social, económica y sanitaria iba a tener en esta tierra una repercusión menos que en conjunto de España.

Los dos trabajadores enterrados bajo toneladas de escombros en Zaldibar apenas si tuvieron repercusión ni espacio en la campaña; los brotes de la epidemia, que nunca pararon, apenas si se colaban en los informativos; los pactos del PNV con su amigo Sánchez para autoafirmarse en esa especie de independentismo subvencionado por el resto de España que tanto les gusta a los de la boina no pasaron de ser meros rumores; la economía “solo” iba a resentirse en un 10%, o menos… La prensa concertada de Sánchez y los medios de comunicación vascos (todos público o concertados) hicieron todo lo posible para que el oasis nacionalista vasco pareciera una realidad y no un espejismo.

Pero una vez pasadas las elecciones no era posible seguir escondiendo tanta mentira, tanto engaño, tanta falsificación de la realidad. Y, sobre todo, ya había ganado  las elecciones “quien tenía que ganar” para que todo siguiera igual y en la política vasca siguiera mandando el dueño del caserío, que diría Arzallus. Acuérdense de aquella sentencia de quien fuera líder indiscutible del nacionalismo vasco durante muchos años:  “Vale que lleguen de fuera y les invites a comer a tu casa; vale que, incluso, los sientes a tu mesa; vale que, llegado el caso, hasta los permitas casarse con una de tus hijas… Pero el caserío es nuestro”.

Por eso pasadas las elecciones los dueños del caserío permitieron que la realidad comenzara a abrirse paso en el espejismo vasco. Y empezaron a aflorar los datos de nuevos contagios; y supimos que el País Vasco se había convertido -junto con Aragón, Cataluña, y Navarra- en una de las cuatro regiones españolas con más número de nuevos brotes de la pandemia.  Y el Gobierno Vasco hizo saber su `preocupación´ y anunció nuevas medias de protección como la obligación del uso de mascarillas en espacios abiertos o restrictivas en el sector hostelero, de ocio…, así como la reducción de aforos en funerales, reuniones familiares, fiestas… Pasaron las elecciones, se hizo la luz y vimos al virus en todo su esplendor.

La nueva luz tuvo también efectos en la vergonzosa situación del vertedero de Zaldibar. Transcurridos cinco meses Joaquín Beltrán y Alberto Soraluce fueran sepultados bajo toneladas de escombros se “activó” la causa penal y la ertzaintza detuvo al propietario y otros dos directivos de la empresa. Donde hasta el día de las elecciones no había nada salvo silencio –e insultos a quienes hablaban de una gestión mortal de ese vertedero y de una desidia institucional tan cómplice como escandalosa-  de la noche a la mañana afloraron los “culpables”. Los efectos taumatúrgicos de las urnas en el País Vasco son dignos de ser estudiados.

La luz también alumbró los entresijos de la economía y el empleo vascos. Y así supimos que el paraíso vasco, este que tan bien gestionan los nacionalistas (con la imprescindible compañía de los socialistas, atentos escuchantes y valerosos cómplices de la incompetencia) también resultó ser un espejismo. Y el Instituto Vasco de Estadística (un organismo público del entramado institucional vasco, o sea, perfectamente controlado por el poder nacionalista) hizo público que Euskadi había entrado en recesión. Y de la noche a la mañana supimos que el PIB vasco se desplomó entre abril y junio un 20,1 por ciento, lo que resulta un máximo histórico y que contrasta con la previsión que hizo el Gobierno Vasco que fijó el posible descenso en un máximo del 13,4%. Los malos datos económicos afectan de manera muy negativa al empleo, cuya tasa se desplomó en solo un trimestre un 19,8%, frente al vaticinio del Gobierno que lo situó en el 10,7%. Los datos hechos públicos son de abril y junio; cualquier experto les dirá que los datos reales se conocen mes a mes, según se van tomando las muestras y cerrando las estadísticas. Lo que quiere decir que el Gobierno Vasco conocía la realidad a finales de junio, antes en todo caso del 12 de julio, fecha en la que se celebraron las elecciones autonómicas. Pero había que llevar a la gente a las urnas engañada, confiando en el buen hacer del dueño del caserío…

Pasadas las elecciones del 12 de julio también supimos que el PNV apoyó las prórrogas del estado de alarma tras alcanzar un acuerdo secreto con Sánchez que les garantizaba independencia económica y fiscal completa y más privilegios para diferenciarse del resto de los españoles, aunque la factura la pagáramos entre todos. Aitor Esteban hizo público que su voto a favor de la prórroga no estuvo basado en ningún criterio sanitario sino que el Gobierno de España le prometió que los dueños del caserío iban a poder gastar a voluntad y sin ningún tipo de coherencia fiscal el dinero de todos los españoles, que a la vista está  que lo gestionan muy bien.

Todo ello mientras España se sitúa la primera en el ranking de los países europeos en los que más crecen los nuevos brotes de la pandemia; todo ello mientras varios países cuyos primeros ministros se sentaron en la cumbre con el “simpa” empiezan a recomendar no viajar a España, a establecer cuarentenas, a cerrar fronteras… para alegría de Simón, que aplaude el hundimiento del sector turístico español una vez que él ya ha disfrutado de sus vacaciones den Portugal.

Y en estas estamos unos días después de que el inane “simpa” haya vuelto de la cumbre europea tras demostrar que callado está más guapo (por poco la fastidia en la cena del último día, al ponerse chulo con Sanna Marin la socialdemócrata primera ministra de Finlandia) y esté preparando el nuevo show de aplausos en el Congreso de los Diputados.

Escribo este artículo un día antes de la gloriosa comparecencia del “simpa”. Si alguien piensa que el Gobierno codirigido por ese singular cuatripartito (la pareja tóxica Sánchez/Iglesias y la pareja contaminante Tezanos/Redondo) va a hacer autocrítica y va a tomar la mano tendida que le ofrece la oposición o que los aplausos no van a arreciar hasta que les duelan las manos a sus señorías (un día antes de volver a su tierra de origen para explicar a sus ciudadanos por qué no llegan los turistas, por qué sus gobiernos municipales o autonómicos tienen dificultades para decretar medidas especiales para prevenir la extensión de la enfermedad o aislar a quienes ya la han contraído) es que no conoce al personal. Mientras el país se hunde, Sánchez sobrevive. Y eso, amigos, es lo único que les importa a los populistas y sectarios que cohabitan en Moncloa. Eso y mantener las alianzas con golpistas, nacionalistas, pro etarras que les llevaron a vivir en el  palacio y en el chalet.

Aplaudan, no dejen de aplaudir.